Cuba y el Caribe, hermandad inquebrantable

Hassan Pérez Casabona
9/12/2020

Existen relaciones que desbordan todo tipo de encasillamientos. Hablo de vínculos de tal magnitud, diversidad e integralidad, que por derecho propio superan marcos epocales y campos específicos. La fuerza que emerge de esos lazos tiene proporciones siderales. Más allá de obstáculos de cualquier índole, nada puede erosionar la hondura de lo alcanzado ni detener futuros horizontes.

En verdad, a la hora de hablar sobre los nexos entre Cuba y el Caribe hay que partir de sentimientos y realizaciones que rebasan lo meramente cronológico y factual. Eso sí, existen momentos y decisiones que actúan como rampas desde las cuales se relanzan a nuevas órbitas las bases identitarias sobre las que se erigió, a lo largo del tiempo, un destino tan común y plural a la vez.

Homenaje al Caribe, de Alfredo Sosabravo (2002, óleo sobre tela, 80×95 cm). Fotos: Internet
 

El 8 de diciembre de 1972 es una de esas fechas que estableció para siempre un antes y un después. Durante esa jornada —quizás por primera vez en los anales contemporáneos de la región— brilló tan alto la voluntad soberana y solidaria de pequeñas naciones (en el aspecto geográfico), que fungieron como gigantes (en política exterior) dentro de un panorama hemisférico particularmente complejo.

Eran los tiempos de la guerra fría y parecía quimérico que alguno de los países de este lado del mundo se atreviera a desafiar el cerco que el Goliat imperial diseñara contra Cuba. La concertación de esfuerzos por parte de Jamaica, Trinidad y Tobago, Guyana y Barbados hizo posible aquello que los personeros de la administración de Richard Nixon —tal y como se comportaron sus predecesores en la Casa Blanca, desde 1959—  habían intentado impedir a toda costa: que la Mayor de las Antillas entablara relaciones diplomáticas con las naciones vecinas.

Desde este lado es eterna la gratitud hacia los gestores de tamaña osadía, encabezados por Michael Manley, Eric Williams, Forbes Burnham y Errol Barrow. Dichos líderes caribeños, con ese gesto valiente de estrechar la mano a la revolución que encabezaba Fidel Castro, desbrozaron el camino que en lo adelante también emprenderían naciones de todas las latitudes.[1]

Tres décadas después de esa epopeya, echaron a andar, al más alto nivel, las Cumbres Caricom-Cuba, símbolo tanto de esa memoria sagrada como de la necesidad de sortear contratiempos y avanzar hacia metas superiores entre pueblos hermanos. Desde entonces, cada tres años, este mecanismo renueva, como ahora en vísperas de la séptima cita entre Jefes de Estado, todo su esplendor.

En el ámbito académico también hay parteaguas, imprescindibles para comprender no solo el devenir común, sino la sintonía en los posibles desafíos y oportunidades. En este plano se inscribe la creación de la Cátedra de Estudios del Caribe Norman Girvan, de la Universidad de La Habana —mediante resolución rectoral, el 10 de diciembre de 2004— y la organización posterior por esta de la Conferencia Internacional sobre Estudios Caribeños, un foro de debate entre especialistas de disímiles procedencias, con frecuencia anual.

Asumir la crisis como oportunidad de desarrollo

Durante este año, signado por los embates de la COVID-19, varios investigadores pensaron que no sería posible contar con dicho espacio de análisis. La voluntad y el entusiasmo de un nutrido grupo de profesionales consagrados a las temáticas caribeñas, sin embargo, permitió que tomara vida, y con sumo éxito, la XIV edición de estos encuentros.  

En la sesión de apertura el doctor Antonio Romero Gómez, presidente de la Cátedra, se refirió a que el intercambio tiene lugar en condiciones de la llamada “nueva normalidad” y reflexiona en torno a la crisis actual, asumida como oportunidad para progresar en términos de desarrollo, con inclusión social y sostenibilidad ambiental para nuestros pueblos.

Es una realidad, remarcó, que esta pandemia impuso retos desconocidos a las economías y sociedades del Caribe. No se trata de cruzarnos de brazos y lamentarnos, según expresó, sino de enfrentar la emergencia sanitaria y diseñar una estrategia que permita superar las debilidades estructurales de vieja data. “Hay consenso en que resulta necesario avanzar en lo que se consideran las ‘nuevas dimensiones’ de resiliencia, lo que implicará transformaciones de calado en áreas tradicionales, pero también en el desarrollo y consolidación de nuevos sectores, lo que exigirá inversiones y reformas de política. Hay que ampliar las oportunidades de inversión, combinándolas estratégicamente con una real cooperación e integración productiva y comercial entre las economías de estas naciones”, acotó.    

