Cuando el ego doblega a la lucidez (o respuesta a un joven dramaturgo)

José Ángel Téllez Villalón
15/1/2021

Mis más cercanos compañeros, no me dejarán mentir; en un principio yo defendía a Yunior García Aguilera. Lo representaba como un joven de estos tiempos, irreverente y con criterios. Un artista holguinero que dio sus primeros pasos en el mundo del arte con el apoyo de la AHS, graduado de la ENA, en la especialidad de Actuación, y del ISA, en la especialidad de Dramaturgia, que se desmarcó públicamente de las posiciones más recalcitrantes del llamado MSI y que se autoproclamó revolucionario, después de protagonizar la sentada del 27N. Que compone un himno rebelde en un P4 y que dice querer solo eso, dialogar, para cantar su propio himno.

Aunque no entendía, por qué, si consideraba al Mincult como un interlocutor válido y estuvo entre los primeros en reclamar un encuentro con el Ministro, se rehusó a participar en el 5D, en la primera sesión de diálogos de la máxima Dirección del Ministerio con jóvenes artistas e intelectuales, celebrada en el Teatro Abelardo Estorino de esta institución.  Lo estimé compulsado a alinearse a la moda, a la moral de moda, de manifiestos, con los que lo aupaban con un ¡Bravo, Yunior!, que todo artista agradece. Me pregunté: ¿Por qué mostrarse transidos por un compromiso ético con los que apenas conocieron hace un mes, por las redes, y atacar, sin piedad, a los que, por mucho más tiempo, han acudido para concretar proyectos y sueños compartidos? ¿Será un afán de protagonismo que no satisface en el teatro? ¿Por qué ser voz de un movimiento político y no de los jóvenes de su gremio?

Y seguí creyendo, pero más que en la honestidad de sus planteos, en las enseñanzas de Fidel. En el líder que el 30 de junio de 1961, poco después del ataque mercenario de Girón y cuando —como acaba de recordar Silvio Rodríguez—, “en las lomas de las tres principales cordilleras de Cuba había actividad guerrillera contrarrevolucionaria, a la que los aviones norteamericanos dejaban caer armas, pertrechos y equipos de radio en paracaídas”, sentenció: 

“Nadie ha supuesto nunca que todos los hombres o todos los escritores o todos los artistas tengan que ser revolucionarios, como nadie puede suponer que todos los hombres o todos los revolucionarios tengan que ser artistas, ni tampoco que todo hombre honesto, por el hecho de ser honesto, tenga que ser revolucionario. Revolucionario es también una actitud ante la vida, revolucionario es también una actitud ante la realidad existente. Y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla: por eso son revolucionarios”.

Fue parte de sus “Palabras a los Intelectuales”, de las que se extrae, se tergiversa, solo una frase, con la que el líder histórico reflexionó en torno a la intervención de uno de los participantes, sobre “si él podía hacer una interpretación desde su punto de vista idealista de un problema determinado, o si él podía escribir una obra defendiendo esos puntos de vista suyos”.

Fidel le respondió que la Revolución debía aspirar a que marchasen junto a ella “no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios”. “La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”. La Revolución, debía comprender a ese sector, de artistas honestos, y propiciarle un campo donde manifestarse.  Y de ahí pasó a la definición más polémica de su discurso, a una fórmula de movilización inclusiva y que ha sido guía para la política cultural desde entonces: "Esto significa que, dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella".

Nada que ver con esa excluyente frase del fascista Mussolini: "Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado" que seguro alguien muy mal intencionado le dictó al joven dramaturgo. Como esas difamatorias acusaciones y relatoría de oscuridades y manchas, que acaba de concentrar en un reciente post en su muro de Facebook y que motivaron a Silvio Rodríguez, a plantear:

“Es triste que alguien de 20 y pico de años escriba sobre la historia de nuestro país sin conocerla de verdad, repitiendo lo que ha leído en libelos y en artículos de otros que tampoco la vivieron y que a su vez leyeron y repitieron la misma cantinela. Por eso, también me parece triste que un compañero querido tan orondo traiga escritos que lo que hacen es repetir a varias generaciones de vivencias de terceros, a veces contadas sesgadamente, intencionadamente. Yo trabajé en la revista Verde Olivo. Yo estaba hecho y derecho cuando alguien llamado Leopoldo Ávila publicó algunos artículos impugnando a Heberto Padilla. Pero decir que `Desde las páginas de esa revista se intentó asesinar la reputación de cuanto artista o intelectual cubano expresara la mínima crítica al poder´, cuando menos, es una exageración”.

