Confesiones de un náufrago: “donde pude salvar un corazón extraño”

Miriela Fernández
3/11/2017

“Cuando decidí ponerle punto final a Extraño Corazón, cuando decidí reescribir el final, yo siempre dije en las entrevistas, y no era para cubrirme de una posible equivocación en mi decisión, que tenían que pasar una serie de eventos muy positivos para que cambiase de idea. Al final del proceso de grabación del disco ya los músicos me tenían literalmente cercado para que siguiera, y hablé con Steinar Bernhard (Seland), guitarrista de la Vieja Escuela, con quien había trabajado antes. Cuando me dijo que también contara con él para salir a navegar, yo sabía que tenía otra vez la banda”.

En el Museo de Bellas Artes, Extraño Corazón presentó en septiembre pasado Confesiones de un náufrago. Con gran parte de la alineación que había participado en el disco pudo reemprender en vivo el viaje que hace allí por canciones entregadas al público en más de dos décadas; algunas de las cuales, como el “Himno Cherokee”, habían permanecido sin grabar hasta este trabajo.


La tripulación actual de Extraño Corazón e invitados durante el concierto en Bellas Artes.
Foto: Leslie Pérez
 

Poco después del concierto, Javier Rodríguez, director de la agrupación, me recibió en su casa para intercambiar sobre el álbum, la trayectoria de la alineación y, por supuesto, sus visiones sobre el rock hecho en Cuba. Mientras me contaba que había decidido retirarse de la escena rockera tras compilar sus confidencias, yo le daba vuelta a sus palabras; pensé que la idea para él y otros de su tripulación, como efectivamente dijo luego, no podía durar demasiado en pie. Por la historia real del grupo, guiado por un espíritu a lo Jessie Rainbow, más tarde o más temprano, volverían, en nombre del amor y la libertad, a hacer su música.

“Yo no estaba satisfecho con las situaciones creadas alrededor de la separación, la forma en que habíamos terminado el 2013 —cuenta Javier—. Me dije: voy a grabar un último disco, voy a hacer una última serie de conciertos de despedida porque lamentablemente he visto partir a muchísimos músicos de rock sin dejar huella, sin decir adiós, no solo porque hayan emigrado, sino porque sencillamente han colgado la guitarra y han tenido que priorizar otras cosas.

“De la A hasta la Z tenía planes para el disco. Casi proféticamente dije que Confesiones de un náufrago tenía que lograr el mejor de los finales. Cuando tuve tres temas listos pasé por Bis Music a ver a José Manuel García para que solamente diera un vistazo y me dijera si iba bien o mal, porque su criterio como productor siempre es muy importante. Estaba coproduciendo el disco con Tiago Felipe (guitarrista de Stoner) y me hacía falta una opinión fuera del estudio de grabación. Cuando Manuel García se levantó del asiento, cosa que no había hecho en más de 20 años que nos conocemos, y me abrazó y felicitó, yo sabía que estaba haciendo algo que iba más allá de lo que había pensado”.

Desde su arrancada como dúo en 1992, Extraño Corazón significó una experiencia diferente en la escena del rock en Cuba. Con los músicos que se unieron a los fundadores, Roberto (Keko) Fajardo y mi interlocutor, la banda —si bien expuso diferentes estilos— fue más reconocida por cabalgar sobre esa década con el silbido de los cowboys a la luna, por ayudar a ahogar el desamor y otras penas con una sonoridad particular que, a la vez, ampliaba las formas tomadas por el folk en la creación rockera de la Isla. Esa atmósfera en la que el público les pide envolverse aún hoy, a pesar de verlos tocar en otras direcciones, es por la que pudieran ser considerados los hijos cubanos de Bill Monroe.

Ninguna como esta producción del 2017 recoge mejor las múltiples facetas de su música, que van del blues al country, del pop rock al heavy metal. Y ello no es el único valor del disco, porque además de su alta calidad sonora, consigue ser un álbum intercultural —al contar con los aportes de Seland y su coterráneo noruego, Ove Brun, en la mandolina— e intergeneracional, rescatando a Keko como voz principal y en la armónica, al bajista Ruffo de Armas, al baterista Rolando (Roly) Fernández y a intérpretes jóvenes de la escena local.

