Escuchar a Corina Mestre, Premio Nacional de Teatro 2022, es viajar por algunos de los mejores momentos de nuestro teatro, por las aulas donde se forman los futuros actores y por la vida cultural del país.

¿Dónde podemos situar los comienzos de su formación actoral?

Creo que mi personalidad como actriz se empezó a formar cuando, a los siete años, comencé a recitar poemas del Indio Naborí en actos públicos, hasta evolucionar a la poesía coloquialista. Un actor debe saber entender el universo poético que va más allá de los textos teatrales. En la pirámide del arte, la poesía es la cima, la luz.

Hemos creado talleres vocacionales en todas las escuelas de teatro del país. Foto: Tomada de Prensa Latina

¿Qué figuras iniciales influyeron en su modelación como artista?

Sin dudas, Noel Nicola, que fue un hermano para mí, Vicente Feliú, Lázaro García y otros trovadores que conocí a través de Noel, pues siendo aún adolescente lo acompañaba a los conciertos y comencé a recitar en sus descargas, sin atreverme a cantar ante ellos. Esa experiencia fue dejando un sedimento en cuanto a sensibilidad, bagaje cultural y la manera de mirar la vida, la forma en que sirvo al arte y no cómo me sirvo de él.

¿De qué manera se acercó al teatro?

Yo vivía en un edificio que colindaba con Teatro Estudio; ese grupo ofrecía variados talleres artísticos infantiles en los que participaba, veía las obras de la agrupación y su elenco me era conocido.

En unas vacaciones a la Isla de la Juventud, de donde proviene mi familia materna, conocí al profesor e instructor de arte Humberto Rodríguez, quien realizaba allí su servicio social y gracias al que me incorporé al teatro de aficionados de manera activa.

En La Habana, Humberto creó diversos grupos de aficionados a los que siempre llamó “Olga Alonso”, lo seguí siempre y obtuvimos muchos premios. A los 15 años me captan para formar parte del MININT, institución donde pude fomentar los festivales de aficionados mientras estudiaba la Licenciatura en Matemática y materias afines a la actividad profesional que realizaba.

¿Cómo se integra a Teatro Estudio?

En una presentación de aficionados, Raquel Revuelta, Vicente Revuelta y Berta Martínez me vieron actuar. Mi mamá trató de que Raquel desestimulara mi entusiasmo por la actuación, pero la directora de Teatro Estudio vaticinó que yo sería actriz. En 1976 comencé los estudios en el curso para trabajadores del Instituto Superior de Arte, donde recibí las magníficas enseñanzas del actor y profesor Raúl Eguren, uno de los más importantes pedagogos de la enseñanza artística en Cuba, y de los profesores soviéticos. En 1980 recibo la baja del MININT, con el grado de capitán, y comienzo mi vida profesional en Teatro Estudio.

¿Recuerda sus primeros tiempos en ese colectivo?

Me inicié en diversos roles, trabajando estrechamente con Martha Valdés, que era la asesora del grupo; Martha dió destino a mis posibilidades musicales. En Teatro Estudio existían nueve directores con repertorios disímiles y poéticas diferentes, lo cual permitió el desarrollo de los que trabajábamos constantemente. No se nos permitía actuar en otros medios o grupos teatrales, pero la realidad es que ensayábamos y ofrecíamos funciones de martes a domingo, a un ritmo muy intenso de tres sesiones diarias de trabajo.

Nunca me he sentido dueña de la escena, jamás. Todos me ven como una persona muy segura, pero no lo soy.

¿Qué conocimientos absorbió de los directores con los que trabajó en esa agrupación?

De Vicente Revuelta y Berta Martínez tomé el investigar y el afán de experimentación, aprendí que uno no se podía conformar con lo que había logrado y dejar que se convirtiera en una rutina. Berta, que fue una maestra impresionante, me aportó el rigor a la hora de crear la partitura de acciones y entender la puesta en escena como un acto coral.

Raquel Revuelta me enseñó cómo hurgar en el actor y hacerlo pensar. Ella entendía la necesidad de sostener un repertorio amplio, y abrió posibilidades para que dirigieran José Milián, Pepe Santos, Andrés Mari, Pancho García y Abelardo Estorino.

¿Cuándo se comenzó a sentir dueña del escenario?

Nunca me he sentido dueña de la escena, jamás. Todos me ven como una persona muy segura, pero no lo soy. Me dan ataques de tos antes de presentarme ante el público, un salto en el estómago, tengo que ir al baño varias veces, y los días de estreno son fatales. Vengo a sentirme más cómoda después de varias semanas de funciones, aunque sostengo la necesidad de continuar la búsqueda de nuevos matices en el personaje, atendiendo a la energía de los espectadores.