“Cuando el ego doblega a la lucidez (o respuesta a un joven dramaturgo)”.
Foto: Internet

 

Frente a la alusión del joven dramaturgo del miedo de Virgilio Piñera, por una supuesta “pistola sobre la mesa”, El Necio Trovador compartió que a los muchos participantes de aquel encuentro que conoció después jamás les escuchó decir que Fidel pronunció aquel discurso con una pistola encima de la mesa. “Para mí —añadió Silvio— ese es un símbolo que alguien usó con mala leche y el desconocimiento de algunos, la ingenuidad de otros y la leche agria de terceros hoy quisiera convertirlo en historia. Doy fe de que jamás escuché decir eso absolutamente a nadie de los muchos presentes en aquella reunión que conocí. Fidel era un revolucionario, pero también era un intelectual. Las armas más poderosas que tenía eran sus ideas”.

“Dentro de la Revolución” significaba, estar dentro del tránsito hacia el reino de la justicia. Como lo definió Fidel, la Revolución debía entenderse: “como un camino de perfeccionamiento, como un camino incesante de avance hacia la justicia, como un camino incesante de avance hacia la hermandad, como un camino incesante hacia la solidaridad, hacia el amor entre los semejantes, como un camino incesante hacia la felicidad”.

Aquel día tan temprano como el 17 de marzo de 1959 Fidel compartió con las jóvenes “instructoras revolucionarias”, lo que después reiteró en la Biblioteca Nacional. El deber de la Revolución, para aquel que no es amigo ni enemigo, es convertirlo “no en enemigo, sino en amigo y en un revolucionario”. “El deber de un revolucionario es conquistar, el deber de un revolucionario es ganar; el deber de un revolucionario es persuadir, fortalecer incesantemente la Revolución y no debilitarla incesantemente; y hay gente que tiene maneras tan odiosas que lo que hace es ganarle enemigos a la Revolución y amigos a los enemigos de los Revolución”. Un concepto de movilización, política y ética, muy cercano al de José Martí.

¿Por qué solo las manchas del sol? ¿Por qué drenar los venenos de otros, un joven artista con respaldo institucional, con un discurso crítico y que no tiene experiencias de censuras? ¿Por qué lastrar su tránsito hacia la cumbre intelectual de Lezama y Piñera, e intoxicarse con resquemores prestados? ¿Por qué, frente a un camino pletórico de realizaciones concretas a favor de la cultura y del arte contemporáneo, solo señalar el quinquenio gris o la UMAP? ¿Por qué mencionar a los pocos que se fueron y no a los muchos que decidieron quedarse o “se fueron quedando”, haciendo obras? ¿Por qué congelar y publicitar las censuras y los errores, y no las rectificaciones o restauraciones?

Antón Arrufat se mantuvo en Cuba y se ha publicado su obra. De Lezama Lima se reeditan sus obras, y muchas de las investigaciones y ensayos sobre su legado son presentados en las Ferias del Libro; en el 2010 se celebró su centenario con la participación de varias instituciones culturales. Por igual circula la obra de Virgilio Piñera y se siguen montando sus textos por nuestros subvencionados grupos de teatro. Los herederos de Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante son los que no han autorizado la publicación de sus obras.        

Para ser justo y martiano, como dice ser el joven dramaturgo, debería informarse más. Como recordar deberían, los que le susurran al joven, todo lo que ha hecho la Revolución por la cultura. Y contrastarlo con la desatención que tenían las instituciones y los artistas durante la “República de papel” de 1902 a 1958. La deplorable situación que denunció Jorge Mañach —quien había fundado en 1934 la Dirección de Cultura—, en un artículo publicado en Bohemia, en diciembre de 1947, bajo el título de “Feria y farsa del Libro”, donde señalaba, “no se cree en la cultura, peor aún: no se quiere creer en ella. No se protegen sus zonas de creación por lo mismo que no se ampara en su zona de enseñanza. La cultura en general es un estorbo”.

Recordar que, en la Declaración de los intelectuales y artistas, del 28 de enero de 1959, la vanguardia artística intelectual cubana calificó al Triunfo Revolucionario como “el instante más hermoso de nuestra historia republicana, cuando parece que todos los sueños de regeneración patria van a cumplirse, porque ha sido siempre el más vivo anhelo de los hombres creadores de nuestro país, la vinculación entrañable de la historia y el espíritu”. Entre las valiosas ideas que recoge el documento considero pertinente actualizar este llamado: “Debemos renunciar a cualquier hecho externo que enfile la cultura hacia la dimensión lujosa, mundana o de simple espectacularidad”.

