Eusebio Leal fue un profundo conocedor de la historia de Cuba y de sus protagonistas. En su oratoria, lograba dibujar con palabras perfiles vívidos de héroes, heroínas y hechos históricos. Tenía la capacidad de hacer sentir a los que le escuchaban la sensación de participar en una carga al machete o en un fiero combate naval. Todo ello era fruto de largas meditaciones y encomiados estudios, los cuales encontraban en su singular interpretación una novedosa manera de vivir y contar el pasado.

Pero pocas cuestiones lo hicieron vibrar tanto como la vida y obra de José Martí. Si se realiza una revisión crítica del pensamiento de Leal, es recurrente hallar el culto y la evocación a Martí. El Maestro se torna una constante, una especie de espiral infinita a la que volvió siempre con fuerza mayor, como una verdad, una certeza.

Leal reveló en múltiples ocasiones que su primera experiencia en un museo estuvo relacionada con el Héroe Nacional. Fue un 28 de enero cuando, siendo un niño, peregrinó junto a otros infantes como él —“con una pequeña rosa blanca de papel en la mano”[1]—, a la Fragua Martiana, al Parque Central y a la Casa Natal.

“Si se realiza una revisión crítica del pensamiento de Leal, es recurrente hallar el culto y la evocación a Martí”.

En la Fragua experimentó un hondo sentimiento. Escuchó, en la voz dulce y pausada de un señor vestido de blanco, la vida sacrificada de Martí, desde su infancia hasta su transfiguración absoluta como Apóstol de la independencia de Cuba. Ese hombre, que logró despertar en Eusebio el culto martiano, era Gonzalo de Quesada y Miranda, destacado estudioso del héroe de Dos Ríos, hijo del fiel albacea de este, Gonzalo de Quesada y Aróstegui.

Aún más fuerte, contó, resultó la impresión de llegar a la casita de la antigua calle Paula y ascender por la estrecha escalera hasta la pequeña habitación, donde nació el Maestro en la fría madrugada habanera de enero de 1853.

Leal visitando la Casa Natal de José Martí. Imágenes: Alexis Rodríguez

Le interesaba a Leal reparar en el hecho de que Martí, el más universal de los cubanos, fuera habanero y que su vida transcurriera en la ciudad capital del país. La Habana decimonónica, con sus murallas y castillos, el gran campo de Marte, el Paseo del Prado con el Teatro Tacón y los cafés de la acera del Louvre, dejaron profunda huella en el joven Martí. Sin embargo, nada marcó tanto su vida y su espíritu como los horrores que soportó siendo prisionero en las canteras de San Lázaro.

Leal tenía un perfil muy nítido de Martí. A su decir, el Maestro poseía un fuerte carácter, de ideas fijas, obsesivo en lo que anhelaba y con una férrea voluntad, muchas veces puesta a prueba durante su corta existencia. Por ello, consideraba que debía ser interpretado desde su condición humana y su grandeza moral. Era algo perentorio, una necesidad.

Vio en Martí, ante todo, a un hombre de hondas pasiones, que sufrió, erró, amó intensamente, pero que tuvo una unión verdadera y definitiva: “una esposa superior a toda pasión carnal. ¡La esposa era Cuba, su amor infinito!”.[2]

El cómo interpretar el ideario martiano fue una recurrente reflexión de Leal. Para él, la cuestión medular no consistía en “llenar nuestro país ni el mundo de bustos y de proclamas; (…) es verlo completo, (…) verlo en sus cartas, en sus discursos elocuentes, en sus arrobadoras palabras a los hombres”.[3]

También en su meditación, alertó de las graves consecuencias que supondría asumir una interpretación errónea del legado del Apóstol. Así nos advirtió:

No podemos conformarnos ni con la biografía lírica ni con explicaciones simples. (…) Cuando un hombre grande es falible es más grande; pero cuando se le hace infalible es una tragedia para los contemporáneos y para la historia posterior. Así, viéndole como hombre, como humano, podemos entender por qué está omnipresente y es la aproximación más grande que tenemos todos a la verdad llameante de Cuba”.[4]

Leal no tuvo duda de que el Apóstol de la independencia de Cuba es Martí. Para él, en nuestra historia no existen 12, ni seis, ni tres apóstoles; hay uno. Y esa condición única la ostenta solo Martí, porque nadie como él supo —y ha sabido— encender en el corazón de los cubanos el amor y la lealtad a la patria.

Entonces, sentenció: “¿Cómo no considerarlo Apóstol, si vivió no en francachelas ni en disipaciones, sino entregado por completo a un apostolado de convencimiento que le llevó a prescindir de todo cuanto es amable a un hombre: el amor carnal, la familia, el amor por la belleza, por los libros bellos, por la buena mesa?”.[5]

“Martí deviene la fuerza salvadora, la profecía que anuncia lo que ha de ser Cuba ahora y siempre”.

Interpretó Leal que en Martí los sentimientos patrióticos se conjugan como hombre de acción y pensamiento; que su vida constituyó la síntesis del espíritu y la obra de los cubanos que le precedieron en el tiempo: José Agustín Caballero, Félix Varela, José María Heredia, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco… Martí deviene la fuerza salvadora, la profecía que anuncia lo que ha de ser Cuba ahora y siempre.

El culto y admiración a Martí también resultan palpables en la obra rehabilitadora de Leal en la Habana Vieja. En sus últimos años de vida, la restauración del Antiguo Colegio San Pablo —donde José Martí estudió con Rafael María de Mendive— y la copia y traslado desde Nueva York a La Habana del único monumento ecuestre del héroe de Dos Ríos, constituyen dos hitos altamente simbólicos en su quehacer como Historiador de la ciudad.

A ambos proyectos dedicó largos años de trabajo. Nada motivó más sus esfuerzos que contribuir a la pervivencia del legado martiano, ese misterio que —por dicha— nos acompaña.

Leal ante el monumento ecuestre de José Martí.

Notas:

[1] Leal, E. (2007). Fiñes. p. 91

[2] Leal, E. (2013). Por el equilibrio indispensable del mundo. http://www.eusebioleal.cu/curriculum/intervenciones/por-el-equilibrio-indispensable-del-mundo/

[3] Ídem.

[4] Gómez, M. (2013). Inauguran encuentro nacional “Museos: historia del presente”. http://www.eusebioleal.cu/noticia/inauguran-encuentro-nacional-museos-historia-del-presente/

[5] Leal, E. (2013). Por el equilibrio indispensable del mundo. http://www.eusebioleal.cu/curriculum/intervenciones/por-el-equilibrio-indispensable-del-mundo

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