Cuestión de límites: a propósito de Líneas discontinuas

Maikel José Rodríguez Calviño
6/3/2019

¿Qué estrategias debe seguir un curador para mostrar, desde una perspectiva novedosa, el trabajo de artistas ampliamente reconocidos dentro del panorama artístico insular, con poéticas identificables, sedimentadas durante varios años de praxis creativa? He aquí la pregunta que me condujo a Líneas discontinuas, muestra colectiva exhibida por estos días en la capitalina Galería Habana.

Visual general de la exposición. Fotos: Maité Fernández
 

La respuesta me sorprendió mientras contemplaba las primeras piezas, reunidas con acierto e inteligencia por Chrislie Pérez, quien ha hecho gala de su habilidad curatorial para articular un tejido visual fundamentado en la sorpresa y la ambigüedad.

De concepción simple y directa, Líneas discontinuas es, ante todo, una exposición sobre los límites. En primer término, se ocupa de las fronteras inherentes a las manieras desarrolladas por Lázaro Saavedra, René Francisco Rodríguez y Roberto Fabelo, Premios Nacionales de Artes Plásticas, y por otros, igualmente reconocidos, entre los que cuentan Moisés Finalé, Diana Fonseca, Liset Castillo, Humberto Díaz, Iván Capote y Felipe Dulzaides.  

Visual general de la exposición.
 

Lo sorpresivo radica aquí en la naturaleza iconográfica o fáctica de las piezas seleccionadas, pues la curadora tuvo el acierto de escoger aquellas rara avis, aquellos ejemplos más sui generis o sorprendentes, cuyo despliegue técnico y conceptual, en la mayoría de los casos, guarda poca relación con las nociones que los espectadores hemos concebido sobre la obra de dichos creadores. Así, nos encontramos un Carlos Quintana de ciencia–ficción, un Fabelo en sepia, una estera cuasi epidérmica tejida por Jorge Otero, una suerte de monumental paño decorativo que Roberto Diago realizó con alambres y trozos de madera… A ellos se suman una pintura hipertexturizada de Enrique Báster, una suerte de homenaje al color ideado por Liset Castillo, tótems abstractos de Rigoberto Mena, un proyecto de puzle arquitectónico o diabólico Tetris a cargo de René Francisco, y una composición de Moisés Finalé que nos remite al cubismo sintético, al futurismo y la abstracción.  

Incluso apreciamos algo nuevo en aquellas obras que acusan con mayor facilidad el estilo seguido por sus gestores. La escultura de Esterio Segura constituye una versión “para niños” de sus jocosos híbridos entre automóvil y avión, y el dedo-bala de Adonis Flores (entre las piezas más hermosas de la muestra, tanto por su concepción como por el acabado técnico) forma parte de un conjunto de trabajos recientes que el artista ha desarrollado en los últimos tiempos.

Visual general de la exposición.
 

Los otros límites tributan a la naturaleza del arte, a sus estrategias y procedimientos, pues Chrislie, de forma consciente y atinada, ha decidido explorar esas zonas difusas, imprecisas, generadas por el noviazgo técnico propio del arte contemporáneo. Pinturas táctiles, esculturas instalativas, videoartes performáticos, murales fotográficos: la mixtura de saberes y procedimientos hacen de esta exposición una zona crepuscular, un espacio inquietante y polifacético de fronteras porosas, esto es: discontinuas. Todo ello, sin olvidar el objetivo primario de la exposición: mostrar el catálogo de artistas representados por Galería Habana, cuyo equipo curatorial ha venido demostrado en los últimos tiempos un evidente interés por organizar o priorizar proyectos expositivos fundamentados en lo inclusivo y lo interdisciplinario.