De guitarra y mucho más. Ildefonso Acosta

Ivón Peñalver / Fotos: Internet
4/11/2019

Recientemente se dio a conocer la feliz noticia de que a dos excelentes profesionales de la música en Cuba se les otorgó el Premio Nacional de esta modalidad artística en 2019. Los maestros Joaquín Betancourt e Ildefonso Acosta se unen a la nómina de los valiosos nombres que ostentan el importante lauro en la Isla.

Joaquín Julio Betancourt Jackman.

Al conocer la nominación de Ildefonso Acosta, junto al regocijo por tan merecido reconocimiento al grande de la guitarra —que desde la más absoluta sencillez ha sido creador de un método didáctico para la guitarra popular y ha asumido con desvelo la formación y el desempeño de artistas aficionados— me vino a la mente la relación que le unió a otro grande de la guitarra popular, Ñico Rojas, uno de los nombres fundacionales del filin. Una linda historia que a quien escribe estas líneas le hace muy bien recordar.

Sucede que cuando Ildefonso tenía entre los diez o doce años, al ver su padre que no podía apartar al hijo de la guitarra, aun cuando desde los ocho estudiaba violín y luego trompeta, un buen día le llevó a casa de un señor que solía andar ebrio y harapiento y le dijo: “mírate en ese espejo, si sigues con esa guitarra, cuando llegues a la juventud serás lo mismo”.

Asegura Ildefonso que aquello fue un pasaje traumático para él, pero como ni aun así el padre logró su empeño, un día llegó a su casa con Ñico Rojas, pues fueron compañeros en el Ministerio de Obras Públicas. Así tuvo el privilegio Ildefonso Acosta de conocer a Ñico Rojas.

A la luz del tiempo confiesa Acosta: “aquel inolvidable y fortuito encuentro me produjo tal impacto que ensanchó de pronto el horizonte que tenía de la guitarra, circunscrito hasta entonces a la ejecución de trovadores y a las excelentes guitarras primas e interpretaciones de los grandes tríos mexicanos que se oían en la radio a inicios de los años cincuenta. En Ñico descubrí una polifonía no escuchada hasta ese momento, así como armonías únicas en el instrumento como solista”.

A partir de esa experiencia se estableció una relación realmente familiar entre Ñico y el niño por el cual sintió aprecio y admiración.

“Las familias se hicieron una y Ñico Rojas puso a mi disposición obras emblemáticas del repertorio de guitarra clásica, partituras y audiciones de la música universal que ofrecía en su casa, en especial las creaciones que partían de su invención, la mayoría nacidas en la ciudad de Matanzas”.

Es este un sencillo recuento del matancero hoy galardonado con la más alta distinción que otorga el Instituto de la Música. Ildelfonso es un ejemplo de sencillez y de compromiso por un terruño al que le ha regalado toda una vida hecha música. Durante muchos años fue Presidente de la Uneac en la Atenas de Cuba; ir a Matanzas exigía verle en medio de sus alumnos, en su labor como repertorista de grupos musicales o en su labor de asesor para el montaje de voces de diversas agrupaciones vocales, siempre con la mirada en el próximo proyecto a realizar.

Ñico Rojas, compositor y guitarrista del filin cubano

Estas líneas son unas sencillas felicitaciones que se suman a las recibidas por Ildefonso, solo que estas, tienen que ver con la experiencia de haberlo visto dialogar con Ñico Rojas hace relativamente poco tiempo, cuando ambos sin previo aviso comenzaban a hablar de guitarra y mucho más.