Precisamente, durante la grabación iniciada en el 2015 fueron pasando como un tren diferentes acontecimientos: la salida en Internet de una nueva versión de “Adiós te digo, te digo adiós”; la promoción radial del single “El espíritu de Fenimore Cooper”; la presentación de los músicos, en la capitalina Casa de la Amistad en el 2016, como invitados de la Vieja Escuela. Cuando la disquera cubana Bis Music puso a la luz el disco este año, había quedado demasiado atrás la estación marcada como fin de la banda.

¿Cuánta libertad tuvieron al comenzar a trabajar con Bis Music, cuando las concepciones de lo que sería el álbum habían sido trazadas al iniciar la producción con Tiago Felipe? ¿Cómo se combinaron las percepciones de cada parte en este disco?

Cuando nosotros hicimos el disco Bitácora se trabajó en función de las disqueras. Ni siquiera teníamos las canciones. Simplemente el productor José Manuel García conocía muy bien la obra del grupo, es un directivo de Bis Music de los que va a los conciertos, de los que sale a buscar talento y, a través del tiempo, nos ha seguido como un fantasma que aparece en cualquier concierto mirando el devenir de Extraño Corazón. Cuando llegamos a plantearle que ya estábamos listos para grabar el disco, por supuesto que dijo “vamos”, sin siquiera participar en el proceso de selección de las canciones porque estaba conmigo Iván Leyva, que era una garantía de que el producto iba a quedar bien.

El color del disco fue bastante pop. De hecho cuando ganamos en el Cubadisco fue en la categoría de pop rock. A pesar de tener esas características, hay canciones muy buenas, estoy hablando de “Pueblo embrujado”, que tiene un texto bastante contestatario y otras canciones como “Al otro lado de la calle”. 

Con Confesiones de un náufrago, cuando estábamos en los finales del disco volví a pasar a ver a José Manuel. Fue con nosotros al estudio de grabación, nos dio dos o tres recomendaciones y me dijo que lo quería para Bis Music. Si no hubiera sido así, ya había un estudio de grabación, Los Cerritos Estudios, en California, que estaba interesado en trabajar en la nueva producción de Extraño Corazón.


Portada de Confesiones de un náufrago

 

Al final estoy muy orgulloso de que haya sido con una disquera cubana, de tener la suerte de estar en contacto con las disqueras nacionales y que estas hayan abierto sus puertas para la obra del grupo. Es casi un hecho histórico que en estos tiempos que corren, que en medio de toda esta situación negativa con el rock cubano, se pueda sacar un disco con una disquera como Bis Music. En esta situación es un paso valiente de todos los que trabajan ahí.

De hecho, en la conferencia de prensa para la presentación del álbum y el concierto en Bellas Artes, Carlos Fornés aportó como dato que después de Síntesis, Extraño Corazón es la banda que más presencia tiene en las disqueras cubanas. ¿Cuánto pueden ayudar estas al desenvolvimiento de la escena local del rock?

Creo en el trabajo de las bandas, no en el que pueda hacer una disquera por una banda. En el caso de Extraño Corazón, estoy orgulloso de tener mi disco ya y que una disquera como Bis Music lo distribuya, pero todo el resto del trabajo creo que es del grupo, porque tú no puedes esperar a que alguien lo haga por ti, al menos ha sido mi filosofía durante estos 25 años.

La disquera me puede apoyar en ciertas cosas, pero el trabajo fuerte de verdad está en las bandas. Siempre que he logrado hacer un disco pienso que he dejado la puerta entreabierta para que otras bandas lo intenten; cada vez que Extraño Corazón sale en tal programa de televisión donde habitualmente no van las bandas de rock, pienso que la puerta la he dejado entreabierta… Tengo una filosofía en Extraño Corazón que la aplico también a mi vida. Cuando aparece un pero, ve cambiando de plan, ve haciendo el plan B porque ya el A no funcionó. Pero tienes que tocar las puertas porque este es tu país, aquí es adonde tú perteneces y aquí es donde se tienen que abrir las puertas. Si no eres conocido ni respetado en tu país, no te van a respetar en ninguna parte. Para tocar las puertas también hay que tener una obra. Y, sobre todo si es sólida, hay que seguir hasta que te las abran.

