EGREM: ¿Quién cantará “Las mañanitas”?

Emir García Meralla
12/4/2019

El jolgorio estaba anunciado desde hacía meses. Según el comentario, se hablaba de tremendo ‘fetecum’ que quedaría para la historia de la música cubana. Así fue como muchos nos preparamos para las celebraciones de los 55 años de fundada la EGREM. Alguna que otra vez, cuando algún interesado preguntaba a sus ejecutivos, la respuesta siempre fue la misma: “habrá sorpresas”.

EGREM
 “Muchos nos preparamos para las celebraciones de los 55 años de fundada la EGREM.”
Foto: Internet

 

En la medida que se acercaba “el día cero” mis expectativas fueron creciendo, tanto que a cada paso recordaba la frase de la compositora Marta Valdés “…está de fiesta la imaginación…”. Soñé con la posibilidad de encontrar algún que otro CD raro que alimentara mi colección de música cubana (aunque no estén de moda en estos días), con la posibilidad de que alguien se atreviera a transgredir espacios y agrupara, en una serie de carteles, las portadas de los discos más vendidos en todos estos años, y de aquellos que marcaron determinados momentos importantes, no solo en la historia de la empresa, sino de la cultura en general.

Mi sueño vislumbró los amplios espacios del Pabellón Cuba (por su ubicación más que privilegiada en el centro de la ciudad), tomados por la EGREM de conjunto con la AHS y la UNEAC —hay una relación de triunvirato entre ellos—, donde existiera esa voluntad de rescatar, producir y difundir lo que más representa a la música cubana, además, con el fuerte propósito de acercarse a todas las generaciones y familias (nadie olvide que en cada casa de este país siempre hubo y hay un disco de la EGREM) para, por instante, dejar de alimentar el ego de los antihéroes musicales con los que hoy convivimos. Ciertamente, el catálogo de la empresa cubre todos los grupos etarios de estos tiempos y mucho más.

Imaginé a mis hijos con sus amigos haciendo uso de sus dispositivos inteligentes en una terminal, descargando los sencillos de los artistas de su agrado. Hasta sentí el placer de usar la APP alegórica.

Conocedor del amor por los coloquios y los simposios de una parte importante de los estudiosos de la música cubana, imaginé uno en el que se intentaría conceptualizar la historia junto con los aportes y las numerosas anécdotas que rodean a la industria musical.

La voz de Fernando Álvarez me hizo reaccionar, y volví a la realidad. Nada de lo imaginado ocurrió.

Realmente me sorprendió que solo hubiera dos conciertos centrales en el Karl Marx —o al menos fueron los más publicitados—, de los cuales uno solo se acercó a la categoría de festividad, que corrió a cargo de La Colmenita, institución que respeto y admiro pero que no llenó mis expectativas como amante de la música cubana toda. El otro “ágape”  corrió a cuenta de los cómicos —perdón, quise decir humoristas—, junto a la orquesta de Enrique Álvarez y este pasó sin penas ni glorias solo honrado por la ejecución de una versión de “El manisero” con un buen solo de violín.

No hubo siquiera mención televisiva o al menos un pasacalle en Santiago de Cuba que involucrara a los músicos de aquella ciudad, tan ajenos a las formalidades y etiquetas habaneras cuando de estos temas se trata.

Colateralmente, condenados al bajo perfil, hubo dos conciertos de importancia, aunque no formaran parte de “las actividades centrales” y que involucraron a dos familias de instrumentos de peso en la música cubana contemporánea: el del trombonista Eduardo Sandoval y el del Cuban Jazz Quintet, que reunió a los mejores saxofonistas cubanos de este tiempo y que tuvieron por escenario el teatro Martí.

En honor a la más estricta verdad no hubo tal jolgorio; o al menos no como lo merecen los músicos que forman el catálogo de la EGREM y los cubanos en general. Lo ocurrido no tiene nada que ver con el espíritu bullanguero y humano que define a la música cubana; todo se redujo a la solemnidad que hoy rodea a muchos eventos y acontecimientos músico/culturales. Es como si reír, bailar y expresarnos avergonzara, y lo correcto es tomar distancia —al menos públicamente— de esa cubanidad que desbordamos en la intimidad y de la que muchas veces nos ufanamos ante quienes nos admiran como nación.  

Yo, para no perder el entusiasmo, visité a algunos amigos y para mi suerte ellos si estaban de fiesta, no importa que la empresa a la que dedicaron años de su vida y en la que dejaron la piel los hubiera olvidado; entre tragos de ron y anécdotas vimos fotos marcadas por el paso de los años y alzamos nuestras copas en honor a los difuntos que muchos prefieren no nombrar; ahí están los discos en los que su nombre ha definido la historia. Para ellos música cubana,tradición y universalidad, no son muletillas de ocasión.