El nacimiento de una editorial responde casi siempre a un empeño mancomunado. A la idea en ciernes de una iniciativa, terminan sumándose espíritus afines; lo que no supone un mismo acuerdo en cuanto se publicará. De hecho, gracias a las diferencias de lecturas, visiones y hasta intuiciones de sus integrantes͵ es que un sello e industria del objeto impreso pueden o no encaminarse y así crecer. La aventura de hacer libros es por ello comprometida si bien no menos estimulante.

Una editorial exigente publicará a autores consagrados, aunque tiene que arriesgarse como empresa a un proceso de búsqueda de escritores noveles. Su objetivo no es enseñar a escribir sino más bien encontrar a aquellos que tal vez, algún día, prestigiarán la casa editorial. Es por ello que toda producción y distribución de libros debiera poseer primero una propensión a la aventura, pues a esta se va con una porción de saber y mucho de expectativa. Toda expectativa implica un dejarse sorprender con cautela, ya que de antemano se conquista o enamora a un autor porque uno ha sido capaz de entender que merece ser publicado. Así ha actuado Ediciones ICAIC desde sus inicios, al ser fundada por Alfredo Guevara en 1961.

“La aventura de hacer libros es por ello comprometida si bien no menos estimulante”.

Al surgir la Casa editorial del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), acompañaba procesos fundacionales que tuvieron sus antecedentes en el pasado republicano. Esa desmemoria sin razones que sufrieron algunos venía a ser contrarrestada por disímiles publicaciones (periódicos, revistas͵ suplementos…) y el propio contexto de un país y, en especial, una capital repleta de cines por doquier. En efecto, se fundaba una editorial en un paisaje cultural de aprehensión cinematográfica. Mientras algunos cubanos veían películas͵ otros escribían sobre ellas.

“No se hicieron esperar volúmenes de escritores cubanos que remitían a críticas de cine escritas en otro tiempo”. Foto: Tomada de Internet

Una de las labores del Icaic fue acercar a una variedad de registros —ampliarlo— cuando en las salas oscuras se proyectaba principalmente cine estadounidense. Aunque aquí se veía de todo: películas mexicanas, españolas͵ francesas, italianas, inglesas, alemanas… Ábranse por ejemplo las páginas de Bohemia o, si se prefiere, las de la Guía cinematográfica para conocer de la cinefilia existente en la Cuba prerrevolucionaria. Eso sí, el lector cubano no estaba muy al día con respecto a aquellos estudios que en el mundo se publicaban sobre el séptimo arte. Pasarían muchos años para que algunos por acá leyeran por ejemplo El cine o el hombre imaginario͵ el espléndido ensayo de Edgar Morin. Sin embargo͵ Ediciones ICAIC tuvo a bien publicar algunos de los libros de John Howard Lawson, como Teoría y técnica del guion cinematográfico͵ que contó con la traducción de Tomás Gutiérrez Alea.

Al unísono de estas ediciones de autores foráneos͵ recuerda Ambrosio Fornet͵ no se hicieron esperar volúmenes de escritores cubanos que remitían a críticas de cine escritas en otro tiempo (años cuarenta, cincuenta y sesenta). Fue de esta manera que se dieron a conocer: Un oficio del siglo XX (1963), de Guillermo Cabrera Infante; La sala oscura (2vols., 1982)͵ de Mario Rodríguez Alemán; Crónicas de cine (2vols., 1988−1989)͵ de Mirta Aguirre; y El cine: industria y arte de nuestro tiempo (1989), de José Manuel Valdés Rodríguez.[1]

“De lo que se trató y se trata aún es de publicar aquello que ayude a apreciar el cine cual arte específico͵ pero también atraído o apoyado por otras artes y ramas del saber”.

Ediciones ICAIC continuaría publicando libros de autores cubanos y ampliaría su catálogo con libros que no se limitaron solo a la hechura o análisis de las imágenes en movimiento. De lo que se trató y se trata aún es de publicar aquello que ayude a apreciar el cine cual arte específico͵ pero también atraído o apoyado por otras artes y ramas del saber, como los del argentino Adolfo Colombres (Teoría transcultural de las artes visuales͵ Poética de lo sagrado. Una introducción a la antropología simbólica…) y otros que͵ partiendo de una especialidad͵ intentan ampliar la comprensión del universo cinematográfico͵ caso de Memorias de un director de arte͵ de Pedro García Espinosa.

Dentro de su plan de publicaciones͵ la editorial se ha planteado un conjunto de materiales que homenajeen una película por su condición de clásico y su indudable importancia en la historia de la cultura nacional. De ahí que se ideara a tiempo la Colección Guion͵ donde el lector puede acceder no solo a los numerosos criterios de historiadores y críticos͵ sino a “la película que no se ve” —según las palabras— de ese grande que es Jean-Claude Carrière.

En la Colección Guion, el lector puede acceder a “la película que no se ve”, como dijera Jean-Claude Carrière. Foto: Portal Cubacine

A raíz de la pandemia͵ si bien es una idea que se había pensado desde antes͵ Ediciones ICAIC decidió optar por los libros digitales (Diferente. Cine y diversidad, de Frank Padrón; Seduciendo a un extraño. Historias de cine vueltas a contar, de Rufo Caballero…) a fin de llegar a un público que prefiere leer desde sus laptops͵ tablets y móviles. Se busca que se conozcan para su estudio y disfrute cuanto va publicando una casa editorial de prestigio fuera y dentro del país.

“Se busca que se conozcan para su estudio y disfrute cuanto va publicando una casa editorial de prestigio fuera y dentro del país”.

Cuando el 24 de marzo se conmemore el 63 aniversario de la fundación del Icaic͵ la festividad abarcará con toda justicia la Cinemateca de Cuba͵ la revista Cine Cubano y todas esas personas͵ conocidas o en el anonimato͵ que prestigian el arte y pensamiento nacionales desde sus aportes impagables. Por muchas razones de peso͵ Ediciones ICAIC͵ tiene su merecido lugar en este agasajo cultural.


Notas:

[1] Fornet, Ambrosio, Las trampas del oficio, Ediciones ICAIC−CNAC, La Habana, 2013, p.302.

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