Comentaba por la televisión que si la radio y la televisión están en función de hacer famosos a los ya famosos el esfuerzo de las disqueras va a quedar en la nada. Son los que pueden cambiar ese tipo de historia, y tener también ese público que sigue el rock. Creo que aquí hay espacio para todos porque se produce tanta música que creo que debe haber espacio para todos. En el caso del rock, miro hacia atrás y vuelvo la vista al presente y muy pocas cosas han cambiado. Hay sus programas excepcionales, pero tal parece que dicen con eso es suficiente. No solo se está afectando el rock cubano, sino a los músicos que vivimos y sufrimos en este país.

En los últimos años es evidente, en algunos grupos, una estrategia de comercialización o sobrevivencia basada en las versiones, fundamentalmente a grupos extranjeros. Hay teóricos que profundizan en estas dinámicas y suelen verlas también como formas de dar curso a la nostalgia, de poner en contacto a quienes no lo hicieron presencialmente con una música de alta calidad que marcó determinada época. ¿Cómo crees que influye el fenómeno de los covers en el desarrollo de un grupo, de la escena local?

Respeto y tengo mucho apoyo de gente como los de la Vieja Escuela que hacen covers, pero están trabajando ya en función de su disco, de temas propios, y llegará el momento en que salgan a tocarlos. A veces soy un observador abstracto de la realidad y de lo que pasa con el rock cubano hoy en día, en sentido general, porque creo que a veces me quita un poco de energía tratar de buscarle respuesta a fenómenos como este.

Simplemente vengo diciendo hace unos años que es muy triste el momento crítico en que las bandas dejan de crear y creer en ellos como grupo. La parte más triste es que de repente un repertorio de una banda muy respetada contenga diez covers y dos temas propios. Hasta donde sé Anima Mundi, Tesis de Menta, la gente del metal se han mantenido, con excepciones por supuesto, en la defensa de una propuesta propia. Creo que tenemos que trabajar en tratar de revertir esta situación. Los lugares son pocos y exigen tocar versiones, y eso propicia que las bandas se sientan un poco desmotivadas por su música y que hayan descuidado su propia obra, que es lo que dejan al final del camino.

Ciertas bandas de covers sí serán recordadas, pero lo más lindo que hay para un creador es que te recuerden por una canción tuya, aunque haya 50 o 60 personas en un teatro, que escuchen tus canciones. Si arrancas un aplauso, es para tu banda.

Teniendo en cuenta la experiencia de Extraño Corazón, que ha logrado no solo ser reconocida aquí por el público rockero, sino fuera de la Isla también, sobre todo con sus presentaciones en España, ¿cuál crees que deba ser una propuesta de las bandas del patio para recomponer la escena del rock?

En el caso de Extraño Corazón ya éramos, digamos, una banda reconocida aquí antes de nuestro paso por España. Nos enfocamos solo en España, y dio sus frutos, aunque tuvimos consecuencias al regreso porque creo que abandonamos un poco al público cubano. Eso fue error que reconozco.

Lo de viajar y poder desarrollarse del “otro lado de la calle” de cierta manera puede cambiar la perspectiva de las instituciones hacia una banda, la forma de percibir al grupo en los medios, pero no creo que eso influya en el desarrollo del rock cubano como tal. Hay cosas que se comentan en siniestros pasillos de instituciones y tú no sabes qué va a pasar con el rock cubano a nivel social y cultural. Además, todos los cubanos quieran o no, en cierto sentido, son náufragos porque tú haces una mirada desde arriba, desde el espacio, y ves el puntico tan pequeño que eres con respecto al mundo y el sentimiento es de naufragio total, o sea, te vez solito en la isla como Robinson.

Son los nichos que puedan crear las propias bandas, independientemente de su camino profesional y filosofía creativa, lo que puede contribuir a impulsar el rock cubano hoy, y seguir incidiendo en la institución, es lo que se ha llamado colaboración en la escena, porque se trata de reconstituir un espacio propio.

