Cine negro con sabor cubano

María Carla Gárciga
10/3/2016
Fotos: Cortesía Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC)
 

En 1996 Bailando con Margot (2015) era solo un bosquejo de guion “muy rocambolesco, lleno de farsas”, según recuerda su director Arturo Santana. Constaba de tres narraciones articuladas por el boxeo, una de las cuales se encuentra levemente representada en la película. Pero, con el paso de los años, la experiencia, la madurez y las múltiples influencias que fueron nutriendo las inquietudes artísticas del realizador, terminaron por modificar aquella primigenia idea, para convertirla en lo que hoy constituye uno de los filmes más arriesgados de la cinematografía cubana contemporánea.


 

Una narración compleja, con flashbacks en diferentes tiempos, mixtura de varios géneros cinematográficos; un sui géneris homenaje al cine negro desde el contexto cubano; la recreación de una Habana antigua que hoy se encuentra agrietada por el tiempo, y un reparto de actores cuya mayoría incursiona por vez primera en el séptimo arte, son algunos de los elementos que confirman lo audaz de una película como esta.

Para la fase argumental, Santana contó con la colaboración de Eliseo Altunaga y Maikel Rodríguez Ponjuan. La intención fue dirigir la cinta hacia el cine negro con los cruces genéricos que demandaban las propias peripecias de los personajes. Estas imbricaciones, según reconoce el guionista y director, implicaban no pocos desafíos:

“Una de las dificultades que tenía era el miedo de que se me fuera la película de las manos, porque es una historia contada en un montaje paralelo y flashbacks, lo cual la hace difícil. Eso te lleva a trabajar un tono con los actores que no debes perder. También los géneros son cautivantes y si no los tienes bien imbricados, ello puede dar al traste con la película”.  

Como ha destacado el realizador más de una vez, Bailando con Margot representa su intención de devolverle al cine lo que este le ha ofrecido durante mucho tiempo, de ahí que el filme tenga mucho de sí mismo y de aquella cinematografía clásica norteamericana y mexicana de las décadas del 40 y 50. “Desde el punto de vista nostálgico y romántico, recuerdo las tardes con mi abuela cuando me sentaba en sus piernas a ver las películas del cine mexicano, donde te encontrabas a los actores cantando, bailando, montando a caballo y enamorándose. Tenían mucha influencia del cine negro norteamericano, así como del western, pero sobre otra estética desde el punto de vista narrativo y argumental que no era otra que el folletín.

“Admiro mucho a Billy Wilder por su versatilidad, pues navegaba desde la comedia hasta el más rancio noir. Me encanta la visualidad de ese Bogart tristón y solitario, cuya proyección de antihéroe y antigalán dentro de aquella atmósfera de actores casi perfectos, nos cautivó a todos. Naturalmente, yo no podía hacerlo así en La Habana, que siempre ha sido distinta a Chicago y Nueva York. El Bogart mío habanero es un poco más gamberro, medio mujeriego y jugador.


 

“También hay escenas en la película que son un homenaje directo a Scorsese y a esos personajes diseñados por Coppola. Estoy pensando en la de los juegos de póker y los tiros, que es la transición de Esteban hacia su destrucción; el cinismo dentro de la casa en la subasta a la hora del encuentro con el antagónico Tony Lee recuerda un poco a Al Pacino. Era un intento de homenaje a películas y directores que son parte eminente de un género que uno no puede cambiar. Además, adoro el expresionismo alemán, desde la visualidad hasta por razones eminentemente conceptuales, y el noir está igualmente influenciado por ese expresionismo en el juego de los contrastes entre la luz y la sombra; desde el punto de vista argumental, de las atmósferas de las puestas en escena, el desarrollo de los personajes, etc.”.

Con respecto al elenco, Santana afirma sentirse muy contento con el resultado del trabajo, no solo desde el punto de vista profesional, sino también desde el ámbito personal, pues si bien comenzó el rodaje siendo amigo de varios actores, terminó la película consolidando lazos de amistad con todos. Para el realizador, el hecho de que la mayoría provenga del teatro, les ofrece la ventaja de conocer qué no deben hacer, y les da la posibilidad, asimismo, de improvisar, resistir el rodaje y diseñar el personaje conceptualmente.

