El mes de enero nos regala cada año una nueva edición del Premio Literario Casa de las Américas, uno de los símbolos de la institución, que se erige entre los de mayor prestigio en la región latinoamericana. Desde la primera edición en 1960, dicho concurso nos adentra en expresiones genuinas de nuestra identidad, manifestadas a través de géneros como el teatro, la novela, el ensayo, el cuento y, más tarde, con la inclusión del testimonio.

La más alta estela de constelaciones de la intelectualidad latinoamericana y de otras latitudes, arribó a Cuba en enero de 1960 para la premiación del entonces Concurso Literario Hispanoamericano, devenido Premio Casa de las Américas en 1965. El jurado estuvo integrado por una larga lista de personalidades encabezada por los cubanos Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, a los que se sumaron Virgilio Piñera, Lino Novás Calvo, Eduardo Manet, Humberto Arenal, Mario Parajón, Mirta Aguirre, Jorge Mañach, Enrique Labrador Ruiz, entre otros valiosos escritores del patio. De los extranjeros, destacaron Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Roger Caillois y Miguel Otero Silva.

Carpentier tuvo la iniciativa ―en coordinación con la dirección de la Biblioteca Nacional José Martí― de invitar a varios intelectuales que fungieron como jurados o fueron premiados, quienes se presentaron en una serie de encuentros que llevó por nombre “Autores”, los cuales propiciaron el intercambio entre el público lector y consagrados exponentes de las letras, así como con noveles escritores que se abrían paso en el panorama literario de América Latina.

Un año antes, el autor de El reino de este mundo, había organizado el primer Festival del Libro Cubano, y el cotejo de títulos y posterior donativo de ejemplares para los fondos de la Biblioteca Nacional lo mantuvo en estrecho vínculo con el centro.

La revisión detallada de la colección especial de fotografías BNJM revela la presencia de los escritores, directivos de la Biblioteca y del auditorium congregado en torno a las experiencias y capacidades intelectuales de los ilustres visitantes. A la luz de seis décadas, y ante el valor que le confiere a la historia de nuestra institución, en la celebración de su aniversario 120, constituye un honor presentarlos.    

La primera visita correspondió al novelista mexicano Carlos Fuentes (1928-2012), el 26 de enero de 1960, con la charla La moral norteamericana a través de Moby Dick. La doctora María Teresa Freyre de Andrade, en calidad de anfitriona, presentó al joven latinoamericano, quien hacía muy poco tiempo había debutado con La región más transparente, obra que se considera iniciadora del llamado boom de la nueva novela hispanoamericana.

“Carpentier tuvo la iniciativa ―en coordinación con la dirección de la BNJM― de invitar a varios intelectuales que fungieron como jurados o fueron premiados, quienes se presentaron en una serie de encuentros que llevó por nombre ˋAutoresʼ”

Al día siguiente, Roger Caillois (1913-1978) se presentó acompañado por Alejo Carpentier, en calidad de traductor al castellano de la charla Lo fantástico en la literatura. El notable escritor francés, antropólogo y crítico literario, fungió como jurado en el apartado de ensayo del concurso de Casa de las Américas. Existe un premio que lleva su nombre y se otorga cada año, desde 1991, por el Pen Club de Francia, la Maison de l´Amerique Latine y la Sociedad de Lectores y amigos de Roger Caillois. En 2011 le fue concedido el premio Roger Caillois de literatura latinoamericana al novelista cubano Leonardo Padura.

Roger Caillois y Alejo Carpentier, 27 de enero de 1960.

Las disertaciones generalmente sucedían en la tarde-noche. Los anuncios en la prensa, principalmente en el diario Revolución, informaban sobre lo que acontecía en materia literaria en una de las instituciones culturales más importantes de la capital.

Al mes siguiente, el 8 de febrero de 1960, llegaría el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, con la conferencia El Señor Presidente, título de su novela homónima publicada en 1946. En el Local de Seminarios le escucharon otros distinguidos intelectuales como Manuel Pedro González y Max Henríquez Ureña. No fue esa la primera visita de Asturias a la BNJM, pues en agosto de 1959 visitó la Isla con motivo de la celebración por el 26 de Julio y disertó en el Salón de Actos de la institución.

Miguel Ángel Asturias en la BNJM, 8 de febrero de 1960.

Indudablemente, los encuentros literarios que sucedieron entre enero y febrero de 1960 demuestran el intenso quehacer cultural que se gestaba en la Biblioteca Nacional. Las bondades que ofrecía su edificio materializaban los anhelos y empeños de intelectuales que confluían, con frecuencia, en sus salas y en el teatro. El binomio prensa-fotografía posibilita el conocimiento de los sucesos cotidianos de una institución y sus relaciones con otros centros, que al paso del tiempo cobran valor y enriquecen nuestra historia.

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