La Vieja Escuela es un nicho. Están sirviendo de puente, y es el mejor lugar para ver lo que está pasando hoy, porque ellos han sido solidarios y han abierto el espacio para que otras bandas se presenten como Tanya, Tesis de Menta, Extraño Corazón, Athanai, creo que con él se estaba negociando para que fuera a tocar. ¿Habría que abrir un lugar para Extraño Corazón? Habría que buscar un lugar donde atrincherarnos y que vayan las personas que están interesadas en escucharnos. Además, habrá otras cosas. Pero lo vamos a hacer para tocar los fines de semanas.

Siendo un fiel navegante desde los 90, ¿cómo valoras la presencia en este disco de aspectos que responden más a un sentido moderno de hacer rock y metal y que vienen de las manos de Tiago Felipe? ¿Cómo crees que se reinventan a la altura de los años?

Hay que recordar una cosa que creo es la primera vez que lo digo en una entrevista: yo estaba haciendo un último disco. Lo hice todo el tiempo con ese sentimiento. Si yo siento una mosca que vuela, y la veo en el arreglo de la canción, se queda. Tiago tiene la frescura de la juventud, un talento increíble, y no es porque haya sido el productor del disco. Le daba luz verde para que me propusiera y lo que me funcionaba está ahí en el disco. Es un guitarrista de mucha velocidad y lo vigilaba todo el tiempo, nos reíamos cantidad con eso. Yo tenía hecha la estructura, nota por nota, por ejemplo, del solo de “Confesiones de un náufrago”; todo lo que era la parte melódica del solo de guitarra la hice yo, pero había dos compases que estaban libres. Tenía la idea de que ahí venía un pasaje rápido a guitarra y entonces le dije “vamos a grabar”, pero me metí tan adentro del pasaje melódico, que le quité la vista a Tiago y, de repente, sentí la velocidad que yo estaba vigilando, y lo único que pude hacer fue echarme a reír. Lo escuchamos otra vez, y así mismo quedó. No hubo toma dos, tres, cuatro. Así salió y ya está.


Javier Rodríguez junto a Tiago Felipe.
Foto: Cortesía del entrevistado

 

Es un disco que, a diferencia de los anteriores, tiene muchos matices, muchos colores, giros musicales. Siempre he sido fan al rock progresivo. Siempre ha estado en mí. Cuando descubrí Pink Floyd mi vida cambió totalmente. El primer disco que escuché fue el Dark Side of the Moon, y a partir de ahí he respetado y me he interesado mucho por el rock progresivo. En Extraño Corazón compongo mucho a partir de la guitarra acústica, el piano, en dependencia. Siempre he intentado, no sé de qué manera, que mis influencias no se reflejen de un modo palpable. Cada vez que hago una canción y el arreglo, dejo que los críticos sean quienes hablen sobre eso.

Con el primer disco, un crítico latino radicado en California, en Estados Unidos, de repente nos compara con Leornard Cohen. En ese momento desconocía quién era, y cuando lo escuché para nada se parecía, pero él lo decía por la parte de la poesía, la manera de hacer las canciones. Confesiones de un náufrago fue muy espontáneo en el sentido de que, en ciertas canciones, me permitía hacer los arreglos más sinfónicos que tenía en mi cabeza, y dejé que Tiago desarrollara todo eso. Tiene un arreglo orquestal muy grande. En el concierto hice algo más minimalista, a piano, a guitarra, a voces. En vivo no voy a intentar reproducir cada cosa que se hizo en el álbum, para eso tendría que hacer un concierto en un teatro, que es donde tecnológicamente están las condiciones para reproducirlo textualmente. Como para mí el mañana no existía, todo lo que vi y concebí lo puse ahí. Es para que la gente lo escuche en su casa y con el mejor equipo de sonido que pueda, porque hay discos que vale la pena escucharlos así, para que puedan apreciarse todos los detalles que pusimos.

En Extraño Corazón, a mi modo de ver, hay un fuerte sentido de la crónica. Es muy interesante que con personajes que rodean bares, cantinas, armados o desarmados por las pasiones, se aborden historias íntimas y, a la vez, cuestiones relevantes del escenario cubano.

