Los cuadros de costumbres que a lo largo de dicha centuria (siglo XIX) aparecen en periódicos, revistas, folletos y libros de los países de lengua castellana, expresan los modos de vida y la psicología social de estos pueblos.

Salvador Bueno, Costumbristas cubanos del siglo XIX (2016)

El hispanista José María Chacón y Calvo, en carta fechada el 26 de septiembre de 1922, recomendaba al editor costarricense Joaquín García Monge la publicación del libro El caballero que ha perdido su señora, de Emilio Roig de Leuchsenring. En palabras de Chacón y Calvo, en esas páginas, por entonces inéditas, era posible encontrar una “preciosa colección de artículos de costumbres”, finos e ingeniosos, que vienen a renovar “una tradición que parecía perdida en nuestras letras”.

“Laidi Fernández de Juan, desde la contemporaneidad y con mirada inteligente y renovadora, presenta a los lectores una atractiva y enriquecedora propuesta”. Imagen: Tomada de Ecured

He vuelto sobre esa  misiva —que permitió, por cierto, que la citada obra del primer Historiador de la Ciudad de La Habana se publicara en Costa Rica, en 1923—, ante la aparición de dos libros que dan continuidad a una tradición casi extinguida. Se trata de dos ejemplares de estampas costumbristas en que su autora, Laidi Fernández de Juan (La Habana, 1961), desde la contemporaneidad y con mirada inteligente y renovadora, presenta a los lectores una atractiva y enriquecedora propuesta.

En el primero de esos títulos, La Habana nuestra de cada día (Ediciones Boloña, Colección Raíces, La Habana, 2018, 364 pp.), se reúnen, en once secciones, un centenar de textos; fiel reflejo de un amplio universo temático. Si se revisa el índice del volumen, es fácil advertir ese interés por comentar, indagar, cuestionar y reflexionar sobre sucesos, acciones, actitudes, sentimientos, que marcan la identidad de cubanas y cubanos de estos tiempos. Se conocerá, así, de los misterios de la habanera calle G, de lo cheo, del “timbirichismo”, de los ruidos, del cubaneo, del brete, de los embarques, de las nueras, de la moda, de los móviles, de cuando los hijos viajan…

Recomiendo en esta obra la atenta lectura de “Cuba de moda”, en que se comentan las múltiples razones que por décadas han motivado que el nombre de la isla haya estado “de moda” en el plano internacional.

“Con estos textos Fernández de Juan se inscribe en una tradición que, solo en el siglo XX, atesora el legado de grandes intelectuales cubanos”.

Luego de recordar momentos que han marcado la historia nacional de las últimas seis décadas, no solo se reafirma el sentido de pertenencia a la patria, sino que también se perfilan algunos rasgos que caracterizan a cubanas y cubanos. Con su personal tono humorístico, presente también en su obra narrativa, Laidi Fernández de Juan escribe:

Presentimos que algo grande está por suceder, pero la intuición no nos nubla el entendimiento, ni nos alivia las carencias inmediatas. Mientras viene lo que viene, o lo que dicen que vendrá, aquí estamos, con la calma que heredamos de los chinos, con la sabiduría de los africanos y con la gracia española para hacer refranes, en el tíbiri-tábara, en el dime que te diré, en la indromuria y en la psicofancia, en la lucha diaria y en miles de batallas, que ni el mejor lente del planeta es capaz de descifrar, aunque el mundo siga observándonos atentamente y unos cuantos expertos se otorguen el derecho de emitir opiniones sobre nosotros.

Es incuestionable que el interés por la crónica costumbrista de Laidi Fernández de Juan  —médica de profesión, quien desde 1994 se dedica a la literatura— parte de dos momentos presentes en su ejercicio intelectual. El primero, por supuesto, su obra narrativa —conformada por once libros de cuentos y una novela—, reconocida, entre otros galardones, con el Premio UNEAC de Cuento Luis Felipe Rodríguez (1998 y 2014) y el Premio de Cuento Alejo Carpentier (2005); y segundo, su admiración manifiesta por los cultivadores del género, que la llevó a seleccionar y prologar Estampas (1941-1958), de Eladio Secades, para así reinsertar en el catálogo editorial cubano a este injustamente olvidado autor.

Al igual que en La Habana nuestra de cada día,en Tiempo de mujeres (Ediciones Matanzas, Colección Los Molinos, Matanzas, 2019, 144 pp.) la escritora agrupa estampas costumbristas publicadas en la prensa digital. Estructurado en cinco partes, en sus páginas aparece ahora casi medio centenar de textos en que la autora vuelve sobre esos temas que, desde una sagaz y sugerente ojeada, le interesa revisar, analizar y comentar.

“Ciberchancleteo” es una lograda muestra de cómo acercarse, desde una perspectiva crítica, a un fenómeno que en las redes sociales del mundo y de la isla asume manifestaciones lamentablemente alarmantes. Sin olvidar la aparente ligereza del género costumbrista, con firmeza y respeto, Fernández de Juan opina al respecto:

El llamado ciberchancleteo aúpa cuanta calumnia pueda imaginarse. Acusaciones pantagruélicas, dislates descomunales: intrigas que en otros tiempos conllevarían a duelos o a juicios por difamación,  aparecen en el espacio sideral con tranquilidad pasmosa. Hay quienes pierden de vista el ventajosísimo encuentro que permiten las redes sociales, la felicidad de volver a ver rostros de épocas pasadas, de colegas de escuela, de antiguos amores.

Quizás sin imaginarlo, con estos textos Fernández de Juan se inscribe en una tradición que, solo en el siglo XX, atesora el legado de grandes intelectuales cubanos como Emilio Roig de Leuchsenring, Jorge Mañach, Eladio Secades, Enrique Núñez Rodríguez, y otros.

La obra de Fernández de Juan ahonda en la naturaleza femenina, la maternidad, el ser cubano y la cotidianidad. Imagen: Tomada del sitio web de Emisora Habana Radio

“Laidi Fernández de Juan —en palabras del narrador y crítico Francisco López Sacha— escribe lo que ocurre y puede ser olvidado, lo que pasa una vez, lo que se mueve para vencer el tiempo, lo que queda, lo que se va, lo que al final cambia y se transmuta aunque ha dejado su huella en la memoria”.

Ojalá que la autora de La Habana nuestra de cada día y Tiempo de mujeres no deje de escribir sobre lo que ocurre, lo que ve, lo que pasa, para así garantizar que la huella de este tiempo quede para siempre en la memoria.