En su praxis teatral como actriz ha recibido numerosos premios en Cuba y en el extranjero, ¿puede mencionar algunos de los momentos más significativos de su carrera?

Realmente tuve gratificantes experiencias como actriz en Teatro Estudio gracias a La zapatera prodigiosa, La verbena de la paloma y otras significativas obras. A partir de 1990 comienzo una relación de trabajo con Augusto Blanca, a raíz del montaje de Momo, que él musicalizó, colaborando en la dramaturgia. Hemos sostenido una relación creativa de música y la mejor poesía cubana, acompañada de una entrañable amistad.

También participé en puestas en escena de Teatro D’Dos y Pálpito; en este último grupo disfruté la oportunidad, muy especial, de compartir escenario con actrices que fueron mis alumnas en generaciones diferentes, y acompañé al director Ariel Bouza en la dirección de actores. Más tarde actué en La extranjera, dirigida por el burkinabés Hassane Kassi Kouyaté, en la que me responsabilicé con el casting. Son varias las obras y giras internacionales, no puedo mencionarlas todas.

¿Cómo surgió su relación con la radio?

En 1982 fui invitada al programa Canto y Verso en Radio Habana Cuba, donde decía poemas de los poetas truncos del continente y una semblanza de sus vidas, lo cual me llevó a Casa de las Américas para recabar información, sostuve esa sección de poesía durante cuatro años. Con el surgimiento de la emisora Habana Radio, me integro a su programación en varios espacios que hoy suman ocho, en los que, además de hacer locución e interpretar dímiles personajes y voces, trabajo la dirección de actores.

En Habana Radio, además de hacer locución e interpretar dímiles personajes y voces, trabaja la dirección de actores. Foto: Tomada de Habana Radio

¿Se siente satisfecha con su labor en el cine y la televisión?

En 1988 intervine en Vals de La Habana Vieja, una película que amo porque me permitió trabajar junto a actores que adoro como Ana Viñas, Reynaldo Miravalles y muchas otras fabulosas figuras, en un género como la comedia, que me encanta, y posteriormente intervine en otros filmes. La realización de la telenovela Pasión y Prejuicio me dio a conocer ante el gran público, y han sido varias las producciones televisivas en las que he participado así como cortos realizados en la Eictv.

Siempre he seleccionado con mucho cuidado lo que hago en los medios, e incluso cuando me he comprometido con un proyecto que no ha resultado con la altura requerida, he intentado hacer un trabajo de actuación muy serio para que el personaje quedara en el público de una manera particular.

¿Qué recuerdos guarda de su labor internacionalista?

Teatro Estudio viajó a Nicaragua en 1983 con La duodécima noche, nos presentamos en el Festival de Teatro y actuamos en regiones del país acechadas por los contras. Vivimos algunas situaciones de peligro, pero lo hicimos de forma voluntaria y fue hermosísimo ver a glorias del teatro cubano, como Vicente y Raquel, montados en un camión acompañándonos en aquellas circunstancias. También volé, junto a un grupo de trovadores, a Etiopía en medio de la contienda bélica que atravesaba ese país, y viajamos a Angola en 1989 con Teatro Estudio, donde hacíamos ocho funciones diarias para las tropas cubanas y la población angolana, mientras se negociaban los acuerdos de paz.

¿Cuál es el camino que la involucra en la enseñanza y por cuyos logros recibió la condición de Maestro de Juventudes y el Premio Nacional de Enseñanza Artística?

Comencé como profesora auxiliar de Raquel Revuelta en la Facultad de Artes Escénicas del ISA. Posteriormente impartí un taller de actuación a los humoristas, vinculándolos al arte escénico, y continué como profesora titular y jefa de departamento de la Facultad, cuando era decano Armando Suárez del Villar.

Ese momento me posibilitó integrar a los estudiantes a la labor artística en zonas de difícil acceso, acercarlos al conocimiento de la radio y la televisión incluyendo esas especialidades en los planes de estudio, y facilitar la vinculación estudio–trabajo que anteriormente no estaba permitida.

En 2009 fui llamada como asesora de la enseñanza de Nivel Medio de las escuelas de Teatro a nivel nacional, labor que continúo realizando de forma gratuita, y creo el programa comunitario en tiempo de vacaciones para los estudiantes de actuación, el cual iniciamos con actividades en Pinar del Río y mantuvo su continuidad hasta el inicio de la pandemia. Cuando es necesario, imparto clases; y al visitar las provincias, en mis intervenciones ante los estudiantes, fundamentalmente hago hincapié en los valores éticos.