Tiene que ver con los compositores, ese círculo de compositores que he mantenido cerrado. Sin mentirte, por mi casa han pasado unos 200 o 300 compositores en todos estos años. Pero  muchas de esas propuestas las he visto muy infantiles o muy políticas. En fin, no les he visto posibilidades dentro de la banda. He mantenido el círculo cerrado con Iván Leyva, Miguel de Oca, Roberto Fajardo y yo. No solo porque ellos fueron miembros de la banda y saben cómo se respira dentro de Extraño Corazón, sino porque saben lo que va a pasar después con sus canciones.

Cada uno tiene influencias muy diferentes, por ejemplo, Miguel de Oca toma mucho del country; Iván es más abierto a todas las músicas; Roberto es más country que yo, más setentero, por llamarlo de alguna manera. El más heavy metalero soy yo. De hecho escucho más metal que pop o algo similar. A veces, cuando hemos abierto en festivales y después de nosotros han venido grupos fuertes, hemos apretado la distorsión de las guitarras y la banda ha sonado realmente metalera, lo que nos ha traído ciertas críticas por parte de los más puritanos dentro de los críticos: “sonaron muy metaleros”, nos han dicho.

Las canciones de Extraño Corazón tienen ese don de que las puedes llevar a otros extremos que no son precisamente los arreglos originales. Es el caso de un tema como “Hooker blues”, que la versión original es un country blues muy suave, muy bien para canciones de bares como decimos nosotros y, de pronto, en este nuevo disco coge un aire sinfónico, un aire de rock progresivo que creo que los seguidores de Extraño Corazón y los que no conocen a la banda lo van a agradecer de cierta manera.

Nosotros no trabajamos la música buscando dádivas. Creo que el que componga por dinero o pensando en tener éxito ya por ahí va mal. Aunque está mal que yo lo diga, toda la música del grupo busca ser honesta, desde un sentimiento de autenticidad, porque además somos rockeros. Muy dentro de mí esa filosofía de vida, el friki que llevo adentro, sigue vivo. A mí no se me olvida de dónde vengo antes de pararme en un escenario y se me respetara. Hasta los días de hoy eso se ha mantenido en cada una de las canciones, independientemente de que la selección ha sido muy rigurosa porque siempre me ha gustado que tengan dos o tres niveles de lectura, aunque hay algunas que no lo necesitan.

En el disco Confesiones de un náufrago, una canción que en apariencia sencilla es “Adiós te digo, te digo adiós”. Ahí hay como cuatro o cinco mensajes para diferentes generaciones y tengo la fe de que el oyente va a descubrirlos. Creo que el valor de Extraño Corazón, independientemente de la parte poética de las canciones, es que cada una de ellas tiene diferentes niveles de lectura.

En la banda, la presencia de la guitarra acústica también ha ayudado a otorgarle compositivamente un sello, una distinción dentro del contexto rockero nacional, lo que, siguiendo el panorama de todos estos años, lleva a decir que cada grupo ha generado su aura propia…

La guitarra acústica le da un color muy bonito a cualquier banda, no solo a Extraño Corazón. En el caso del grupo nos marcó desde el inicio porque comenzamos siendo un dúo, luego un trío, luego un cuarteto y a guitarras acústicas. Adondequiera que nos presentábamos era con la guitarra acústica. Estábamos en pleno periodo especial, la falta de fluido eléctrico era diaria, y entonces eso nos daba una movilidad que no tenían otras bandas. Cuando llegábamos, por ejemplo, al Patio de María, todos los rockeros nos decían: “¿cuándo van a poner una batería, un bajo?” Bueno, cuando llegue la corriente seguro lo vamos a hacer… A pesar de eso, al final lo hicimos. Y no solo bajo y batería, sino teclados, violines, y todo lo que se nos ocurrió en aquella etapa.

