Realizar homenajes desde el jazz a figuras históricas de la música cubana, ha devenido en los últimos tiempos una práctica cultural recurrente, que ha tenido en el Festival Jazz Plaza de La Habana el motor impulsor y escenario idóneo para su materialización. El álbum (CD-DVD) Dayramir González. Tributo a Juan Formell & Los Van Van deviene digno ejemplo de estos felices aconteceres. Concretado bajo el amparo del sello Unicornio de Producciones Abdala en coproducción con el Centro Nacional de Música Popular, se erige en un fonograma de versiones que rinde tributo a esta orquesta icónica, a través de la obra de su fundador. En él quedan registradas las memorias del concierto que el talentoso pianista y compositor cubano Dayramir González liderara en el capitalino Teatro Nacional, en enero del 2020, para celebrar el aniversario 50 de la gestación del “tren de la música cubana”.

Concierto de Dayramir González por los 50 años de Los Van Van, en el capitalino Teatro Nacional, en enero del 2020.
Fotos: Cortesía de la autora

El fonograma se torna un amasijo de experiencias creativas secundadas por un grupo de artistas de excelencia de la Cuba contemporánea. En esta travesía destaca la carismática percusionista Brenda Navarrete, el consagrado laudista Barbarito Torres, el multifacético rockero David Blanco, la rapera Telmary Díaz, así como los populares cantantes Alain Pérez, Mandy Cantero y Mayito Rivera, junto a las singulares voces de Haila María Mompié, Luna Manzanares, Teresa Yanet y Arlenys Rodríguez. Se unen la agrupación folclórica de Ramón Justo Pelladito y la Camerata Romeu dirigida por Zenaida Castro, ambas excepcionales, para ofrecer un notabilísimo espectro de estilos interpretativos diversos que enriquecen y fortifican la propuesta.

La percusionista Brenda Navarrete.

El criterio de selección tomó en cuenta diez obras, de las cuales nueve pertenecen a la autoría del creador de Los Van Van. Le precede “Orun a Formell”, una canción espiritual en función introductoria y suerte de despedida al maestro con un marcado carácter religioso afrocubano. De tal modo, Dayramir propone un recorrido por 50 años de creación formeliana, y retoma piezas que marcaron hitos en la historia de Los Van Van. Así transitamos desde las muy populares “Marilú” (1969) y “El guararey de Pastora” (1974), u otras menos conocidas como “Tu decisión, cuál es” (1976), hasta las más contemporáneas “Si no te quieres tú” (2009) y “Todo se acabó” (2014), pasando por las ochenteras “Anda, ven y muévete” (1984) y “Este amor que se muere” (1988), incluyendo “Mis dudas” y “Deja la bobería” (ambas de 1990).

Revisitar una obra de alto impacto y arraigo popular es, sin dudas, un acto de extrema osadía. Dayramir, quien se ha establecido como uno de los más destacados exponentes del jazz relocalizado y manufacturado en (o fuera de) la Isla, logra sortear con rotundo éxito los escollos que esa práctica supone, y nos devuelve una nueva mirada, en la que el referente original es aprehendido, revitalizado y devuelto en un interesante diálogo que transita de lo tradicional a lo contemporáneo, de lo clásico a lo popular, y de lo jazzístico a lo bailable.

La rapera Telmary Diaz

El mérito es doble, porque además del desafío que implica acometer una obra pre-existente y harto conocida, su empeño deviene puente generacional que trae al presente algunas piezas antológicas del catálogo musical nacional, no solo vanvanero. El repertorio seleccionado, bailable por excelencia en su matriz original, es asumido desde el jazz y otros ámbitos sonoros, pensado para la sala de conciertos, aunque ello no anule su función bailable. De tal modo se desmarca y convierte en polea de transmisión entre públicos heterogéneos, que se conectan con una u otra escena a través de esta propuesta.

“El repertorio seleccionado, bailable por excelencia en su matriz original, es asumido desde el jazz y otros ámbitos sonoros, pensado para la sala de conciertos, aunque ello no anule su función bailable”.

En ese proceso queda explícita la voluntad de González de asumir la obra de Formell desde su óptica como compositor, arreglista y orquestador. Se perspectiva es fresca, atrevida, nutrida de referentes genéricos, estilísticos y tímbricos disímiles que le acompañan desde niño y que, en conjunto, conforman su ADN sonoro. Así conviven la música clásica, el son, el chachachá, el jazz afrocubano, el songo, el funk, el rap y la timba, junto a la charanga típica, la orquesta de cámara y la big band newyorkina, elementos que dialogan en diverso grado en cada pieza revisitada.

