Salen de La Habana músicas con raíz africana y evocadoras de los salones europeos, reflejos del son campesino y audacias contemporáneas, y de todas esas fuentes, y algunas más, se alimenta el universo de José María Vitier, creador cuyo piano señalizó este domingo el clímax de esta Mercè en fluida alianza con la joven Orquesta Sinfónica Vozes y la colaboración especial de María del Mar Bonet. Sesión de altos vuelos en el Parc Central de Nou Barris, con la música tejiendo el hilo de la historia y sirviendo a una causa mayor que ella.

De músicas con raíz africana y evocadora de los salones europeos, reflejos del son campesino y audacias contemporáneas se alimenta el universo de José María Vitier. Foto: Juan Miguel Morales / Tomada del perfil de Facebook de José María Vitier

La orquesta Vozes,hecha dentro del barrio, con niños del barrio, indicó al comienzo su director, el venezolano Pablo González, es el autodenominado “proyecto de vida, musical y social” para la integración de niños y adolescentes en riesgo de exclusión social, aquí de Nou Barris, Sant Andreu y el Besòs, y su labor con Vitier llevó la música más allá de los contornos de la partitura. “Emoción inmensa”, la suya, al compartir ese proyecto apuntalado en el estreno internacional de un fragmento del Habana Concerto, la composición de Vitier para el 500 aniversario de la capital cubana. Lleno en los centenares de asientos del parque y asistencia de la alcaldesa Ada Colau.

“La orquesta Vozes (…) llevó la música más allá de los contornos de la partitura”.

El poema de papá

La primicia del concerto vino precedida de otras piezas del autor, “bandas sonoras de películas y de vida”, como las presentó González. Empezando por las exquisitas “Danza de fin de siglo” y “Tema del mar”, del filme El siglo de las luces (1992, a partir de la novela de Alejo Carpentier), con su sutil cubanidad cobrando elegantes formas, y realzando el ritmo en el “Danzón imaginario”. Honores para la delicada “Amor”, que María del Mar Bonet adaptó al catalán en su disco Ultramar (2017) y a la que regresó en Nou Barris con todo sentimiento y con el inédito ropaje orquestal. “Un poema que le hizo papá a mamá cuando eran novios”, contó Vitier, evocando a su padre, el poeta Cintio Vitier, cuyo centenario del nacimiento se conmemoró este sábado.

José María Vitier y María del Mar Bonet, en su actuación del pasado domingo en la Mercè. Foto: Periódico La Vanguardia

La misión más aventurada de la cantante mallorquina (la persona que me introdujo al Mediterráneo y a esta cultura”, la presentó Vitier) fue abordar “Ave María por Cuba”, exigente composición litúrgica que realzó con toda su frondosidad y su mística, arropada por el coro infantil y juvenil. La autora de “Alenar” se las tuvo con el quizá un poco intimidante texto en latín, que contiene incluso una estrofa en yoruba que afrontó la coral, espejo del sincretismo religioso tan practicado en la isla antillana. Vitier recordó que la deidad afrocubana de Obatalá se corresponde, precisamente, con la virgen de la Mercè.

El pianista evocó a su padre, el poeta Cintio Vitier, cuyo centenario del nacimiento se conmemoró el pasado sábado.

Fresa y chocolate

El Habana Concerto entró luego en escena, en concreto su tercer movimiento, interpretado por primera vez ante el público y enfocando sus poderes hacia una sugerente dinámica orquestal con herencias del romanticismo. Composición de extrema sutileza, partitura para virtuosos que, sin el menor retoque para hacerla más fácil, representó un reto para la tierna orquesta Vozes, y en la que se hizo oír el tambor batá manejado por Abel Acosta. Ahí se lució también otro selecto invitado de la noche, el pianista cubano, que tiene un pie en Roma, Marcos Madrigal, imprimiendo su carácter a una música de alto poder evocador, con escaladas dramáticas y una tensión creciente, que fue reconocida con una larga ovación del público en pie.

Marcos Madrigal imprimió su carácter a una música de alto poder evocador. Foto: Juan Miguel Morales / Tomada del perfil de Facebook de José María Vitier

Madrigal se quedó para hacer brillar una de las piezas más reconocidas de Vitier, la central de Fresa y chocolate, película protagonizada en 1994 por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz. Y después de los más altos desafíos, un desenlace acaso liberador con los contornos rítmicos de la “Contradanza festiva”, donde ambos pianistas compartieron el teclado, uno después del otro. Punto y final de una sesión con la que José María Vitier se confesó admirado, dadas esas peculiaridades que trascienden la estética musical. “No tengo en mi carrera, ya larga, un momento que se parezca a este”, aseguró. No imaginábamos tanto.

Tomado de El Periódico de Catalunya