Contratenor: una voz de la sombra a la luz

Ubail Zamora Muñoz
13/10/2016

Cautivadora para muchos, para otros, extraña y polémica; sin embargo, para quienes la han escuchado, nunca ha pasado inadvertida la voz de un contratenor. La historia le ha brindado momentos de esplendor y de silencio, y es a veces increíble que haya sido desconocida por estudiosos e interesados en la materia musical. Las enciclopedias definen al contratenor como un hombre que canta con timbre femenino, y aunque la explicación no está del todo desacertada, este vocablo, musicalmente hablando, es mucho más abarcador. 
Las enciclopedias definen al contratenor como un hombre que canta con timbre femenino, y aunque la explicación no está del todo desacertada, este vocablo, musicalmente hablando, es mucho más abarcador.  

Desde finales del siglo XIII en adelante, este término designaba una voz, en la música polifónica, que complementaba la parte de tenor, que hasta ese momento abarcaba el registro más grave dentro de la tesitura masculina. Esto fue motivo de discusiones entre los estudiosos, pues el prefijo contra dividió la acepción en contratenor basus y contratenor altus provocando confusiones. Ya en la época de Guillaume Dufay el primer término describió a la voz que conocemos actualmente como bajo y la segunda se designó para la tesitura de alto. En Inglaterra, en los escritos de principio del siglo XVI, esta forma aparece definida tal y como la conocemos actualmente. El término contratenor se empleó entonces para denotar la línea que iba una tercera por encima de la del tenor. El repertorio, sacro y secular, era escrito para contraltos masculinos que utilizaban normalmente la técnica del falsete o la voz de cabeza, mezclándola con la voz de pecho para lograr amplitud en el registro grave. En países y períodos diferentes, a esta voz la llamaron de formas diversas: “contratenor”, “alto”, “contraltista o altista”, “falsetista”, “contralto masculino” o “haute-contre".


Fotos: Kike

Se ha creído que esta voz de alto masculino fue un fenómeno exclusivamente inglés; sin embargo, se cultivó de forma diversa en distintos lugares del mundo, y fue parte importante en el desarrollo de la música occidental. Famosa fue la escuela española de falsetistas, quienes con un método muy particular invadieron los coros europeos por la increíble facilidad que tenían para abordar las agudas voces de soprano, encargadas normalmente a los niños, ya que a las mujeres se les tenía prohibido cantar en los templos. El uso de esta voz en forma solista preponderó en Bretaña a finales del siglo XVII, coincidiendo con la llegada de los primeros castrados empleados para la música sacra, y alrededor de 20 años antes del arribo de los de castrados operísticos, cerca de 1707.

Durante el período en el que brillaron los castrados en el continente europeo,  el contratenor se vio confinado a los coros casi hasta su extinción. En Inglaterra, sin embargo, llegaron a alternar entre estos y las prima donnas, que se dedicaban al oratorio y la música sacra. Georg Frideric Handel, por ejemplo, los utilizó en varios de sus oratorios y escribió para ellos algunos de sus solos más importantes. Bach y Telemann consideraban la voz  de contratenor masculina mucho más esbelta y transparente que la de contralto femenina, precisamente porque es una voz aguda y no grave. Por eso corresponde también idealmente con la de niño soprano. Hacia el siglo XIX, casi desaparecidos por completo de Europa, sobrevivían en algunos coros como el de la Capilla Sixtina conviviendo con los castrados, ya también en vía de extinción. Las féminas inundaban los teatros de ópera y su presencia se imponía ante repertorios cada vez más veristas en la escena, ya alejada de asuntos mitológicos e inmersa en pasiones románticas que necesitaban la credibilidad visual y auditiva de un público musicalmente cambiante.


