¿Completo Camagüey?

Rubén Darío Salazar
11/10/2018

Como cada dos años, desde la década del 80, las calles enrevesadas de la ciudad de los tinajones reciben a los teatristas de toda Cuba que han sido elegidos para participar en la más grande fiesta escénica nacional. Aquellos que no se han presentado ante el público agramontino no tendrán conciencia de lo que digo. Ya expresé una vez, y lo suscribo nuevamente, que es un lujo enorme vivir la experiencia de actuar frente a espectadores infantiles o adultos, conocedores siempre expectativos y sin ningún tipo de prejuicio ante propuestas de múltiples tendencias.

Foto: Radio Santa Cruz
 

El teatro para niños y de títeres, huérfano de su festival nacional histórico —que tuvo raíces en La Habana en 1965, y su última edición en Santiago de Cuba en 1990—, fue acogido en Camagüey tras la pérdida de su cita profesional. Acogido, como sinónimo de admitido y amparado, es una buena definición, tal vez por eso la selección que se realiza de manera bienal de la manifestación titiritera y para los infantes, es siempre motivo de polémica. Todos queremos participar y vivir las emociones de los colegas que se apoderan de las plazas, parques, del Teatro Principal, la Sala Teatro La Edad de Oro, la antiguamente nombrada José Luis Tassende (ahora Virgilio Piñera), el Guiñol de Camagüey, y el rescatado Teatro Avellaneda, entre otros nuevos espacios que surgen o se crean para la ocasión.

Concluida cada edición, mis ojos y oídos quedan atentos a los estrenos en el país de las compañías infantiles; los nuevos colectivos, personalidades y estéticas interesantes en el  disímil panorama de la manifestación que adoro y que comparto con muchos. ¿Cuáles son los conjuntos que repiten y cuáles se ausentan de Camagüey? El Festival Nacional de Teatro es un ciclo de trabajo. Dos años que muestran el avance, el retroceso y la continuidad de una poética. La añeja villa ubicada en la llanura camagüeyana es, o debería ser, la mejor vitrina para apreciar por dónde van los tiros de la escena cubana, no las detonaciones débiles o inseguras, sino los estampidos que remueven el arte dramático de la isla, ya sea por creadores muy jóvenes o por los establecidos.  

La selección de la muestra de teatro para niños y de títeres es siempre inferior en cantidad a la del teatro para adultos, lo cual la hace más contundente en su calidad. Tal parece que fuéramos medidos con una lupa de cristales concentrados, o quizás es la forma de recordarnos nuestra condición de acogidos en un evento donde prevalece el teatro para los mayores. Del bienio 2016-2018 fueron escogidos siete espectáculos, entre ellos Niños de papel, dirigido por el joven Yosmel López para el Guiñol de Guantánamo. Quedó demostrada la sangre nueva de ese emblemático colectivo del oriente cubano, con textos de interesantes autores locales, así como el regreso a la técnica de títeres de mesa que se ha propagado por todo el territorio nacional, luego de la última experiencia pedagógica apoyada por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, bajo la responsabilidad del grupo Nueva Línea, residente desde hace algunos años en Argentina. De otro guantanamero, Ury Rodríguez, director del Teatro La Barca, es la obra Un mundo de caballos y valientes, montaje de aliento juglaresco que acude al teatro de papel para expresarse.

Desde Las Tunas, Teatro Tuyo, liderado por el inquieto y talentoso Ernesto Parra, es uno de los núcleos que repiten presencia, ahora con la puesta en escena ¡Pum!, recorrido histriónico del payaso Papote por veinte años de entrega ininterrumpida. Del centro de la Isla, Teatro Escambray lleva a escena una creación colectiva de pequeño formato para espacios flexibles, Los dos ruiseñores, versión del conocido cuento. De esa misma región, el cincuentenario Guiñol de Remedios, nombrado ahora Fidel Galbán, revive el texto El agüita de todos, de su autor más representativo. Cierran la selección los grupos del occidente: Teatro de Las Estaciones, de Matanzas, con Retrato de un niño llamado Pablo, versión titiritera que escribí a partir del cuento “¿Pablo, que te pasa?”, de la catalana Carmen Fernández Villabol; y Teatro de Títeres Retablos-El Arca, de La Habana, con La casa del escarabajo, texto y puesta en escena de Christian Medina. Dos historias que utilizan niños en el centro del conflicto escénico, con una activa participación del entorno familiar en la solución de los problemas expuestos.

Teatro de Las Estaciones se presentó en Camagüey con la obra Retrato de un niño llamado Pablo. Foto: Granma
 

El Centro Cubano de la Unima (Unión Internacional de la Marioneta), en coordinación con la Asociación Hermanos Saíz y el Teatro de Las Estaciones, exponen en Camagüey el resultado final de tres de los trece works in progress, del proyecto “Zona en progreso: nuevos rostros del títere cubano”, iniciado en abril, en Matanzas. Los interesados en conocer de los procesos y consecuencias de los montajes de La cocinerita adorada o breve historia de Clarita Mazorca, de Rafael González, de Teatro del Puerto; El encuentro, de Mario David Cárdenas y Ede Rodríguez, del Teatro La Salamandra, ambos de La Habana, y El círculo, de Heidi Almarales, del  Teatro La chimenea-Los Zahoríes, de Las Tunas, podrán apreciar los espectáculos y asistir a una mesa de opinión protagonizada por los propios actores y demás profesionales de dichas compañías, en el marco del espacio teórico del evento agramontino.

Hay más, hubo mucho más por toda Cuba en materia de títeres y teatro para los príncipes enanos en el bienio que se cierra en Camagüey. La expansión de ese efecto dramático se percibe en la sección que el festival ha nombrado Escena en Desarrollo, donde el Teatro Polichinela, de Ciego de Ávila, alcanzó a incluir la obra La carpetica de yarey, escrita por el dramaturgo Lázaro Rodríguez y dirigido por Yosvani Abril. Ecos de interesantes resultados escénicos, ausentes en el 17 Festival Nacional de Teatro, llegan de Guantánamo, Granma, Holguín, Sancti Spíritus, Cienfuegos, La Habana, Artemisa y Pinar del Río, resonancias teatrales y titiriteras que por diversos motivos no alcanzaron a insertarse en la muestra oficial.

Sigue siendo la selección camagüeyana la más discutida de las elecciones para una muestra teatral, y es ese un síntoma muy sugerente. Los dramaturgos cubanos ansían estar en la fiesta de niños y adultos, en las salas y calles, en la tradición y la experimentación; en la ciudad que nos hace sentir vivos y presentes dentro de la vanguardia creativa, al tanto de lo que pasa y no pasa en nuestro verde caimán.

Siempre es feliz regresar a una urbe que defiende su festival desde las más altas autoridades hasta la población de a pie, juntos han desafiado todo tipo de carencias logísticas, e incluso amenazas ciclónicas. Sí, más allá de gustos y disgustos personales, y de justicias e injusticias, el teatro sigue siendo asunto de familia, y refrendo mis propias palabras, porque sigo siendo el mismo en esencia, aunque más viejo: el teatro proviene de una estirpe que no ha podido ser arrasada ni por avances tecnológicos, poderes superiores, ni cambios climáticos, mucho menos por las miserias de los hombres, esas infelicidades que corroen el alma y acusan o señalan en otros manquedades cercanas. No conozco el  origen que dio motivo a la frase popular, utilizada para decir que todo está bien y que se puede empezar el jolgorio o iniciar un viaje, pero aun con las posibles ausencias referidas, yo diría: ¡Completo Camagüey!