Hora 1. Mi amiga Fefa convocó, con carácter urgente, a las amigas que solemos reunirnos cuando nos agobia a todas, a una, o a varias, algún asunto relacionado con nuestros hijos. “¿De qué se trata?” quisimos saber, “Nos vemos mañana y ya sabrán”, respondió. Luego de repartir las tareas imprescindibles como responsabilizar quién llevaría croquetas, quién refresco, a cuál le tocaba aportar abanico, y en cuál casa nos reuniríamos, quedó todo listo. El hijo de Fefa, por cierto, suele ser bastante conflictivo, así que teníamos los nervios de punta, como quien dice.

“La tokenización es el proceso de sustitución de un elemento de datos sensibles por un equivalente no sensible, denominado token”.

Hora 2. Luego de los saludos y de contarnos a quiénes de nosotras les había dado Covid y cuántas veces, de elogiarnos los nasobucos floreados y de anotar teléfonos de quién vende maicena, bombillos, harina y gel antibacterial por el barrio, Fefa soltó sin preámbulos: “Mi hijo Raimundo está metido en los NFT”, con un sollozo hondo. “Pásame una croqueta”, le dijo Hilda a Brígida, quien, a su vez, dejó a la mitad el refresco de frambuesa que estaba bebiendo cuando Fefa dijo las siglas NFT. Yo, por mi parte, procedí a abanicarme con la penca que dice “Leamos más”. Un silencio espeso y municipal se instaló a continuación, solo interrumpido por la masticación de Hilda, el pasmo de Brígida, el abaniqueo mío y la prolongación del sollozo de Fefa.

Hora 3. “¿Puedes repetir?”, dijimos a coro dirigiéndonos a Fefa, quien ya se soplaba la nariz. “Como oyeron. Mi hijo “…”Sí, eso ya lo sabemos”, dije yo. “Necesitamos más bien comprender en qué anda metido él, si no es molestia, explica lo de los NFT”. “¿Eso qué es?”, añadió Hilda, luego de tres croquetas. “Es algo donde se venden y se compran cosas”, respondió la aludida. “¿Y qué tiene de malo, si nosotras compramos y vendemos también, ya sea en garajes, por la ventana o disimulando en la puerta?”, preguntó Brígida con la boca embarrada de rojo. “Sí, compañeras, pero esto es mucho más grave, porque mi hijo vende y compra en tokens. ¿Se imaginan qué tragedia?”.

Hora 4. “Sí… parece gravísimo”, dijo Brígida, y añadió: “Hilda, no comas más, por Dios, que no alcanzan todos los tokens esos para pagar la harina”. “Ay, chica, no seas tan dramática, que María siempre hace rebajas, aunque sea de la harina que reparten a los celíacos, no te hagas la boba”. “¡Animal! A los celíacos les dan maicena, ¿no ves que son alérgicos a la harina de trigo? Y ahora que la mencionas, ¿Tú sabes si María ya regresó?”. “¿De dónde?”, quiso saber Brígida. Fefa corrió al baño, presumiblemente a buscar servilletas para limpiarse las lágrimas, y yo aproveché para recriminarles a mis amigas la falta de solidaridad, de empatía y de compasión.

Hora 5. “Tienes razón, perdón”, dijeron quienes discutían por menudencias ante la desazón de Fefa, quien ya reinstalada en su banco, procedió a explicarnos lo siguiente: “Lo descubrí hace poco. Mi hijo vende y compra Non Fungible Token, que son muñequitos animados, o monstruos oscuros o, también, dibujos que se mueven al compás de unas músicas rarísimas. Utiliza una cosa llamada criptomonedas, para lo cual necesita tokens como modelo de cambio. Estoy desesperada, de verdad”. “No es para menos”, dijo Brígida. “Hilda, lléname un vaso de refresco, por favor”. “¿De cuál?”, preguntó la aludida. “Hay de zarzamora, hay de maracuyá y queda un poco de pera, porque ya te zampaste el de frambuesa”. “Bueno… entonces dame cualquiera, y una croqueta, si es que quedan”. Hilda, sudando a mares, me pidió la penca, aunque ella no es de mucho leer, por cierto. Más bien es de mirar series. “Hilda, ¿ya viste la nueva temporada de Mentes criminales? El actor que hace de Reid sufre una hemorragia cerebral en la parte de…”.