 

No es hasta la llegada de Alfred Deller (1912-79), contratenor inglés, que resurge esta forma de canto como solista, seguido estrechamente por John Whitworth y, en Norteamérica, por Russell Oberlin. A partir de este momento, el contratenor fue ganando su espacio dentro del mundo musical a tal punto que, autores contemporáneos de renombre como Britten, Orff, Berstein, Glass, Otvos o Preistner, crearon obras inspirados en su sonoridad. Ya en la segunda mitad del siglo XX surgieron nuevas voces, escuelas estilísticas y, sobre todo, se recuperó el repertorio escrito originalmente para esta cuerda, aunque también fueron apoderándose de aquel concebido para los castrados.
Como todos los tipos de voces, el estilo vocal del contratenor, su timbre y carácter se han ido ajustando para satisfacer los cambios en la moda musical.

Como todos los tipos de voces, el estilo vocal del contratenor, su timbre y carácter se han ido ajustando para satisfacer los cambios en la moda musical. No han sido pocas las controversias que desde finales del siglo XX se han creado al intentar particularizar este tipo vocal dentro un género específico o período, tratando de limitarlo. Sin embargo, se ha desarrollado abarcando obras desde el medioevo hasta la actualidad, diversificándose dentro de la música folclórica y popular, y creando íconos dentro del pop y el rock, aunque técnicamente no sepamos que muchas estrellas como Michael Jackson, The Bee Gees, Justin Timberlake o Freddie Mercury han cantado en el registro de contratenor.


 

América Latina y Cuba no estuvieron ajenas en su época colonial al uso de estas voces. La capilla musical de Esteban Salas contó con niños sopranos y contratenores para la interpretación de sus obras; también Juan París, Cayetano Pagueras y otros compositores del repertorio sacro de la Isla tuvieron exponentes de esta vocalidad entre los intérpretes de sus piezas. Durante el siglo XX la música popular ofreció claros ejemplos en las voces de Ignacio Elejalde, el falsetista del cuarteto Los Zafiros, y Armando Garzón, cantor y bolerista santiaguero, entre otros. La recuperación de esta forma vocal, concepción y repertorio originales ha ido tomando auge en agrupaciones nacionales de prestigio como los Conjuntos de Música Antigua Ars Longa, El Gremio, Exsulten o Cantabile, y ha sido en gran parte el objetivo básico de la Camerata Vocale Sine Nomine, ensemble que dirige la maestra Leonor Suárez Dulzaides. Su singular formación ha inspirado a compositores que han escrito obras de diverso tipo atraídos por su interesante formato. La utilización de las voces de contratenor ha ido renaciendo con nuevos bríos en estas agrupaciones y, sobre todo, de forma solista, recuperando un espacio que existió en la historia de nuestra música y trayéndolo a la luz de la contemporaneidad con una nueva visión.


 

El primer intento para atraer masivamente a nuestro público hacia este registro tan particular ocurrió en el Festival Les voix humaines durante 2015. La Oficina del Maestro Leo Brouwer le consagró un lugar importante dentro de sus conciertos y un primer certamen dedicado concretamente a esta voz, que no sería más que el preámbulo de lo que ocurriría este año en La Habana, con el Festival Contratenores del Mundo. Por primera vez un evento musical se dedica específicamente a la voz de contratenor en todo el orbe, como una fiesta que ha puesto los ojos del planeta una vez más sobre esta Isla. Desfilaron por nuestras salas primeras figuras de esta tesitura, para mostrar cuán rico puede ser el espectro vocal y estilístico de quienes asumen este registro y la diversidad de los repertorios que se pueden defender, algunos quizá impensables hace pocos años. Un nuevo concurso mostró el estado de quienes defienden este timbre, donde Cuba brilló particularmente frente a representantes de México, Argentina, Colombia y Panamá. Un motivo más para agradecer eternamente a Leo Brouwer, Isabelle Hernández y todo el equipo que los acompañó durante estas jornadas que hicieron vibrar a los amantes de la música plena, esa que ensancha el alma y regocija el intelecto.