Debemos dejar de ver nuestra realidad desde la perspectiva de occidente

Gustavo Borges Revilla
18/7/2018

Ayer se inició una discusión intensa y ciertamente constructiva, pero que deja ver muchísimo de lo que está pasando en el presente de Latinoamérica y el mundo. Podemos hacer un consenso y coincidir en que hay una crisis. Es una crisis del sistema mundo, como lo conocemos, una crisis del sistema global del capitalismo, que es inherente a todos nosotros y que los latinoamericanos estamos viviendo ahora en carne viva, en carne propia.

 Si el capitalismo logra recomponer su estructura filosófica, su estructura existencial, ahí si nosotros
habremos perdido la oportunidad de la vida y la oportunidad de imponer una cultura nueva. Fotos: La Jiribilla

 

Como ustedes saben, Venezuela fue víctima, en 2017, de quizás el modelo más acabado de intervención que la gente de Occidente ha diseñado; no solo para tomar el poder de los Estados que hoy se encuentran en manos de fuerzas anticapitalistas, sino para desmantelar los Estados tal y como los conocemos. Es decir, hay una crisis del pensamiento occidental manifestada después del  Pacto de Westfalia. Hay una crisis del modelo que le sirvió al capitalismo durante muchos años, que son los Estados nacionales. Frente a esos Estados, esa crisis y esos modelos de intervención nuevos, nosotros creemos que, desde el trabajo que estamos haciendo, no hay un entendimiento a plenitud de lo que está sucediendo ahora mismo, no sólo en el pensamiento occidental sino en cómo nosotros estamos viviendo estos procesos nuevos de intervención. Esto no es, digamos, una intervención victimista del asunto, pero sí es un llamado de alerta, ¿por qué?, porque Nicaragua ahora mismo la está sufriendo también. 

Nosotros, en 2015, diríamos que probablemente en Nicaragua se iba a implementar este nuevo modelo de intervención y decimos acá, hoy en La Habana, en el 2018, que Cuba también es un país que pudiera ser candidato a sufrir este modelo de intervención, que no es más que una reconfiguración de las identidades culturales de los países en función del secuestro de algunos valores y principios que estaban dirigidos por la izquierda durante muchos años. Hablo de derechos humanos; solidaridad; juventud; unas categorías que están siendo reconfiguradas por entidades como, por apenas citar un solo ejemplo, la Open Society Fundation.

Si todos en esta sala no conocemos lo que es la Open Society Fundation tenemos el debate perdido. Un dato apenas de la Fundación: mil millones de dólares invertido en 120 países en los últimos 5 años, 48 procesos de “revoluciones de color” que dejó destrozado a todo Medio Oriente. Empezó en Túnez, como sabemos, siguió por Egipto, continúo en Libia, se intentó en Siria, se importó a América Latina, Venezuela sufrió 3 intentos de “revolución de color” —2007, 2014, 2017— y Venezuela puede ser, podemos decirlo hoy aquí, asegurarlo, es el único país que ha sabido enfrentar la “revolución de color” y las ha desarmado desde la inteligencia política y desde la audacia.

Pero esto nos lleva a otro debate un poco más complejo, un poco más odioso, un poco más difícil de encarar, que es el debate de la intelectualidad. En principio, podemos preguntarnos si la intelectualidad está al tanto de lo que está sucediendo, sobre todo la intelectualidad de izquierda. Lo pongo en duda porque el presidente Maduro es probablemente uno de los políticos más desprestigiado del planeta en el sistema de medios mundial, en la mediocracia mundial. 

Tristemente, hemos visto que la izquierda no es infalible a la hora del consumo de propaganda occidental y la izquierda, no tanto latinoamericana, pero la izquierda europea, por categorizarla de alguna manera, si se ha visto consumida por el discurso occidental que indica que en Venezuela no ha habido una democracia. Esto nos lleva a un debate un poco más profundo, ¿qué es la democracia? Hemos discutido, en ese sentido, que también hay una crisis de conceptos, una reconfiguración, y no somos precisamente nosotros los que estamos dándole una interpretación novedosa a estos conceptos, adaptada a nuestras realidades. 

No sé si se conoce que en la última declaración del ALBA se saludó el referéndum que se celebró en Ecuador, en el cual Rafael Correa queda execrado en la política ecuatoriana. Un documento del ALBA. Son puntos que nosotros tenemos que ver con muchísima cautela y con muchísima responsabilidad, porque en ese sentido, en el entendido concepto de la democracia, Ecuador es un país democrático, Argentina es un país democrático, Brasil es un país democrático, Venezuela es una dictadura y ni se diga de Cuba que lleva 50 años con esa estigmatización. 

