Hace apenas tres días nos tomamos esta foto en nuestra peña Página Abierta. Leyó a Martí en su infatigable Santiago. Y esta noche se nos va Teresa de la Poesía, Teresa Melo. Un abrazo, Daniela. Estoy llorando…

Esta crónica se la dediqué hace mucho tiempo:

“Los locos y las puertas”

Venceremos. Así se llamaba el periódico donde un día me estrené. (Se llama). En el oriente del Oriente: Guantánamo. Sostener su nombre era difícil. El período especial mordía con saña.

Una hamburguesa era la bendición; cuatro ruedas, una excentricidad; un bombillo encendido, la noticia. No son metáforas.

Vivía en la casa del río. Vivía en una casa habitada por fantasmas. Vivía como podía. Tampoco son metáforas.

Me fui al parque Martí con las cuatro heridas de mi zapato. A los 23 años se estrechaban los caminos. Muchos amigos, como los dioses antiguos, habían caminado sobre las aguas.

Sostenía un libro de poesía en las manos, un libro breve. Conocía a la autora de La Escalera, en el Museo del Carnaval, en la calle Heredia. A ella y a otros insomnes a los que no quise abordar nunca. ¿Me detuvieron la cordura, los años, la ignorancia?

Abrí la página al azar, con desgano. “Cuento con moraleja” era el título: “Los locos encontraron cerrada la puerta del jardín/ Los cuerdos también la encontraron cerrada/ Los cuerdos/ Se tendieron allí/ sin llaves/ y sus cuerpos se llenaron de hormigas/ y hojas secas/ Los locos/ —los locos/ rieron/ mirando con fijeza/ y pasaron todos a través de la puerta”.

Era un mensaje en clave. Mi escala para volver.

A los 23 años pude cruzar la puerta de manos de Teresa Melo.

Tomado del perfil de Facebook del autor