De las lecciones del gato por liebre

José Ángel Téllez Villalón
14/2/2019

Se presentan como “ventiscas en las redes” contra el esfuerzo gubernamental por reparar los zarpazos de un tornado en La Habana, o más descaradas, contra el legítimo gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Los seguidores de Goebbels, recurren a las mentiras y el embuste contra todo intento liberador de los “condenados de la tierra”.

Tales ideas, asaltan mi mente mientras revisito la entrevista que le hiciera al joven artista Fernando Reyna Escalona (Bayamo, 1985) y las fotos de sus pinturas, esculturas e instalaciones que conformaron"La tierra del nunca jamás", exposición con la que recibió el nuevo año la capitalina Galería Habana.

Exposición La tierra del nunca jamás, de Fernando Reyna. Fotos cortesía del artista
 

Pertinente actualización de una de las más cruentas manipulaciones orquestadas desde el Norte Brutal que nos desprecia, la Operación Peter Pan. Relectura de aquella violencia carnal y simbólica, engañosa desde el nombre mismo, que centró la muestra curada por Meira Marrero. Feliz acercamiento desde el Arte, nada planfetario, ni de pretensiones pedagógicas. Estructurada desde la objetividad de una investigación rigurosa, sincera y sobre todo de una sensibilidad nacida en el trascendente hecho de ser padre.

Oportunidad perdida para muchos, los maestros y educandos cercanos a la galería por poner un ejemplo. Por su no promoción, por el mutis con que nuestros medios de prensa “premiaron” tan loable empeño de un joven artista cubano. Idea que comparte el colega Jorge Ángel Hernández, Director de Ediciones Arte Cubano, junto al que participé en la clausura. La reseña de Hernández se publicó recientemente en el Periódico Granma.

La tierra del nunca jamás, es un nuevo punto de desarrollo de una intencionalidad que signa el devenir artístico de Reyna Escalona, desde sus últimos años de estudios en la Universidad de las Artes. La búsqueda del origen, “desde el interior del arte” como anuncia en su página web. Síntesis de la idea de una de las víctimas de la Operación Peter Pan, Ana Mendieta: “No existe un pasado original que se deba redimir: existe el vacío, la orfandad, la tierra sin bautizo de los inicios, el tiempo que nos observa desde el interior de la tierra. Existe por encima de todo, la búsqueda del origen”. Artista con la que Fernando Reyna comparte motivaciones antropológicas y coincidencias biográficas.

Como ella, el bayamés indaga sobre temas de los cuales “se ha dicho y escrito muy poco; de lo que sentimos cuando nos detenemos un instante a respirar y disfrutar de ese aire que nos llega”.Y más específicamente sobre la historia de la emigración en Cuba.

José Martí, como eterno viajero o emigrante, estuvo entre los temas centrales de José Martí al 1% en la galería El Reino de Este Mundo de la BNJM. Sintetizado en aquella transparente maleta con un poco de sus tierras natales, un pan, libros, un rosario y rotulada con la significativa palabra PATRIA que vuelve a aparecer en esta última muestra en su Motherland, fotografía sobre vinilo que documenta su land art en terrenos del ISA.

La emigración de la intelectualidad cubana es el tema que subyace en las cuarentas pinturas con sal y azúcar de su serie Yo me llamo Nadie, Nadie me llaman todos, expuesta en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en el 2013. Son cuarenta personalidades, desde Heredia y Varela hasta la actualidad que se vieron forzados a dejar la tierra donde nacieron.

A la reconocida artista cubanoamericana le dedica la pieza Where is Ana Mendieta. Con esta y con otro óleo sobre lienzo en forma de pancarta, con la imagen del niño cardenense Elián González, construye la Elipsis, instalación contigua a Lesson of Cat for Hare, colocada en el meridiano de la galería.

Instalación Peter Pan
 

Lección del gato por liebre armoniza tres discursos recurrentes en toda la muestra. Lo engañoso de esta maquiavélica operatoriade la CIA, con la colaboración de, entre otros, sectores de la iglesia de la Florida. La cifra de 14 048 que contabiliza las víctimas de aquella falaz propaganda y bajo la cual laten tétricas historias de vida. Más el choque que significó, además del cambio de la visualidad, olores y sabores, la pérdida de su lengua materna; aludido por 54 animales pintados con acuarelas sobre pañales desechables y sus nombres en inglés y español.

Reyna es enfático con el uso de títulos en ese idioma, Waive (Renuncia), Radio Swan (Radio Cisne) y Neverland (Tierra del Nunca jamás), en los que se infiere cierta ironía y ambigüedad. Otra vía para aludir la trampa detrás de aquella operación, como trasluce la instalación que da título a la exposición.

Con la misma intencionalidad, pero con otros sentidos, Reyna pinta lienzos con tierra o con los excrementos de su pequeño hijo, protagonista de su intervención en la noche de la clausura.

De terracota es Deja vu, la alfombra con el texto Good bay que pisábamos al entrar a la muestra y la escultura de Sacrificio, un niño custodiado -pero al final no protegido- por una inmensa cruz de madera. Con lienzos pintados con tierra reproduce 14 fotos de los Peter Pan, en diferentes etapas del viaje, con las que arma un avión, la extensa instalación Peter Pan Am.

Con excrementos rotula tres grandes lienzos que reproducen octavillas con textos que tergiversaban para tan macabros fines, frases del Apóstol de nuestra independencia. Y construye el contraste de las actuales planillas para el ingreso a los Círculos Infantiles con las que certificaban la “Visa Waiver”, para los miles de niños arrancados de su tierra, y en muchos casos de sus padres, bajo falacias como la pérdida de la patria potestad y su posible envío a Rusia.

Más por sostener su discurso que por experimentar con nuevos materiales. Por su irradiación semántica se destaca la obra Radio Swaw. Pedazo de tierra de Cuba con sonido interior: la voz de una madre leyendo fragmentos e historias de La edad de oro. Símbolo de resiliencia que no solo se conecta con la frase que la acompaña: “(…) retuerce el largo cuello del falaz cisne / de insidioso plumaje (…) y se abrirá a tus / oídos, el canto virgen de los cielos, esos / que resguardan la madre tierra bendita (…)”, sino con aquella de Abdala: “El amor, madre, a la patria / No es el amor ridículo a la tierra, / Ni a la yerba que pisan nuestras plantas; / Es el odio invencible a quien la oprime, / Es el rencor eterno a quien la ataca…”.

Así resignifica Fernando Reyna un tema bien complejo, que aún no ha terminado de cicatrizar. Desde el respeto y la sensibilidad, no impone pautas, deja abiertas interpretaciones propias. Las piezas de La tierra del nunca jamás se constituye en evidencias, no solo de sus dotes como dibujante y escultor, sino también de su aguda capacidad metafórica y comunicacional.