El mundo entero carece hoy de un marco analítico propio de nosotros, los pueblos
 

La pregunta es si a nosotros nos sirven los conceptos de Democracia; Derechos Humanos; Libertad y Revolución.

Ayer la Red de Intelectuales debatía sobre ¿qué es Revolución y qué no? Cien años después. Yo no entiendo ¿qué es Revolución y qué no?, cuando estamos en un momento en el que, a nuestro entender, para nada debe prevalecer el pesimismo. Es un momento maravilloso. Es decir, las élites mundiales están peleándose entre sí, están comiéndose a sí mismas. Por ejemplo, vemos a un Donald Trump representando un sector de la élite mundial, peleándose con sus aliados, intentando imponer condiciones económicas a China y los chinos riéndose de ellos en alguna manera, lo vemos además intentando imponer amenazas a América Latina y Nicolás Maduro destrozando todos los planes de intervención de Estados Unidos a Venezuela.

Hemos ganado 4 elecciones consecutivas en menos de 6 meses y aquí entramos en el último tema que nosotros queríamos traer acá. No sólo en Latinoamérica; el mundo entero carece hoy de un marco analítico propio de nosotros, los pueblos. No se escribe sobre las victorias venezolanas ya, existe una especie de manifestación emocional, sobre todo de la izquierda intelectual, de estar en un permanente empezar de cero, un permanente abandonar lo que en un momento floreció.

A Venezuela, de alguna manera, se le dejó sola durante estos últimos años cuando el Comandante Chávez no estuvo a la cabeza, nos emocionamos por los nuevos triunfos, está bien, celebremos los nuevos triunfos, entendamos que Venezuela viene de 4 triunfos electorales donde la oposición venezolana quedó fragmentada en, al menos, 4 pedazos y esto se hizo, insisto, con inteligencia política, y además, con un apoyo irreductible de la base popular venezolana que está representada, principalmente, por mujeres pobres y madres solteras que tienen en su responsabilidad a no menos de mil personas cada una.

Si no fuera por este sujeto que está haciendo política de verdad, Venezuela sí estuviera sumida hoy en el hambre pura y dura. Estas mujeres, que fueron amenazadas en 2017, organizan, viven, conviven, resisten amenazas, hacen política y además, garantizan los triunfos electorales de la Revolución bolivariana.

En Venezuela se ha creado una fórmula, insisto, chavista. Se afirmaba en este panel, en la sesión anterior, que había que ser cada vez más chavista, porque el chavismo resultó ser, más allá de las condicionantes históricas que se le pongan, un método de acción política, un método pragmático de entender la realidad y de incidir sobre ella para planificar el futuro, con la audacia manifestada en los encuentros y las experiencias de Chávez y Fidel.

Entramos en las preguntas incómodas que cualquier encuentro, que se proponga honesto, debe hacerse. Poder, ¿para qué?, en el momento en el que la élite occidental está destrozando todo el sistema occidental como lo conocemos. Toda la institucionalidad está siendo destrozada por sus propios creadores. Insisto, poder, ¿para qué? Habría que preguntarnos esto a cada uno que estamos en procesos políticos y en los que participamos de él, ¿para qué quiere el poder Manuel López Obrador? ¿Para qué quiere el poder Nicolás Maduro? ¿Para qué quiere el poder Evo Morales?, luego del ir y venir de derrotas dolorosas, en algunos casos vergonzosas, en la región. 

No quiero ser más incómodo pero, en el 2017, de febrero a julio de 2017, los llamados liderazgos regionales progresistas hicieron cero menciones a Venezuela y a su proceso de intervención. Los casos de Cuba y Bolivia se exceptúan, obviamente. Esto no es, digamos, una manifestación victimista, sino un llamado a la reflexión, sobre todo de la intelectualidad de izquierda, que parece estar analizando el mundo como en 1950 y no como en el 2018; en un momento donde el tiempo que corre, si bien es el tiempo más peligroso, también es el tiempo maravilloso. Si el capitalismo logra recomponer su estructura filosófica, su estructura existencial, ahí si nosotros habremos perdido la oportunidad de la vida y la oportunidad de imponer una cultura nueva, de pensarla, de experimentarla y de dejar atrás siglos y siglos de dominación, en los cuales hemos sido espectadores y no partícipes.

Transcripción y redacción: Liliam Lee