Antes de que bailarines y músicos ocuparan escenarios y espacios públicos en la ciudad, como parte de la agenda del Festival Olorum 2021 que cerró la programación artística de la recién instalada nueva normalidad en Camagüey, los participantes en el evento marcharon al parque Ignacio Agramonte a reverenciar la memoria del prócer mambí y en el mismo sitio, ante la tarja que recuerda la implicación de esclavos y libertos de la comarca en la sublevación de 1812, tocar y cantar a la rebeldía de José Antonio Aponte.

Gestos simbólicos como estos hablan de la memoria viva y agradecida de más de una generación actuante en la vida cultural cubana de hoy. Para el maestro Reinaldo Echemendía, director del Ballet Folclórico de Camagüey, anfitrión del festival, la ofrenda iba mucho más allá de cumplir con efemérides y así lo entendieron los miembros de su agrupación y los invitados de Danza del Alma (Villa Clara), Babul (Guantánamo), Compañía JJ (La Habana), los rumberos de Rumbatá y decenas de maestros de las escuelas de arte, las universidades e intelectuales y artistas presentes en el foro.

Los participantes en el evento marcharon al parque Ignacio Agramonte a reverenciar la memoria del prócer mambí, y tocar y cantar a la rebeldía de José Antonio Aponte. Imagen: Tomada de Cartelera Cuba

Cierto que se conmemoraba el 180 aniversario del nacimiento de Ignacio Agramonte y se anticipaba el 210 aniversario de la sublevación de Aponte que aconteció entre enero y abril de 1812. Pero lo más importante resultaba llamar la atención acerca de cómo el espíritu de Agramonte y los camagüeyanos que lo acompañaron en la gesta independentista iniciada en Demajagua en 1868 y, aun antes, la chispa insurreccional frustrada por el poder colonial en La Habana y otros sitios del país en la segunda década del siglo XIX, forman parte inseparable de un legado de resistencia y vocación emancipadora imprescindible para la cultura ciudadana de la Cuba de nuestros días.

Porque sin asideros históricos consistentes y fecundantes no es posible descifrar la densidad de los desafíos que se le presentan a la creación, la proyección social de la cultura y la defensa y permanente reafirmación de identidades en tiempos donde hay quienes pretenden erosionar y subvertir la realidad que voluntariamente construimos y merecemos.

Durante muchísimos años la impronta de Aponte en la historia patria quedó reducida a lejano y accidental referente anecdótico, cuando más tomado a la ligera en la formación curricular de niños y jóvenes. La estigmatización de la persona venía de antes, del mismísimo momento en que lo sometieron a juicio sumarísimo en La Habana, lo ejecutaron y expusieron en una jaula  su cabeza cortada, para escarnio público, en una encrucijada vial de la ciudad. Si había un negro levantisco, se decía: “Es más malo que Aponte”.

A partir de la conmemoración hará pronto diez años del bicentenario de la rebeldía encabezada por él; se ha hecho un notable esfuerzo por jerarquizar como es debido el significado del levantamiento de 1812 y reivindicar el auténtico relieve del líder en la ruta hacia la libertad y los sueños de justicia social en la historia patria. Cada año el proyecto La Ruta del Esclavo organiza en Camagüey el encuentro científico cultural José Antonio Aponte in memoriam, cuya convocatoria para mayo de 2022 ya ha sido librada.

“(…) se ha hecho un notable esfuerzo por jerarquizar como es debido el significado del levantamiento de 1812 y reivindicar el auténtico relieve del líder en la ruta hacia la libertad y los sueños de justicia social en la historia patria”.

Se ha puesto en evidencia que la sublevación  fue el primer acto orgánicamente destinado a derrocar el régimen colonial y erradicar la esclavitud. De ahí que Aponte y sus compañeros sean honrados como legítimos precursores insulares de la independencia y el abolicionismo.

A tenor de los acontecimientos en Camagüey, la doctora Kezia Henry, estudiosa del tema, ha rastreado testimonios documentales que informan sobre la inquietud reinante durante los primeros días de 1812 entre las autoridades coloniales y la élite esclavista de Puerto Príncipe ante las noticias del inminente alzamiento.

 “Las referencias de sublevados —señala— fueron muchas en las haciendas y de forma sostenida, signos de una interconexión ideológica entre los esclavos y los libres, los del campo y los urbanos, a pesar de la represión (…) Se erigió para la ocasión una cárcel especial para los que fuesen detenidos, se ascendieron las recompensas monetarias ofrecidas (…) de manera que los insurrectos comenzaron a tener rostros y nombres además de Miguel González y Calixto Gutiérrez; también se agregaron Pedro Manuel y Pablo. Sus cabezas estuvieron bajo amenaza de muerte”.

Pese al clima de terror, el 20 de enero de 1812 se alzaron dotaciones en dos trapiches cercanos a la ciudad. Las actas registran la muerte y decapitación de 92 sublevados.

Aponte y sus compañeros son legítimos precursores insulares de la independencia y el abolicionismo. Foto: Tomada de Cuba Diplomática

En cuanto a Agramonte, debe recordarse cómo no solo destacó como miembro del Comité Revolucionario de la región y líder militar de la división camagüeyana del Ejército Libertador, sino como principal animador de la proclama de los delegados a la Asamblea de Representantes del Centro en Sibanicú el 26 de febrero de 1869 acerca de la abolición de la esclavitud como elemento consustancial al proyecto emancipador. Un claro concepto quedó allí expresado: “La institución de la esclavitud traída a Cuba por la dominación española debe extinguirse con ella”.

La identificación de los camagüeyanos de hoy con el emblemático líder revolucionario se ha puesto de relieve con particular intensidad por estos días ante la proyección del filme El Mayor, de Rigoberto López, en un cine de la ciudad. No cesan las filas ni los comentarios aprobatorios de una obra artística que confirma la grandeza del prócer.

Que un festival encaminado a resaltar los valores de la cultura popular tradicional y sus expresiones escénicas enlace desde su mismo punto de partida a Aponte y Agramonte señala la necesidad y pertinencia de no perder la memoria e incorporarla como fuentes nutricias del pensamiento y la creación contemporáneos.

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