Hora 6. “¿Ninguna de ustedes piensa ayudarme?”, bramó Fefa. “Yo aquí sumida en uno de los mayores conflictos de mi existencia, y ustedes ahí, comiendo de lo que pica el pollo”. “Bueno, no precisamente”, protesté yo. “Las croquetas son de sardina, mija, de las laticas que hermanos solidarios nos donaron, así que no te permito que hables así, con tanto desprecio, porque además, la harina de los celíacos, no, perdón, la harina de los autistas, pobrecitos, que vende María, la inescrupulosa esa de la otra esquina, cuesta bastante”. “¡Basta ya!”, exclamó Hilda. “Mira, Fefa, mientras no se demuestre lo contrario, en lo único que incurre tu hijo es en ser tan iluso como para creer que con esos… ¿cómo se llaman? NFT… TNT… BBC, se va a enriquecer. Olvídate de los tokens, los talcos, los tocos esos, por favor, déjalo vivir”.

“Lo descubrí hace poco. Mi hijo vende y compra Non Fungible Token, que son muñequitos animados, o monstruos oscuros o, también, dibujos que se mueven al compás de unas músicas rarísimas. Utiliza una cosa llamada criptomonedas, para lo cual necesita tokens como modelo de cambio. Estoy desesperada, de verdad”.

Hora 7. Una vez agotadas las pequeñas reservas de comestibles y de bebestibles, entendiéndose como tal las croquetas de sardinas y los refrescos variopintos, todas las amigas, incluida Fefa, acordamos ignorar el asunto. Si bien todas desconocíamos de qué se trataba, tampoco encontramos motivo de preocupación. Después de todo, añadió Brígida, con el móvil en la mano, no es para morirse por el hecho de que el niño juegue con esas cositas llamadas token. A ver, déjame leer…, dijo Fefa. ¡En voz alta!, pedimos Hilda y yo, ¡no nos dejen en la inopia cognitiva, por favor! “Escuchen todas”, concedió Brígida: “La tokenización es el proceso de sustitución de un elemento de datos sensibles por un equivalente no sensible, denominado token”. “Ah…”, suspiramos todas con alivio. “Y sigo”, añadió Brígida: “Dice aquí que el token no tiene valor extrínseco o explotable”.

Hora 8 y final. “¿Ves?, ¿ya ves?”, dijo Brígida, “tu hijo simplemente juega a las bolitas y al monopolio, pero con neoamigos, cuyas caras jamás conoceremos. Vende muñequitos y caritas monstruosas, ¿y eso qué?. En resumen, déjalo vivir, Fefa”. “¿Ustedes están seguras de eso?”. “Pero, claro”, dijimos al unísono. “Interpreta bien el significado de NFT y saque usted sus propias conclusiones”. “Pero si ya lo leí, N viene de Non, F de Fungible y T de”… “Ay, chica, no te hagas la chiva con tontera”, intervino Hilda. “Yo lo veo más claro que el agua”. “Reparte, comparte”, exigió Brígida, buscando la croqueta que ya no quedaba. “Fácil”, aporté yo: “NFT quiere decir NO FASTIDIEN TANTO” y se acabó lo que se daba. Recogimos los bancos, los vasos y platicos plásticos y nos fuimos. Ninguna madre lo dijo expresamente, pero todas salimos de la reunión pensando en dónde habría que inscribirse para jugar tiempos modernos, esos que nos alejan de la modernidad, aunque sea temporalmente.

3