De lo simple a lo profundo (IV): entre sones y camisas

Emir García Meralla
20/12/2019

Los años ochenta estaban trascurriendo aceleradamente en materia musical; y parte de esa velocidad se debió a la popularidad que comenzaban a alcanzar algunas orquestas de música popular cubana que compartían parte importante de sus seguidores con muchos cantantes solistas y algunas agrupaciones vocales. En resumen: había espacio para todas las manifestaciones musicales y la difusión radial y televisiva lo refrendaba.

El primer gran fenómeno musical de importancia ―en el campo bailable— corría a cuenta de Adalberto Álvarez y el Conjunto Son 14. Y es que, tras el éxito del tema A Bayamo en coche; la “son14 manía” se había apoderado no solo de los bailadores, sino también de algunos músicos populares; y es que “la ola Adalberto” despertó la atención de todos los involucrados en el asunto música cubana en lo que se estaba generando en la zona oriental del país donde se había desarrollado y establecido un sonido muy peculiar, que involucraba diversos formatos musicales en los que “el son oriental” era la piedra angular; y en el que destacaban el grupo Los Karachi, la orquesta Original de Manzanillo y Los Tainos de Mayarí; por solo citar los más representativos.

Foto: Internet
 

Los Karachi ―anteriormente llamados Zafia y su combo y después Los Meteoros del Caribe— llegaron al panorama musical de estos años haciendo valer, además del sonido de sus trombones (con un sonido muy peculiar), un estilo merenguero que en nada se asemejaba al de las formaciones dominicanas y con una batería de textos heterogéneos para la época. El primero de sus grandes temas fue Un solo pueblo, que contaba una leyenda sobre la epopeya cubana en el África austral, Angola en lo fundamental. El tema, estrenado en los carnavales de Santiago del año 1982, rápidamente llegó a todas las emisoras del país y su pegajoso estribillo se repetía hasta la saciedad en todas las esquinas “…un solo pueblo… un solo pueblo…”.

Sin embargo; el superéxito de esta banda lo constituirá el titulado El reto. La historia, contada igualmente en tiempo de merengue, gira en torno a la relación “amor/despecho/reconquista” que se establece entre una pareja de amantes, en la que afloran las contradicciones propias de una relación amorosa y que, en un arranque de locura, el cantante afirma que quiere “tu corazón/ para comérselo a besos”; todo un derroche de canibalismo romántico que escandalizaría a los defensores del tema género; aunque para ese entonces el término y sus implicaciones no formaban parte del vocabulario y la ideoestética nacional.

La otra gran agrupación musical que llega con fuerza del oriente en estos años es una charanga nacida bajo la influencia de la orquesta Aragón y responde al nombre de La Original de Manzanillo. Dirigida por el pianista Wilfredo “Pachi” Naranjo, la Original era conocida y seguida por los habitantes de las provincias orientales, y uno de sus cantantes principales, llamado Manolo del Valle, es igualmente un excelente bolerista; pero en estos años ochenta la orquesta hace el que se considera su mejor fichaje musical al incorporar al sonero e improvisador Cándido Fabré, quien atrapa la atención del público en general al aportar nuevos temas con una frescura inusual para una orquesta charanga en esos años, y que ponen a esta agrupación en los primeros planos de popularidad. Sin poseer una gran voz, Fabré tiene un modo de decir el son (un recitativo muy personal) que se hace acompañar de su carisma natural. Cuba bailará por años con La Original de Manzanillo, y en sus sones se fundirán motivos musicales como el golpe del nengón y el kiribá, que pertenecen a la etapa primigenia de esta manifestación.

Foto: Youtube
 

En La Habana, curiosamente, un ritmo o forma de hacer el son, propio del suroriente cubano, comienza a imponerse por parte de la orquesta del percusionista Elio Revé cuando deja en manos del pianista y compositor Juan Carlos Alfonso los destinos de la orquesta. Alfonso es todo un virtuoso del piano sonero, y además supo combinar acertadamente la vanguardia sonera y salsera con la tradición musical de su director; la muestra más importante de esa fusión estuvo en tres elementos importantes: el primero de ellos su trabajo con las voces, que armonizó al unísono y les dio un deje aguardentoso y añejo (algunos decían que imitando el coro de la Sonora Matancera); en segundo lugar, en la manera de armonizar los planos tímbricos de los trombones, lo que resultó novedoso dentro de la música cubana del momento ―aunque para ese entonces, además de las orquestas santiagueras, ya Formell los había introducido en los Van Van— y, por último, un repertorio muy inteligente. Y si hubiera que agregar un detonante importante a esta etapa de la orquesta Revé, hay que destacar el papel difusor de Mariano Suárez del Villar, como fundamental promotor desde su banco como musicalizador de las series nacionales de beisbol al final de cada inning.

Del espacio ganado en popularidad por esta orquesta en los años ochenta, más de un cincuenta por ciento fue obra de Mariano Suárez del Villar y del interés que mostraban los cubanos por la pelota.

El espectro musical fue complementado, de alguna manera, por la llegada de una moda inusual: una marca de camisa que logró complacer todos los gustos de la sociedad cubana de esos años: Yumurí. Facturadas en diseños atrevidos, con una gama de colores y estampados interesantes, las camisas Yumurí se convirtieron en una parte importante del orgullo nacional, junto al uso de las guayaberas y “los safaris”; aunque este último era obra de la influencia en Cuba de los líderes africanos del momento, que eran quienes más los usaban.

De todas las propuestas con que la industria ligera nacional quiso satisfacer las demandas siempre crecientes de la población, serían estas camisas, el proyecto TELARTE y la marca Opina las que mayor impacto tendrían en la población.

Foto: Internet
 

En ese entonces era normal encontrar en un mismo baile a decenas de personas que con orgullo lucían su camisa Yumurí, a pesar de la pasión que desataban otras marcas de ropa, algunas de prestigio internacional.

Algo similar ocurría con la música cubana, que en estos años ochenta vivirá también un interesante fenómeno: la salida de la Nueva Trova de dos agrupaciones insignias: Moncada y Manguaré. El primero se adscribirá a la onda pop rock, y el segundo tomará la ruta del son.

Nuevos acontecimientos ocurrirán que harán más interesantes estos años en materia de música.