Pero creo que el sonido acústico tiene su encanto, de hecho, en las grandes bandas a nivel internacional comenzó una furia hace unos años atrás y todo el mundo hacía conciertos así, y se grababan discos. Con los llamados unplugged muchas bandas renacieron. El mismo caso de los Kiss, de los que se dice tienen uno de los mejores unplugged grabados hasta la fecha… los unplugged de Scorpion, de Nirvana. Hay unos cuantos conciertos acústicos que la gente escucha como si fueran lo más grande.

Extraño Corazón sin guitarra acústica también puede funcionar. Hay temas en el disco donde no toco la guitarra acústica. En vivo a veces también cojo una guitarra eléctrica en dependencia de las circunstancias, y ese día no se toca con la acústica. Pero yo creo que sí, que le ha dado su sonoridad especial.

También pienso que Extraño Corazón ha ayudado a que se entienda mejor concepciones sobre lo folklórico en el rock cubano…

Todavía se discute si existe un rock nacional, si existe un rock cubano. Hay colegas que todavía dicen que hacemos rock anglosajón. El fenómeno como el de Extraño Corazón dentro de la música cubana fue y sigue siendo atípica dentro del espectro sonoro cubano. El sentimiento folk ha estado en todos los discos. En Bitácora también, en una canción que se llama “Cerrando los bares”. Esa presencia marcó nuestras raíces y en este disco también está.

Dentro de las cosas futuras, en un sitio que se preste para eso como el de Bellas Artes o la sala Che Guevara de Casa de las Américas me gustaría hacer un concierto lo más acústico posible, aprovechando la presencia del músico noruego Ove Brun, quien toca la mandolina, el banjo.

De hecho, recuerdo haber visto muy emocionado a Brun en el concierto de Bellas Artes mientras tocaba la mandolina y las voces anunciaban el regreso de Jessie Rainbow. Háblame un poco más de este personaje místico de Extraño Corazón.

Jessie Rainbow llegó a convertirse en un miembro más de la banda. Era una etapa muy folk dentro del grupo, yo era el más heavy metalero y Miguel de Oca, el más country, un día me dijo: “voy a ser un country para que tú veas”. Fue como un juego, como una competencia y de ahí nació la canción “El inútil sueño de Jessie Rainbow”. Después de mucho tiempo alguien dijo que tenía mis iniciales y era yo, pero no, Jessie Rainbow se convirtió en un personaje que casi tenía rostro para nosotros porque la gente cuando no se acordaba del nombre de algunos de los músicos gritaba: “oye, Jessie  Rainbow”, e instintivamente todo el mundo miraba a quien nos estaba llamando.

Después le hice una segunda canción que se llama “El regreso de Jessie Rainbow”. En este disco, como supuestamente sería una despedida, en la canción “La pipa de la paz” es Jessie Rainbow el que regresa y el que empieza a contar cosas. Se había fumado la pipa de la paz y estaba contando, rememorando lo que quería y no quería para sus hijos. Es un personaje muy querido para nosotros. Viene siendo como el Eddie para Iron Maiden, algo así. Es un personaje todavía en Extraño Corazón.

Con la nueva tripulación reunida y el espíritu “vikingo, forajido, de poeta maldito” de Jessie Rainbow, ¿hacia dónde se dirige Extraño Corazón?

La estrategia de Extraño Corazón ahora mismo es y será dar un paso a la vez. Cada vez que llegamos a una meta nos miramos de nuevo, nos quedamos aquí porque, si es un final, que sea el mejor. Por ejemplo, tras el concierto de Bellas Artes nos miramos y dijimos: vamos a dar el siguiente paso. Así será en lo adelante. No va a ver planes futuros, falsas expectativas. Que las cosas vayan pasando en un estado natural.

Ya están pasando cosas. Estamos filmando como un documental sobre el disco. Tiago Felipe se ha encargado de la realización, la producción y la edición. Está la perspectiva de una inmediata gira por Cuba antes de que acabe el año. Quiero viajar con los cinco músicos que integran oficialmente la banda, porque también está el caso de Alain Michel García (tecladista) que es casi el sexto miembro de Extraño Corazón, y el violinista Cristopher Simpson. Hay que ver la tripulación que pueda reunir para esa serie de conciertos que van a ser tan importantes como la presentación del disco en Bellas Artes.