Beatriz Romero también canta. Lo hace con todo el cuerpo. Se presenta como intérprete de lengua de señas, pero es más que eso. Beatriz ofrece los sentimientos, tomándose como puente, para que quienes no pueden escuchar las canciones que canta Rozalén también las sientan y para que quienes sí pueden, se “bañen” de las emociones que comparte.

“Compartimos protagonismo”, aseguró Rozalén cuando introdujo a Bea —así le dice—. Y tiene razón. No es que Beatriz repita con su rostro y su cuerpo lo que Rozalén canta… no. Es que Beatriz hace suya la canción al instante y la devuelve diferente. Sus ojos, sus cejas, sus manos, sus pantorrillas, sus caderas, sus orejas, sus pies… todo ella canta.

“No es que Beatriz repita con su rostro y su cuerpo lo que Rozalén canta… no”.

Lo que sucede es que esta mujer, dueña de un preciso y precioso don, es extraordinariamente tímida, y mostrarse extrovertida, cantando a través de cada poro de su piel y en cuanto gesto realiza, es la manera que tiene de dejarse fluir.

“Beatriz hace suya la canción al instante y la devuelve diferente. Sus ojos, sus cejas, sus manos, sus pantorrillas, sus caderas, sus orejas, sus pies…todo ella canta”.

Accedió a conversar tras la primera gala de premiados del Cubadisco 2023. Todavía estaba conmovida por el galardón en la categoría de Internacional que Rozalén se lleva a casa, en nombre de todos los que la acompañaron. Y sus ojos se inundaron cuando le comenté mis impresiones de su trabajo en el concierto que ofrecieron en el Teatro Nacional.

Del trabajo de mi vida he pasado al trabajo de mis sueños, y no me lo imaginaba. Por eso quiero disfrutarlo al máximo, porque puede que un día ya no guste mi presencia. Realmente Rozalén no me necesita. Ella puede cantar a oscuras y será un regalo mágico. Su voz preciosa y el contenido de sus canciones es suficiente para conectar corazones y almas. En todo caso, mi trabajo es importante para un grupo de personas que no puede escucharla cantar, y que, de alguna manera, la escucha a través de mí.

“Del trabajo de mi vida he pasado al trabajo de mis sueños”.

Eres un show, Beatriz… no lo puedes negar.

Ya sé. Estudié en una escuela de circo, tengo formación como payaso, como mimo y he trabajado mucho lenguaje corporal, interpretación danzaria, entre otras disciplinas similares. Intento mezclarlo todo porque es parte del divertimento de hacer lo que te gusta.

“Rozalén y yo nos conocimos en Bolivia y a modo de juego empezamos a combinarnos”.

Rozalén y yo nos conocimos en Bolivia y a modo de juego empezamos a combinarnos, o sea, ella cantaba mientras tocaba la guitarra y yo interpretaba las canciones, con mi nariz roja de payaso… Mira las vueltas que da el planeta, ahora me dedico a trabajar con ella.

“Eres como una bailarina”, me dicen. Y lo agradezco, pero en realidad prefiero pensar que comunico. Y existe una parte del mundo que lo necesita de esta forma.

“‘Eres como una bailarina’, me dicen. Y lo agradezco, pero en realidad prefiero pensar que comunico”.

Cuenta Beatriz que Rozalén compone a solas, y al final, cuando tiene listas las canciones, se las envía “porque dedico mucho tiempo a pensar cómo adaptar de la lengua oral a la lengua de señas para mantener la visualidad poética, el sentido de la canción, y hacerle justicia a lo que ella canta”.

Somos amigas verdaderas, de esas que tienen una empatía bestial. Y a veces, sin ponernos de acuerdo, ella improvisa en el escenario y yo la sigo. Ella tampoco puede cantar sin mover alguna parte de su cuerpo, así que explotamos nuestra combinación como recurso expresivo.

Es como si escribiéramos poesía a cuatro manos. Y el resultado está ahí, aplaudido en muchas partes del mundo. Sin embargo, lo más importante es el goce que sentimos al regalar el arte de esta manera.

“Lo más importante es el goce que sentimos al regalar el arte de esta manera”.

2