De igual manera, el reconocido académico ahondó en el hecho de que la crisis ha tenido severos impactos sobre el Caribe insular, región que alberga a naciones pequeñas, vulnerables a los efectos negativos del cambio climático y con extrema fragilidad socioeconómica. Se refirió, en especial, a los débiles sistemas sanitarios nacionales y a la prevalencia en gran parte de la población caribeña de enfermedades crónicas no trasmisibles, tales como la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad. En esa línea añadió que antes de que la COVID-19 se expandiera, la economía internacional ya se encontraba en recesión y las naciones caribeñas se mantenían, en un período de casi una década, en estancamiento económico. Relacionado con las proyecciones para el 2020, se estima que la contracción en esta área será de un 5%, pero si se excluye a Guyana —se aprecia que crecerá a una tasa exponencial de más del 44%—, entonces las economías del Caribe insular registrarán una contracción de -7,9%.

Con independencia de estas condiciones, el experto resaltó que esas naciones han sido capaces, en general, de manejar la pandemia de manera adecuada y con elevados niveles de eficiencia y reducidas tasas de letalidad. Ello debe interpretarse, precisó, como expresión de estrategias gubernamentales eficaces y de mecanismos de cooperación regional bien estructurados.

Respecto a todos estos años de trabajo entre Cuba y las naciones caribeñas, consideró que se trata de una manifestación real de las mejores prácticas de cooperación sur-sur, con innumerables ejemplos en diversas esferas. “Hoy en día cientos de colaboradores de Cuba, en especial de la Salud, han prestado servicios en el Caribe para apoyar las estrategias nacionales y regionales de lucha contra la COVID-19. A ello habría que añadir que alrededor de 3000 jóvenes de la subregión caribeña estudian en aulas cubanas, formándose como profesionales comprometidos con el desarrollo y la prosperidad de las grandes mayorías, tradicionalmente marginadas”, puntualizó.

Desde este ángulo, el también profesor titular del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI) ratificó lo expresado por las autoridades cubanas acerca de que el Caribe podrá contar con Cuba. “Ello se inscribe en los principios y concepciones básicas de nuestra política exterior, que reconoce las potencialidades de crecimiento y desarrollo que se pueden abrir para nuestro gran Caribe si somos capaces de revalorizar las ingentes riquezas derivadas de nuestra privilegiada posición geográfica, de nuestros recursos naturales y humanos y de la enorme diversidad biológica y rica cultura de nuestros pueblos en un clima de paz”, finalizó.

Foto: Atardecer, de la pintora dominicana Niurka Guzmán
 

El programa de discusiones, en dos mesas de trabajo, incluyó las ponencias “Respuestas del Caribe a la COVID-19”, de la Dra. C. Jacqueline Laguardia Martínez, de la Universidad de las Indias Occidentales, de Trinidad y Tobago, presentada de manera virtual; “Impactos de la COVID-19 en el turismo del Caribe”, del Dr. C. José Luis Perelló; “Balance de las relaciones económicas y de cooperación entre Cuba y el resto del Caribe”, del Dr. C. Romero Gómez, y “Potencialidades de las relaciones económico-comerciales entre Cuba y el resto del Caribe”, del MSc. Jude Carrasquero, de Trinidad y Tobago. 

Este Caribe nuestro…

Hay, por fortuna, múltiples miradas en torno a esta región. Todas ellas, a la larga, se complementan y reflejan la riqueza que atesoramos, la cual va más allá de nuestros recursos naturales. Tomemos como muestra dos enfoques de uno de los caribeños universales: Juan Bosch. En el primero aborda los aspectos geográficos de la región mediante hermosas metáforas:

El Caribe tiene forma de un toro echado. La cabeza parece mirar hacia el Pacífico, por encima de las llanuras de Yucatán; el pescuezo y el espinazo están formados por las Antillas Mayores; el anca, por las Menores. Pueden verse sus patas delanteras dobladas en las rodillas siguiendo el curso de las costas de Nicaragua, Costa Rica y Panamá; y pueden verse las traseras y el vientre descansando en las orillas de Venezuela y de Colombia. (…) En sus tierras abundan los volcanes, y a la vez los valles de hermosura incomparable; en sus selvas viven el tigre y la serpiente venenosa, y pululan las orquídeas y los jilgueros; en sus ríos nadan los caimanes repugnantes y también los peces multicolores; por sus aguas pasan rugientes los ciclones, pero en ellas se refleja la deslumbrante luz del sol. El Caribe es como la vida misma, contradictorio y hermoso, mísero y rico, duro y generoso.[2]

En el segundo, desde una concepción integral que brota desde una clara perspectiva geopolítica, el ilustre dominicano asegura:

La historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para libertarse de sus amos imperiales.[3]

El Caribe, sin duda, es mucho más que la inmensidad de las aguas que surcan nuestras costas. Es también una realidad polisémica que estamos obligados a reinterpretar y resignificar, sin renunciar a sus esencias, con el paso de cada generación.

