(Des) memoria en la escena: un vacío en las palabras

Joan Fellove Marín
12/11/2018

La vuelta a la historia y el recuerdo resultan constantes ineludibles cuando el teatro se convierte en el receptáculo de preocupaciones sociales o universales. Es así que tópicos relacionados con la tradición, la identidad o un determinado contexto político, por ejemplo, dan cabida a obras capaces de reflejar en la escena diversas problemáticas que demandan la reflexión del espectador. Bajo la premisa de un teatro reflexivo que indaga en la historia y en sus protagonistas, Ludi Teatro propone —en el ámbito de la Séptima Semana del Teatro Polaco y el Centenario del Renacimiento del Estado polaco—, El vacío de las palabras, unipersonal protagonizado por la actriz Giselle González, escrito por Maykel Rodríguez de la Cruz y dirigido por Miguel Abreu.

La obra—que tuvo su estreno el viernes 9 de noviembre— realiza un homenaje a la heroína polaca Irena Sendler, conocida como el “Ángel del gueto de Varsovia”. Sendler fue una enfermera y trabajadora social que durante el nefasto periodo de la Segunda Guerra Mundial logró salvar —arriesgando incluso su propia vida— alrededor de 2500 niños judíos condenados al Holocausto. La propuesta de Ludi Teatro se construye a partir de la propia investigación: primero, en el redescubrimiento de la historia de Irena —quizás desconocida para algunos—; segundo, como punto de partida de la actriz de la obra que nos hace partícipes de la relevancia de su hallazgo al encontrar en la heroína polaca un gran personaje a desempeñar.


Imágenes de la puesta en escena. Foto del autor
 

Dentro de este proceso creativo, de reconocimiento, se evidencia una escenificación interna en la propia obra, manifestado a través del deseo que expresa el personaje de representar a Sendler. Sin embargo, no resulta fortuito asumir este procedimiento metateatral, que se conecta con ese gesto de curiosidad mediante el cual descubrimos, junto con la actriz, la vida de Irena Sendler. Este recurso —al que nos tiene ya acostumbrados Ludi Teatro— tiene la función de presentarnos a una Irena despojada de toda la glorificación característica de los héroes clásicos, para situarnos en presencia de una mujer con miedos, anhelos, contradicciones, pero con una convicción extraordinaria para operar en todos los contextos políticos que vivió.

A través del soliloquio del personaje protagónico se van vislumbrando fragmentos de la vida de “Jolanta” —nombre clave por el que los niños judíos conocían a Irena—, quien en el transcurso de la obra se convierte a su vez en la propia heroína polaca. Este hecho da paso a que se establezca una suerte de desdoblamiento entre un personaje y otro, con lo cual se desdibuja el límite entre la realidad ficcional presentada como marco fundamental de la obra y el acto de evocar la memoria histórica. Por esa razón el tiempo posee un rol significativo como medio, a través del cual el espectador es llevado del presente al pasado.

Toda esta urdimbre de elementos metateatrales, típicos del teatro posdramático, se suman a otros aspectos artísticos que contribuyen a la progresión dramática de la obra. Sonidos, una voz en off que antes del inicio de la puesta va describiendo personas —que posiblemente formaron parte de la lista de niños rescatados—, así como documentales sobre el fatídico periodo del Holocausto o de la propia Irena, proponen un diálogo con los acontecimientos de hoy, preocupaciones incesantes a las que debemos atender todos.

Una vez más, Ludi Teatro logra presentarnos una obra de altos quilates y esta vez mediante un monólogo que demanda un cierto despliegue físico, pero esencialmente de índole sicológico, pues se observa una fusión entre el personaje ficcional y el histórico —que a la postre se vuelve uno: la verdadera Irena Sendler— frente a un espectador reflexivo, para el que ya no existirá el vacío habitual en las palabras.