Ese momento me posibilitó integrar a los estudiantes a la labor artística en zonas de difícil acceso, acercarlos al conocimiento de la radio y la televisión incluyendo esas especialidades en los planes de estudio, y facilitar la vinculación estudio–trabajo que anteriormente no estaba permitida.

¿Por qué consideró necesario acercar a los estudiantes al trabajo comunitario y a la práctica profesional?

Mi experiencia con el trabajo comunitario se inició con los trovadores en los años 70 y más tarde junto a Humberto Rodríguez como aficionada. En Teatro Estudio me hice cargo de la extensión cultural, nos presentábamos en unidades militares, escuelas y otros lugares, además de en la Peña y en la Galería del Parque Lenin.

Estoy convencida de que tanto el trabajo comunitario como el vínculo laboral junto a los profesionales es lo que más ayuda a entender la profesión. Somos una población pequeña, por lo que el actor debe formarse en todos los medios, conocer sus complejidades y estar preparado para asumirlas. Por ejemplo, el desarrollo que da la radio en el trabajo de las intenciones y matices, sin apelar a los recursos gestuales, es impresionante.

En ocasiones, los aspirantes a ingresar a las escuelas de arte, y sus familiares, no entienden el favor que se les hace al no ser aceptados, ¿qué opina de esto?

Pueden no entenderlo. La realidad es que existe un montón de personas preparando a esos aspirantes, motivados solamente por la ganancia económica y creando falsas expectativas, aun cuando los muchachos puedan ser desafinados, arritmicos, inexpresivos y carecer de talento para las artes escénicas.

Hemos creado talleres vocacionales en todas las escuelas de teatro del país, funcionan un día a la semana, son gratuitos y comprenden a estudiantes de 7mo. a 10mo. grados. Es una oportunidad para que los jóvenes que quieren ser actores reconozcan y desarrollen sus aptitudes. En la sede de la Escuela de Teatro de La Habana, este taller tiene lugar los sábados, y en él se imparte expresión corporal, voz y dicción, y actuación. En la última frecuencia del mes se ofrece Español-Literatura, técnica vocal y canto.

Estoy convencida de que tanto el trabajo comunitario como el vínculo laboral junto a los profesionales es lo que más ayuda a entender la profesión. Somos una población pequeña, por lo que el actor debe formarse en todos los medios, conocer sus complejidades y estar preparado para asumirlas.

¿Cómo se vincula a la labor de la Uneac?

Al ser miembro de esa organización, fui elegida en 1993 como vicepresidenta de la Asociación de Artistas Escénicos, con Carlos Padrón como presidente. Trabajamos mucho en temas artísticos y profesionales en los que podíamos incidir, defender cuestiones éticas y los salarios de los actores, en lo cual nos apoyó el sindicato nacional. Al integrar la Comisión Cultura, Educación y Sociedad en el 8vo. Congreso de la Uneac, presidí la subcomisión de Enseñanza Artística, donde insistimos en perfeccionar los programas y superar las deficiencias culturales y educativas que llevaban los estudiantes de la enseñanza general a las escuelas de arte.

Continúo vinculada a la comisión de Enseñanza Artística, a la vicepresidencia de la Uneac y al Consejo de Expertos del CNAE. Siempre me he regido por un alto nivel de exigencia y me doy cuenta de que solo he logrado el 30 por ciento de lo que me he propuesto.

¿Continuará defendiendo la enseñanza artística a pesar de ese 30 por ciento?

Hasta que me echen la última paletada de tierra encima, porque creo desde hace mucho tiempo que el arte salva, cuando lo asumes con una vocación de servicio. El arte no resuelve los problemas materiales, pero contribuye a la realización espiritual.

¿En qué términos establece la relación con el público?

Mi relación con el público parte de la obligación de ser cada vez mejor. Me interesa mucho la reacción reflexiva de los espectadores ante la poesía, porque puedes observar cómo van entendiendo el hilo de la propuesta escénica, aunque no esté presente una historia central como ocurre en el teatro. En lo personal, converso con todos con familiaridad pues así somos los cubanos, sin poses.

Creo en la función del arte para contribuir a satisfacer una zona de la espiritualidad, además de proporcionar belleza. El arte iguala a las personas pues, más allá de la cultura artística y literaria, lo que se siente ante el hecho artístico despierta emociones que tienen que ver con la identidad y las vivencias, independientemente del oficio o profesión que tenga el individuo. La ideología, las creencias religiosas, las costumbres, nos dividen, pero el arte puede unirnos en una emoción común.