“Traté de brindarles a todos los actores determinados referentes que quería, unos para la película y otros para los diseños de personajes. Les dije que no imitaran a nadie, sencillamente que se embriagaran un poco de lo que yo estaba embriagándome para tener juntos un nuevo punto de vista. Es verdad que son caras nuevas en el cine, pero de ninguna manera son desconocidas en la actuación en Cuba”.

Si bien Bailando con Margot representa el primer largometraje de ficción de Arturo Santana, la vasta experiencia que acumula en la dirección de videoclips a solistas, agrupaciones y discográficas cubanas y extranjeras, ha marcado, sin dudas, su trayectoria en la realización audiovisual. Más de ocho Premios Lucas en diferentes ediciones del Festival del Videoclip Cubano así lo atestiguan; por ello no es de extrañar que se aprecie la estética y el lenguaje del clip en la visualidad y montaje del filme.


 

Al respecto, nos comenta: “Es un género que me gusta mucho porque me siento libre dentro de él; puedo moverme, improvisar, destruir el discurso y volver a armarlo, tanto en el rodaje como en la edición, y esa experiencia fue la que me llevé también a las acciones de ficción. La visualidad es inevitable por las influencias que he tenido, pero más importante es el montaje y la estética clip que se percibe en la película”.

No pocos dentro de la crítica y la prensa especializada han coincidido acerca de que la fotografía (Ángel Alderete) y la dirección de arte (Onelio Larralde) son dos de los elementos que más destacan dentro del largometraje. Para lograr un resultado de alto calibre a nivel estético, el trabajo fue muy duro e intenso, según reconoce Santana. Sobre el empeño conjunto en este sentido, refiere: “Alderete es uno de los cineastas cubanos que más respeto por su experiencia, ya que viene fotografiando desde la guerra más rancia y dura hasta grandes dramas cubanos. El lenguaje de la película es muy limpio, pausado, transparente, y eso se logró producto del intercambio que tuvimos. Onelio fue muy inteligente en la dirección de arte en cuanto a los decorados, el vestuario de los actores, a la hora de buscar las locaciones y cómo reproducir una Habana que en este momento está llena de escombros o destruida, cuyo único sonido es a veces el reggaetón o las motomochilas para fumigar. Onelio me fue enamorando poco a poco con esos diseños vitales que después iluminaba Alderete. También hay que hablar de los efectos visuales invisibles, lo que se hace para limpiar locaciones, convertirlas y llenarlas de gente, de modo tal que parezca orgánico. Eso lo hizo Víctor López y el trabajo fue precioso”.

Uno de los elementos que más complace al realizador es la música, a cargo del maestro Rembert Egües. El propio Santana reúne un quehacer amplio también en este sentido, no solo en lo referente a la dirección de videoclips, sino también en la realización de varios documentales dedicados a importantes figuras de la música cubana, como Santiago Feliú, Carlos Varela, Pablo Milanés y Basilio Repilado. De ahí la importancia de indagar en el binomio que conformó con el destacado compositor y director de orquesta: “En un inicio tenía intenciones de trabajar con otras personas que al final se complicaron. Entonces, alguien del equipo familia de Rembert me sugirió ir a verlo. Fue un contacto brillante y humano, de un intercambio cabal, de una escucha mutua, que nos llevó a este resultado. Su formación como músico y su sangre de compositor de música cubana facilitaron nuestro diálogo y la banda sonora de la película, que me fascina”.

Mientras su ópera prima se presenta en los circuitos de exhibición nacional, Santana confiesa que siempre la imaginó como su segunda o tercera película, ya que tenía otros proyectos aprobados por el Icaic desde el año 2008. Sin embargo, a partir de un intercambio bilateral con la Villa del Cine, de Venezuela, fue posible iniciar la producción de este ambicioso largometraje que ya hoy es realidad.

A propósito del resto de los filmes en preparación, comenta que aún espera recibir una retroalimentación más positiva por parte de la industria: “Después de haber realizado una película como esta con aires de superproducción, muy buena acogida de público, y que representa uno de los retornos del cine de género a la cinematografía cubana, necesitamos que no nos bajen tanto el perfil. La gran justificación negativa es el dinero y no hay respuesta. Creo que merecemos otra atención, porque tengo los proyectos desde hace tiempo y sigo esperando. Con esto estoy hablando no solo de la pertenencia a una cinematografía, sino de la posibilidad de permanecer en ella”.