El artista Adrián Fernández nos habla de un tiempo que nunca llegó

Elaine Caballero Sabugueiro
23/3/2020

La nostalgia es un poderoso recurso para el presente. Es capaz de revolvernos las emociones, disparar los sentidos, revivir el tiempo pasado como si fuera el aquí y el ahora inmediato. En cierta medida, es la intención del artista Adrián Fernández con su más reciente muestra expositiva titulada Memorias pendientes, que ha sido inaugurada este viernes 20 de marzo en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam y se mantendrá abierta al público hasta el próximo 2 de mayo.

En las imágenes predominan los colores blanco y negro, así como las tonalidades de grises que otorgan
dramaturgia a la propuesta visual. Fotos: De la autora

 

Imágenes en blanco, negro y con diferentes tonalidades de grises definen esta propuesta, donde aparecen estructuras arquitectónicas despojadas de vida humana, abandonadas como parte de un supuesto proyecto que nunca sucedió. Es apreciable el ambiente enrarecido de cada paisaje, sus matices, su dramaturgia, sus más ocultas sombras, que hoy iluminan estas construcciones con una belleza solo entendible para quienes disfrutan de los procesos en sí mismos, de cómo suceden los cambios y hasta del propio abandono. “Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”, decía Confucio, el reconocido pensador chino.

Un elemento sobresale en Memorias pendientes: “No hay referencias geográficas o espaciales, todo queda en el territorio de la incertidumbre y la duda. Un reto a la imaginación y a la memoria, del que se derivan dos cuestionamientos formales. El primero, si lo que se nos presenta forma (o formó) parte de un escenario real o es un mero producto de la imaginación del artista y de unos cuantos artilugios tecnológicos”, refieren las palabras del catálogo.

“Todo queda en el territorio de la incertidumbre y la duda”, detallan las palabras del catálogo con
respecto a la intención de Memorias pendientes.

 

Queda entonces a consideración de terceros, a su poder de asociación, a los recorridos vivenciales de los espectadores, para encontrar semejanzas con las obras de Fernández, quien nos ofrece en pequeños, grandes y medianos formatos, así como en instalaciones de madera, la posibilidad de subir por sus andamios, de exponernos ante el peligro, de volver a ser adolescentes y cometer riesgos, porque ya sabemos, y de sobra, que los adultos se lo piensan dos veces para las aventuras.

En la exposición aparecen también instalaciones, otro recurso visual de Memorias Pendientes.
 

El artista ha dotado a sus piezas con dosis de soledad, sí, de una soledad disfrutable, porque esos ambientes con sensaciones encontradas, extrañas y difíciles de precisar, son los que permanecen en el recuerdo por más tiempo. Por lo general, lo cotidiano no recibe demasiada atención y lo fácil, en el arte, casi siempre es poco valorado.

De construirse las edificaciones, el mundo ganaría en lujo, en confort, tendríamos más inmuebles exóticos, pero la pregunta básica es la siguiente: ¿de veras es necesario? La naturaleza ha comulgado con el despojo del hombre, que no quiso finalizar su acción; la vida silvestre existe, late allí. Entonces, ¿para qué agredir un hábitat, con mucho de impoluto, por otro capricho social?

Imágenes de pequeño y gran formato complementan la muestra.
 

La profundidad de sus obras, expresada en el nivel de detalle y de coherencia para representar lo inanimado a primera vista, es el leitmotiv de Memorias pendientes. El metal y la madera mutan hacia caminos relacionados con el silencio y el presente inmediato, sin oropeles ni atrezos visuales. Colores neutros examinan paisajes ilusorios o materializados, eso no importa, lo relevante es detenernos en sus formas y atributos como un ejercicio para el pensamiento.

 Se prevé que la muestra se mantenga abierta al público hasta principios de mayo.
 

La próxima exposición del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam corre a cargo del artista Duniesky Martín y se prevé su inauguración el venidero 27 de marzo, bajo el nombre de Bojeo.