En esta producción discográfica, de ineludibles fortalezas, todos los cortes muestran una riqueza orquestal extraordinaria. Agigantar y amplificar los colores y la tímbrica vanvanera, fundamentalmente de la sección melódica desempeñada por flauta, violines y trombones, es uno de los empeños del creador. En “Deja la bobería”, por solo citar un ejemplo, Dayramir expande ese sonido al estilo de la big band newyorkina en formato reducido, compuesta por dos trompetas, saxo alto, tenor y trombón. Emplea también la flauta, pero desdobla y multiplica su función entre lo tradicional charanguero, lo jazzístico contemporáneo y lo clásico cameral.

Algunas obras, como “Anda, ven y muévete”, son extrapoladas de su zona de confort, con sustitución de funciones por planos tímbricos y el uso del contrapunto como técnica composicional. La forma ternaria es un atajo creativo en el que, luego de un contundente desarrollo, se retorna al tema principal a modo de recapitulación. Especial atención merece la brillante interpretación vocal de David Blanco, una de las más originales del fonograma.

El dominio que posee Dayramir de los ámbitos clásico y popular le permite desdoblarse cómodamente entre ambos lenguajes, a partir del marcado protagonismo de la orquesta de cámara. De tal modo, en “Mis dudas” se genera un puente que enlaza, estilística y conceptualmente, la fuerza interpretativa de Alain Pérez, el sonido big band y el abigarramiento contrapuntístico de la introducción, con el lenguaje del feeling potenciado por las cuerdas.

El cantante Alain Pérez

Son frecuentes, además, las introducciones lentas, por contraste, cargadas de lirismo, algunas al estilo de corales clásicos barrocos, como la que se aprecia en “Todo se acabó”, para reafirmar el sentido del texto. Así mismo, habitan las lógicas transiciones de un referente genérico a otro, en un recorrido coherente que denota una bien lograda dramaturgia, como sucede en “Este amor que se muere”, que va del bolero al son tradicional y de ahí, a la intergenérica timba.

“En esta producción discográfica, de ineludibles fortalezas, todos los cortes muestran una riqueza orquestal extraordinaria”.

Visto así, la obra de Juan Formell es intervenida de manera crítica como plataforma para un discurso musical contemporáneo, más cercano a Dayramir desde el punto de vista generacional. El orquestador hace gala de su madurez creativa y espíritu transgresor, e incorpora capital cultural foráneo de raíz norteamericana en su afán de defender lo auténticamente cubano.

Como colofón, se toma la licencia de culminar con un clásico tradicional del patio: el archiconocido “Chan chán” de Francisco Repilado (Compay Segundo). Este constituye el factor sorpresa del tributo, teniendo en cuenta el amplísimo espectro de la obra formeliana. Evaluar su inclusión desde el enfoque del artista contemporáneo, acreedor de un pensamiento de industria a la altura de estos tiempos, nos permite entenderla. El posicionamiento en el mercado mundial de cada producto discográfico debiera ser una urgencia. ¿Estrategia comercial? Pudiera ser, pero nada desdeñable, si viene hermanada de altísimos valores éticos y estéticos.

Dayramir hace uso del derecho que le asiste como productor y director musical ─escoltado por la musicóloga Gloria Ochoa─ y en su incuestionable condición de embajador cultural, proyecta desde su propuesta fonográfica una Cuba versátil, cosmopolita y heterogénea, rica en tradiciones y manifestaciones artísticas, que supera la mirada estereotipada establecida sobre ella a nivel global. Es por eso que incorpora también en esta coda los Versos sencillos del más universal de todos los cubanos: José Martí, y se vale del clásico montuno para hilvanar un puñado de estribillos e improvisaciones de exaltación vanvanera, en lo que deviene el clímax dramatúrgico de su puesta en escena y abrazo final de esta unión, con todos los invitados.

Dayramir González. Tributo a Juan Formell & Los Van Van sintetiza prácticas culturales, ejercicios académicos y estilos interpretativos tan auténticos como diversos, que hacen de este un interesante mosaico. Sin dudas, se trata de un producto para atesorar con celo y esmero, porque en él va contenida parte esencial del nutrido entramado musical de la Isla. Hago entonces explícita mi invitación formal para la escucha y disfrute de esta obra, tan plural como inmensa.

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