Doime

Laidi Fernández de Juan
8/11/2020

Se acerca el cumpleaños 56 de uno de los actores más relevantes de la cultura cubana, y quiero dedicar mi columna de hoy a reverenciarlo. Osvaldo Doimeadiós, nacido holguinero e hijo adoptivo de La Habana, no solo tiene una trayectoria brillante, una carrera indetenible y una versatilidad que parece renacentista; sino, además, es un ser humano imposible de inadvertir.

“En el plano íntimo, personal, Doime es el amigo leal, el que siempre está (…), el que nunca pide
y siempre ofrece”.  Fotos: Cortesía de la autora

 

Graduado de artes escénicas en el Instituto Superior de Arte en 1987 (donde recibió el galardón Sello de oro, y de Mejor Graduado en su año), se vinculó al humor desde temprano, fundando uno de los grupos emblemáticos de aquella época dorada: Sala-manca. A partir de entonces, no ha cesado de trabajar. Podría pensarse que su desempeño actoral se circunscribe al humor (donde ciertamente sus aportes son imprescindibles), pero no es cierto. Quienes hemos podido disfrutar de sus actuaciones dramáticas, damos fe de su imbatible espíritu versátil. Al verlo en escena, en directo, en ese momento sublime del contacto entre actor y público, no podemos dejar de rendirnos al encanto de su extraordinario talento. Josefina la viajera, Santa Cecilia, Yellow dream road, Ana en el trópico, Un jesuita de la literatura, por solo mencionar unos pocos ejemplos, lo muestran como el dueño de una escena que solo él maneja a su antojo. Me permito citar al crítico Amado del Pino, quien reseñó Santa Cecilia en el año 2005: “Uso pocas veces el adjetivo excepcional. Me lo permito ahora para el desempeño de Osvaldo Doimeadiós en Santa Cecilia. Se juntan aquí sus conocidas cualidades de comediante y las menos valoradas dotes de actor dramático. Doime canta en registros diversos, elabora una suerte de danza entre trascendental y cotidiana, derrocha recursos desde el punto de vista gestual y de las gradaciones de su voz”.

Osvaldo Doimeadiós junto a Adelaida de Juan y Roberto Fernández Retamar.
 

Lejos de dedicarse únicamente a su crecimiento personal (lo cual es válido), Doime, además, es un creador de tareas, un fundador, un trabajador a tiempo completo para y por los demás. Inauguró y dirigió durante los años más difíciles el Centro Promotor del Humor, se calificó como Profesor de actuación, labor que comparte actualmente con sus roles de actor, y en el año 2019 defendió su tesis de Maestría en Dirección Teatral. Ya sabíamos de sus dotes de director (Penumbras en el noveno cuarto, Vaginas, espectáculos musicales de Leo Brouwer, de Liuba María Hevia, de Bárbara Llanes y varios programas televisivos, aunque su égida se alzó de forma estruendosa con La cita, espectáculo teatral inolvidable, y recientemente, con esa maravillosa puesta que es Oficio de Isla); pero estuvo bien que académicamente, y siguiendo su sempiterna disciplina, presentara una tesis, y obtuviera de forma legal su condición de director. Cuando en 2012 recibió el Premio Nacional de Humorismo, todos quedamos complacidos, lo cual es raro en el gremio. Sus personajes en esta rama de la actuación (Domingo, Feliciano y, sobre todo, Margot, además de su rol en La divina moneda) pertenecen a la mejor galería de caracteres originados en el mundo del humor cubano de todos los tiempos.

Baste recordar su Aquí cualquier@, espectáculo con el cual Doime celebrara sus primeros 20 años de trabajo. Por fortuna, fue grabado, y es uno de esos pocos discos que se mantienen circulando de mano en mano, de generación en generación, de geografía en geografía, como ejemplo de rigor, de efectividad, de maestría en todos los sentidos.

“Confieso con absoluto orgullo que somos amigos desde hace más de un cuarto de siglo,
para mi enorme satisfacción”.

 

Antes, mencioné su disciplina. Debe añadirse su humildad. Hablo de un alumno-profesor, de un maestro siempre ávido de aprender. Ha sido dirigido en varios medios (teatro, televisión, cine) por Carlos Díaz  —artífice del grupo El Público y amigo personal de Doime—, por su amado profesor Armando Suárez del Villar, por Nicolás Dorr, Virulo, Arturo Sotto, Benito Zambrano, Luberta, Roly Peña, entre otros directores. Por cierto, su personaje Mongo Castillo, de la serie LCB, es otra de las joyas imperecederas en la carrera de Doime, sin dudas. “Solo los grandes dudan”, dijo un poeta una vez, y es el caso de nuestro homenajeado. Doime consulta, pregunta, pide criterios, somete sus propuestas al juicio de quienes considera útiles, antes de lanzarse al público general, de manera que va absorbiendo conocimientos, aunque no siempre esté de acuerdo con modificaciones que le señalen.

Resulta imposible resumir la biografía de este artista, detenernos ante los más de 25 galardones que ha recibido en su vida, increíblemente menor de seis décadas. En el plano íntimo, personal, Doime es el amigo leal, el que siempre está, el que aparece de inmediato en situaciones trágicas, y se demora en los festejos, el que nunca pide y siempre ofrece, esa persona pequeña, discreta, que viste como Samuel Feijóo para pasearse por las calles, aunque sea inútil su disfraz, porque lo detienen a cada paso. Aclamado por el público, y a pesar de tantísimos años de experiencia, se emociona como el primer día que subió a un escenario. Confieso con absoluto orgullo que somos amigos desde hace más de un cuarto de siglo, para mi enorme satisfacción. En aras de evitar sumergirme (más) en el sentimentalismo de este mensaje, concluyo deseándole larga y feliz vida. ¡Luz en tu camino, hermano de mi alma!