Martí lo enunció con sencillez ejemplar: “Por el amor se ve. Con el amor se ve. El amor es quien ve. Espíritu sin amor no puede ver”[1]. Si a lo anterior le sumamos el don visionario que signa todo su pensamiento, pudiera parecer el feliz aforismo un llamado para que en este mismo instante toda la Humanidad reconozca al acto de vivir como viaje —azaroso, pero cordial— en una nave de donde todos entramos y salimos, cada cual en su día, igualados por lo finito del trayecto. El odio hace más corto y pedregoso el viaje; el amor, más llevadero y fructífero.

“El odio hace más corto y pedregoso el viaje; el amor, más llevadero y fructífero”.

El par de contrarios amor-odio signa toda la historia humana. Sobre la base de esa tirantez se sustentan los grandes descubrimientos, las obras maestras, los procesos de crecimiento de la especie, pero también sus deplorables catástrofes bélicas, el colonialismo, la esclavitud, las invasiones; en fin: el descrédito de la condición que debía distinguirnos. Pudiera clasificar esa puja como uno de los atavismos que cargamos de los días instintivos en que aún no sabíamos razonar y vivíamos en cavernas.

“El discurso de odio incita a la violencia, menoscaba la diversidad y la cohesión social”. Foto: Internet

La Organización de Naciones Unidas, decretó el 18 junio como Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio. Se celebró por primera vez en 2022, y António Guterres, Secretario General, se pronunció con un mensaje:

El discurso de odio incita a la violencia, menoscaba la diversidad y la cohesión social y pone en peligro los valores comunes y los principios que nos unen.

(…)

Las palabras pueden convertirse en armas y pueden causar daños físicos. La escalada que lleva del discurso de odio a la violencia desempeñó un papel importante en los crímenes más horribles y trágicos de la era moderna, (…)

La Internet y los medios sociales han sobrealimentado el discurso de odio y permitido que se extienda, cual incendio arrasador, a través de las fronteras…[2]

Llamo la atención sobre el último párrafo. Las redes sociales son ahora mismo ese cosmos anárquico que, pese a que proclaman poseer regulaciones para moderar lo ofensivo, hasta el momento no han demostrado aplicarlas de manera justa y racional, sino sesgadas y en función de los intereses de clase de quienes ostentan su propiedad. Poseer una red social es como controlar un mundo autolegislado y sin barreras, con seres, mentes y corazones abducidos.

“Poseer una red social es como controlar un mundo autolegislado y sin barreras, con seres, mentes y corazones abducidos”. Foto: Tomada de Infobae

Semanas atrás asistimos, a través de diversas redes, a un debate donde amor y odio cruzaron guantes en un pugilismo verbal que podría proclamar al odio ganador por nocaut con amplia ventaja. El trofeo: quién odiaba a Ana Hurtado con la misma fuerza que amaba a Pablo Milanés.

Tardíamente me sumo: para mí, Pablo Milanés es el cantante cubano más grande de Benny Moré a la fecha. Cuestión de gusto, lo sé, aunque tampoco ignoro que muchos coincidirán conmigo. La dolorosa circunstancia de su fallecimiento reciente nos agranda aún más la conciencia de su genialidad. Pero Pablo también es alguien que supo leer y describir el alma de un país y de una época y llevarla a sus textos con belleza, respeto a la tradición, inquietud experimental y claridad indiscutibles. Durante su vida asumió posiciones variables ante la política, pero ni siquiera sus actitudes de última hora lo excluyen de ser —junto a otros— símbolo estético de una cultura revolucionaria que reconoce su magnitud emblemática. Y es que su obra trasciende todo lo coyuntural para permanecer en lo más profundo de las esencias humanitarias del proyecto de nación que venimos “empujando” desde que tuvimos conciencia anticolonial.

Creo, como muchos de mis colegas, que determinados posicionamientos del trovador nunca debieron ser sacados a crítica pública, menos aún en espacios de alta visibilidad que valdría la pena utilizar para análisis de mejor cordura enunciativa, sobre temas de cualquier naturaleza. Tal vez la joven revolucionaria española no tenía idea del amor que Pablo Milanés, no solo con su obra sino también con su calidez humana, fertilizó en el corazón de la mayoría.

Un signo de la actual madurez política de nuestro pueblo: no demoler lo patrimonial con el mazo de lo coyuntural. De ahí que Pablo nunca fuera bajado del sitio de culto que construyó con el fino cincel de su obra. Y esa misma madurez me conmina a la certeza de que devolver bomba por bomba —a no ser que provengan del enemigo, que no es el caso— nos regresa un poco a aquellos berrinches de la época escolar en que, si nos provocaban mojándonos con saliva la oreja, mandábamos el pescozón con los ojos cerrados.

“Un signo de la actual madurez política de nuestro pueblo: no demoler lo patrimonial con el mazo de lo coyuntural”.

Creo sinceramente —respetando el derecho de cada cual a expresarse siempre que lo haga con respeto— que no fue nada edificante, ni totalmente justo que en el acalorado debate sobre las declaraciones de la actriz y periodista española se fundiera, a coro y en las redes, un discurso de odio de tan alto voltaje. Y aunque su crítica pública fuera también un equívoco de odio contra “quien merece amor” (agravante: la salud del cantor altamente comprometida entonces) considero un exceso el grito y la incitación al linchamiento mediático, cada vez más ríspidos. Otro debió ser el lenguaje. De un lado y de otro.

El odio y el amor desmedidos y a ultranza son hijos de la irracionalidad. Algunos de los intelectuales se pronunciaron con espíritu reflexivo y moderación, pero tanto en los numerosos mensajes de repudio como en los pocos de aprobación para la revolucionaria, hay un predominio cuantitativo de ira desbordada; y hasta la grosería asomó su fea nariz, actitud que lamenté más si provenía de nuestro sector, al que no por gusto llamamos “cultural”.

“El odio y el amor desmedidos y a ultranza son hijos de la irracionalidad”.

Ana Hurtado tampoco es el monstruo que dibujaron los odiadores y los justamente indignados. Basta seguir sus pasos para saber que tiene en su haber la participación, decidida y valiente, en campañas de apoyo a buenas causas: una de ellas la nuestra. Se equivocó y se le dijo: Fuenteovejuna habló. En su tuit tras la muerte del cantor, aunque no se retracta plenamente, al menos reconoce lo inoportuno de su señalamiento: “Lejos estaba yo de saber que Pablo estaba llegando al final de su vida cuando llevada por mi pasión revolucionaria, escribí unas líneas de crítica…” No sé si corregirá aún más aquella plana chueca, pero tampoco merece que vertamos toneladas de estiércol sobre todo su historial.

“La meta es el olvido” —me atrevo a traer a este plano la poesía de Jorge Luis Borges— y sería bueno que la terca y autoindulgente memoria nos ayude a recordar que todos, alguna que otra vez, hemos cometido errores que quisiéramos borrar, con sangre, sudor o nuevas palabras, de los muros del tiempo.


Notas:

[1] José Martí: Cuaderno de apuntes Nro. 18, en Obras Completas (1963-66), Tomo 21, p. 419.

[2] “Mensaje del Secretario General 2022”, [en línea, disponible en “Naciones Unidas” https://www.un.org/es/countering-hate-speech/messages, fecha de consulta, 24 de noviembre de 2022].

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