Cosas del corazón

Yoamaris Neptuno Domínguez
23/7/2018

Al faltarle 20 minutos a las 6 de la tarde del jueves 19 de julio, me encontré con una amiga justo frente a la Plaza de la Revolución. Ambas estábamos bien apuradas. Ella corría porque, si demoraba, el transporte de regreso a casa la dejaba;  yo porque quería llegar temprano al concierto de Ivette Cepeda.

Solapín en mano —que me acredita como trabajadora del nivel central del MINCULT— pedí permiso y logré ser reconocida por especialistas de la Biblioteca Nacional y posicionarme dentro del teatro, en primera fila.

Afuera, un público impaciente y algo exaltado; al que hubo que pedir paciencia y comprensión. Hasta fuimos testigos de amenazas de escribir al periódico ¡¡¡Granma!!!

Cuando llegó Ivette, con una ternura increíble, pidió dar la bienvenida personalmente a cada uno de los asistentes. Así saludó a uno por uno, le dio las buenas tardes y les agradeció por estar. 


Llegó Ivette, con una ternura increíble. Foto: Cortesía del autor
 

Subió al escenario y acompañada por José Luis Beltrán en la guitarra, fue tejiendo un concertazo de 12 temas, por más de una hora. No faltaron sus ya acostumbradas, palabras intermedias que nos llevan a la reflexión, como el nombre del grupo que lidera hace ya 10 años. 

Un recuento de canciones tarareadas por los espectadores, que arrancaron aplausos, lágrimas, expresiones de aliento y esperanza, con el amor como hilo conductor; que se vuelve definitivamente imprescindible para enfrentar los obstáculos que nos pone la vida, como seres humanos llenos de aspiraciones.

Una vez más, Ivette demostró que se es mejor con el hacer que con el decir. Su canto angelical, su palabra oportuna, su abrazo sin distinciones, la hacen acreedora de un don especial capaz de sacar ese lado bueno, esas cosas del corazón.