Una certeza que no debe abandonarnos es la enorme cantidad de mujeres y hombres que, desde este lado del mundo, han hecho aportes relevantes en los más variados frentes. Es absurdo siquiera el intento de traer a colación aquí una breve lista. Esa convicción, sin embargo, nos anima a reverenciar constantemente a seres humanos con aportaciones cimeras.

Dicho espíritu hizo que la directiva de la Cátedra de Estudios del Caribe Norman Girvan decidiera, de manera unánime, otorgar a Alfredo Sosabravo la distinción Este Caribe Nuestro.

En la resolución que acredita este reconocimiento, leída por Milagros Martínez Reinosa, secretaria ejecutiva de la Cátedra, se afirma que: “Manuel Alfredo Sosabravo, artista plástico cubano hijo de Sagua la Grande, arriba a sus esplendorosos e intensos 90 años, y con ello a más de siete décadas de ininterrumpida entrega al arte; con el entusiasmo y pasión que lo caracteriza, con una asombrosa capacidad de reinventarse demostrando un ingenio y persistencia que lo acompaña desde sus inicios, todo lo que nos permite afirmar que Sosabravo es patriarca del panorama artístico visual cubano”.

La destacada especialista, una de las bujías del quehacer de dicha Cátedra, añadió que: “Su obra es por derecho profundamente caribeña, con formas y colores que representan lo más auténtico de nuestro Caribe, y en donde aparecen la maravilla y lo mágico con una poética que invoca optimismo, alegría, ironía, la exuberancia, lo natural carnavalesco, el milagro de la vida, los azares de la vida, siempre llena de matices y de energía, en fin, el Caribe”.

Martínez Reinosa reveló además que en el año 2005, y gracias a la gestión de su estrecho colaborador René Palenzuela, Sosabravo les obsequió el identificador de la entonces recién inaugurada Cátedra de Estudios del Caribe. Se trata de Homenaje al Caribe, ilustrada con un hermoso pez en el que el artista escribió “Este es un homenaje al Caribe, ese mar nuestro fascinante, hermoso y lleno de color y de leyendas”.

 El Caribe “es también una realidad polisémica que estamos obligados a reinterpretar y resignificar, sin renunciar a sus esencias”.
 

Al final del evento —presidido por el Dr. C. Dionisio Zaldívar, vicerrector primero de la Universidad de La Habana, y por el embajador Gustavo Véliz, director de México, Centroamérica y el Caribe del Ministerio del Exterior—, en el cual participaron miembros del cuerpo diplomático de varias naciones caribeñas, así como la Premio Nacional de Literatura Nancy Morejón, y María Rollock, presidenta de la Asociación de Caribeños Residentes en Cuba, se realizó la convocatoria para la XV Conferencia, que tendrá lugar en La Habana en diciembre de 2021. 

Notas:
 
[1] El 8 de diciembre de 2002, en el Palacio de las Convenciones, con motivo del 30 aniversario de ese hecho trascendental, Fidel afirmó: “Esta decisión, de incuestionable valentía política, adoptada por países pequeños recién independizados, en un entorno hostil y de grandes presiones, constituyó un paso fundamental para la ruptura del bloqueo diplomático y comercial a Cuba en la región y una brecha contra el aislamiento a que nos habían sometido utilizando a la Organización de los Estados Americanos. Cuba nunca olvidará el noble gesto de sus hermanos caribeños. Los países caribeños enfrentamos el reto de sobrevivir y avanzar en medio de la más profunda crisis económica, social y política que hayan sufrido nuestro hemisferio y el mundo, y cuando la globalización neoliberal amenaza con destruir no solo nuestro derecho al desarrollo, sino incluso nuestra diversidad cultural y nuestras identidades. La única salida para nuestros pueblos es la integración y la cooperación, no solo entre los Estados, sino también entre los diversos esquemas y organizaciones regionales”. En esa oportunidad se hizo coincidir la celebración con la I Cumbre Cuba-Caricom y se declaró que el 8 de diciembre sería considerado como Día de Cuba-Caricom. Fidel Castro: “Discurso con motivo del aniversario 30 de las relaciones diplomáticas con Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago” (www.cuba.cu/gobierno/discursos/2002/esp/f081202e.html).
[2] Juan Bosch: Póker de espanto en el Caribe, en Obras Completas, Editora Corripio, Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2007, tomo XI, p. 267.
[3] Juan Bosch: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 3-4.