Yo le creí lo de “revolucionario” hasta que ciertos datos y comportamientos me fueron informando, hasta que el también actor se fue desviando de mi representación, hasta que lo vi escenificando un guion poco lúcido, incoherente, con muy groseros parches, que parecía escrito por otros, más viejos y con más resentimientos. Hasta que lo leí en Diario de Cuba, en un pastiche donde su amigo Pin Vilar hizo el papel de entrevistador y le preguntó lo que ya sabía. En una construcción, ya cantada, con la que se pretende armar con tres (Luis Manuel Otero, Carlos Manuel Álvarez y el propio Yunior García) al Václav Havel Cubano. Una, otra entrevista más, como después descubrí entre las tantas concedidas a la escandalosa tribu del periodismo (in)dependiente. A esa altura, ya había cambiado su perfil, la fachada de la casita donde nació Martí por Yunior “sentado en el contén del barrio”.    

Su reactivo desenfreno, su postura de vocero de activistas, más desafiante que dialogante, terminaron por apuntalar la lógica de su comportamiento. Se trata de un oscuro antecedente que ya venía circulando en las redes y que el Dr. Ernesto Limia acaba de incluir en su documentada cronología De patria y cultura en tiempos de Revolución.

Del 12 al 14 de septiembre de 2019, Yunior García asistió a uno de los talleres del proyecto Diálogos sobre Cuba, como parte del programa de formación de liderazgo que organiza la NED, realizado en Sant Louis University-Madrid Campus, institución jesuita estadounidense vinculada al ejército, en la que se enseña en inglés y completan estudios los soldados acantonados en Madrid. El taller fue coordinado por las politólogas Laura Tedesco y Rut Diamint, quienes  se habían cuestionado, poco antes, en un artículo publicado el 2 de mayo de 2019 en openDemocracy —sitio británico financiado por Open Society y la Fundación Ford: “¿Piensan los miembros del Partido Comunista y los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR) que podrán mantener la estabilidad política y la paz social en medio de un estancamiento económico que puede agravarse cuando el régimen venezolano colapse completamente?”

Uno de los conferencistas del Taller fue, nada más y nada menos, que Felipe González, “un hombre que asumió la dirección del Partido Socialista Obrero Español gracias al auxilio de la CIA y la Inteligencia franquista, y luego de asumir la presidencia del país creó en octubre de 1983, y dirigió con el seudónimo X —como revelan documentos desclasificados por la CIA—, los Grupos Antiterroristas de Liberación que por cuatro años secuestraron, torturaron, asesinaron y enterraron en cal viva a 27 presuntos militantes etarras en territorio de Francia”. Junto al joven dramaturgo, participaron en la capacitación como activistas los recalcitrantes contrarrevolucionarios Manuel Silvestre Cuesta Morúa y Reynaldo Escobar (esposo de Yoani Sánchez), y la más joven Yanelis Núñez Leyva cofundadora, junto a su expareja Luis Manuel Otero Alcántara, del irrespetuoso Museo de la Disidencia en Cuba. 

Mucho tiene que documentarse Yunior García. Silvio y otros foristas en Segunda Cita, le recomendaron algunos textos. Muy esclarecedoras, sobre todo en relación al “Quinquenio gris”, son las conferencias organizadas, celebradas a inicio del 2007, por el Centro Teórico Cultural de Desiderio Navarro y publicadas bajo el título: La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión. Allí se deja muy claro la postura crítica del Mincult, en la figura del entonces Ministro Abel Prieto, con respecto a ese período y el apoyo institucional a los intelectuales que   protestaron por la aparición en la televisión de exdirigentes culturales asociados al dogmatismo y la censura.          

Como afirmara el lúcido intelectual Alfredo Guevara: "La primera pauta, la premisa primera para alcanzar un mínimo de lucidez es conocer la realidad tal y cual es. No edulcorarla, no admitir tamices que puedan o embellecer o afear la realidad. Hay que conocerla con exactitud. No se puede transformar la realidad sin conocerla a fondo. Eso exige ante todo cercanía a los seres humanos, porque la realidad de las paredes que se están cayendo o que surgen esplendorosas no es la realidad. La realidad es el ser humano, uno a uno, no convertido en grupo sino uno a uno".

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