Cintio Vitier reflexiona sobre Versos libres

Caridad Atencio / Fotos: Tomadas de Internet
22/3/2021

De los ensayos que sobre el singularísimo poemario escrito por Martí he comentado el escrito por Cintio Vitier bajo el título de “Los Versos libres[1] se destaca en especial por su arte, maestría y profundidad. Está firmado en 1953 y, aunque fue publicado posteriormente, sabemos que fue concebido al calor del centenario del Apóstol. El agudo escritor parte de describir en trazos generales el estilo de Martí, donde la idea del equilibrio y del hombre, como un elemento más dentro del universo analógico, es algo esencial a todos los niveles, sobre todo el gnoseológico y el ético, para asombrarse de la lucha que encierran estos versos, no solo en lo formal, sino también en la búsqueda obstinada de lo humano. Al pensar en ese innegable juicio de la crítica que refiere que los Versos sencillos es la obra de Martí más lograda, decantada y esencial; al sentir la profunda originalidad y la virtud literaria de los Versos libres, una frase de Cintio del ensayo que referimos expresa con más claridad nuestro sentimiento trunco y con audacia nos libera, en los marcos de la gran literatura, ya para siempre, de una aparente contradicción: “He aquí, pues, para nosotros […] la lucha con el ángel […] de lo poético absoluto, en la obra de Martí”.[2] 

En este ensayo con una línea Cintio nos descubre un asunto cardinal dentro de la poesía del cubano: su fuerza irruptora, su “pathos volcánico” sin “paralelo en la lírica española”. Este asunto de la cualidad irruptora de la poesía y de su estilo literario lo retoma en Temas Martianos, 2da serie. Una esencial afirmación aquí se convierte en fundamento de dos ensayos allá: “Lava, Espada, Alas (En torno a la poética de los Versos libres)” y “La irrupción americana en la obra de Martí” que se constituyen en visiones de las visiones. Nos describe Cintio el estilo más íntimo del poemario: el desenfreno, el exceso, lo irruptor de estos versos de Martí, que quizás aconsejaron a su propia mente (tan acostumbrada en sus creaciones líricas a la recurrencia de lo propio en lo propio) el no ponerlos a la luz, por la armonía de orden ascendente que —percibía— veía emerger en el universo, por una fe en el hombre que también albergaba, y en la utilidad de la virtud. Leyendo entre líneas en el ensayo de Cintio hallamos estos enunciados médula sobre el hechizado texto martiano: “el verso terrible […] que […] nos atraviesa dejándonos […] impotentes, y vibrantes […] qué ira de impotencia salta a veces de este idioma!”.[3] Conducida por la reflexión de Cintio compruebo que delata a Martí el rubor ante esta imposibilidad y nos asombra cómo preña tanto a este desenfreno, como a la armonía de sus Versos sencillos de su ética y les trasmite, de manera misteriosa, la íntima calidez de su autenticidad. El ensayista asimismo reconoce el punto de partida de Martí en el poemario publicado en 1913 que, más allá de la forma tumultuosa, es el mismo en Versos sencillos: “Los Versos libres parten de la idea y la vivencia de que es preciso vencer el artificio con la naturaleza, la convención con la sinceridad”. Y agrega, esbozando los innegables enlaces y rupturas de Martí con la tradición: “La poética de Martí, a ese respecto, es de estirpe claramente romántica, aunque logra una dimensión de inmediatez en lo humano que el romanticismo como escuela no conoció”. El también poeta apunta, sagaz, las relaciones esenciales entre la poética de este libro y de las Escenas Norteamericanas, y señala coincidencias de tono entre cierta zona de Versos libres y las obras de César Vallejo y Pablo Neruda.[4] Con lo que Cintio confirma la sensación de Bloom de que ciertos pasajes de la obra del poeta anterior fueran no presagios del advenimiento posterior, sino más bien pasajes en deuda con el texto sucesor.[5]

Asimismo es interesante en el ensayo cómo el escritor fundamenta la presencia de la angustia y el desenfreno en Versos libres a través de motivos de vida, de elementos que corresponden a la concepción de la vida de Martí, y no a través de principios de corte estético–literario —como la permanencia de rasgos románticos— y entonces bordea la zona que antes ha eludido, para referirse a la diferencia de Martí con el modernista Darío, donde coloca siempre la cualidad humana de aquel. Así surgen inteligentes conexiones —Juan Ramón Jiménez, Paul Claudel, Calderón de la Barca— que redimensionan la trascendencia de nuestra figura y abren caminos para rastreos más profundos. Cintio en el ensayo va de un viaje panorámico, a través del pensamiento que recorre al libro, a los avatares de su estilo y establece una curiosa y aguda diferencia entre la imagen y la visión, válidas genéricamente para toda poesía. Así nos asombran los poderes de su intelecto que pueden ir, en el ensayo, de la innovación —en cuanto a preceptiva literaria se refiere— a un elemento de invitación a la lectura, y que revelan al lector hedónico. O va a una definición y constatación equilibrada del canon estético en Martí, donde luego de deslindar lo romántico del bardo, señala lo propio y el sello de los clásicos que nuestro escritor atesora.

Notas
[1] Cintio Vitier. “Los Versos libres” (Publicado por primera vez en Antología Crítica de José Martí, Universidad de Oriente, Editorial Cultura, México, 1960 (pp. 381–390), en Temas Martianos, 1ra serie, Biblioteca Nacional, Instituto Cubano del Libro, 1969, pp. 153–162.
[2] Ob. Cit. p.14.
[3] Ob. Cit. p.154.
[4] Nos parece que es Cintio el primero en establecer conexiones entre la poesía de Martí y la del peruano César Vallejo.
[5] Ver Harold Bloom. La angustia de las influencias. Monte Ávila Editores, Caracas, 1991, p. 165.