El Foro de Sao Paulo: los pies en el barro de la Revolución

Hassan Pérez Casabona
3/8/2018

Han transcurrido apenas algunas jornadas de la culminación en La Habana del XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo, el cual congregó a más de 600 delegados e invitados de más de un centenar de partidos y movimiento sociales, así como a intelectuales de enorme prestigio y representantes de diversas plataformas de lucha, de 51 naciones de todos los continentes.


Han transcurrido apenas algunas jornadas de la culminación en La Habana
del XXIV Encuentro del Foro de Sao Paulo. Foto: Internet

 

En medio de una dinámica pletórica en acontecimientos de honda significación que han tenido lugar en las últimas semanas, en un urbe que se apresta a festejar con su mejores galas los 500 años de fundada —pienso, por ejemplo, en una abanico tan amplio que va desde las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular para discutir el anteproyecto de constitución, pasando por los congresos de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), hasta los conciertos en el Malecón de Armando Manzanero y Gilberto Santa Rosa y las transmisiones en vivo de todo lo que ocurrió en la Copa Mundial de Fútbol celebrada en Rusia y lo que ahora sucede en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla— ; los debates relacionados con la cita de la izquierda adquirieron una dimensión, y trascendencia especial.

Las sesiones de trabajo desarrolladas en el imponente y a la vez sobrio Palacio de Convenciones —no deja de resplandecer a punto de cumplir 40 años de vida, luego de su edificación para acoger la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en septiembre de 1979, como expresión de la belleza de una obra en la que se enrolaron varios de nuestros más prominentes arquitectos, ingenieros y diseñadores, convocados por esa figura de sensibilidad suprema que es Celia Sánchez Manduley—, desbordaron con creces los predios antillanos. Es por ello que resulta necesario acercarnos, desde diversas ópticas, a la profundidad de los análisis y deliberaciones que allí se llevaron a cabo. Se trata, en realidad, de un ejercicio vital, en medio de un contexto hemisférico, y global, signado por complejidades de la más variada índole.

La cultura es mucho más que un pórtico desde donde impulsar la contraofensiva

Deseo en esta oportunidad, sin embargo, aproximarme a dos de los eventos que tienen lugar por vez primer a en estas citas —el intercambio de personalidades miembros de la Red en Defensa de la Humanidad y el Taller sobre Arte y Cultura—y a la plenaria especial dedicada a rendir homenaje al Comandante en Jefe Fidel Castro.

Desde que, a partir de la genialidad de Fidel y Lula estos encuentros comenzaran a celebrarse —el primero de ellos en el Hotel Danubio de Sao Paulo, en julio de 1990, de ahí que las citas ulteriores tomaran el nombre de la emblemática ciudad brasileña en que vieron la luz—, nunca se había concebido, con estas proporciones, la posibilidad de que descollantes exponentes de la intelectualidad progresista y el pensamiento crítico sumaran sus reflexiones a las de los dirigentes de partidos y movimientos sociales. Tal inclusión representó un acierto, el cual colocó sobre el tapete que resulta imperioso encarar los desafíos que impone la contemporaneidad desde una perspectiva ideológica e integral, en la cual el papel aportador de la cultura se erige como uno de los pilares de la lucha.

Si algo quedó claro en las discusiones, es que cualquier proyecto emancipatorio —entendidos cada uno de ellos desde los más diversos prismas, sin clonación de experiencia alguna como verdad única e inmutable, y sin atavismos de ninguna clase, que impidan aquilatar el alcance de cada alternativa— transita invariablemente por  la forma en que personas de carne y hueso los asumen.

Dicho de otra manera: en el combate contra el capitalismo despiadado que no puede resolver los problemas de nuestras sociedades, sino que los agudiza a una velocidad galopante, es insustituible el papel de los seres humanos. Esa función es en realidad el gran denominador común que deben tener las propuestas descolonizadoras: pensar a mujeres, hombres, niños, jóvenes o ancianos como protagonistas de la transformación social. En ese empeño —el de que nos convirtamos en alfas y omegas de cada modalidad que se proponga vencer la égida enajenante del capital, tal como propugnaba el inolvidable Comandante Hugo Chávez frías—, la cultura es mucho más que un pórtico desde donde impulsar la contraofensiva. Ella constituye —concebida como huella de la creación humana en su devenir en el tiempo, y no exclusivamente desde la arista artística y literaria— punta de vanguardia de una pelea contra viejos y nuevos demonios, que proseguirá siendo esencialmente de ideas.  

Con esa certeza se escucharon valoraciones, análisis, y, sobre todo, propuestas procedentes de las más variadas latitudes. Ellas brotaron con la fuerza adicional que les brinda estar enfocadas en la urgencia de contar con un sujeto revolucionario portador de sólidos valores.  Esa fue la tónica de estos intercambios de lujo, en el que se combinaron la experticia de creadores renombrados con el ímpetu de jóvenes que, desde auténticas guerrillas culturales y comunicacionales, tienen ya mucho que contar.

Es un privilegio reunir en una sala, en cualquier geografía universal, a pensadores del calibre de Atilio Boron, Ignacio Ramonet, Stella Calloni, Tristán Bauer, Héctor Díaz Polanco, Miguel Barnet, Graziella Pogolotti, Abel Prieto, Omar González, Nancy Morejón, Sergio Guerra Vilaboy, Luis Suárez y Helmo Hernández, por solo citar a varios de los que son acreedores de innumerables lauros, por la vasta obra acumulada.


Es un privilegio reunir en una sala, en cualquier geografía universal, a pensadores de gran calibre. Foto: Internet

 

Hubo coincidencia en entender, que nos encontramos en una etapa que exige pongamos la inteligencia colectiva que emerge desde nuestras comunidades, en función de los objetivos estratégicos que nos movilizan. Hay que hacerlo, es también otra certidumbre, desde dimensiones inclusivas, que dejen a un lado vanidades y otras rémoras que tanto lastran un empeño que tiene que ser esencialmente aglutinador. Solo así es posible aspirar a la victoria.

“El mejor homenaje a Fidel es la unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe”, Evo Morales

Para los participantes, el momento de mayor emoción sobrevino en la sesión plenaria especial dedicada a recordar la figura de Fidel, considerado uno de los revolucionarios más brillantes de todos los tiempos. La velada se convirtió prácticamente en una cumbre, teniendo en cuenta las intervenciones de mandatarios, y ex presidentes y primeros ministros, así como de dirigentes de partidos políticos de varias naciones. Todos ellos expresaron, visiblemente emocionados, que no se puede entender la historia contemporánea sin colocar en un sitial de honor al Comandante en Jefe.

Sus contribuciones en todos los planos —imposibles de resumir en evento o artículo alguno— no solo transformaron en múltiples sentidos el panorama antillano y tercer mundista en general, sino que representan inspiración y referente para los que se proponen conquistar los más alto ideales de soberanía, independencia y  justicia social.

Específicamente sobre la unidad, el pensamiento de Fidel es un manantial inagotable que está lejos de conocerse en toda su magnitud.  Es un reto para los líderes de las fuerzas progresista, investigadores, profesores y combatientes de fila, adentrarse en el mismo, con la seguridad de que al hacerlo encontrarán la puesta en práctica, mediante una manera dialéctica y original, de pautas y comportamientos —sin la más mínima concesión a los principios—, a través de los cuales alcanzó éxitos en los tópicos y escenarios más insospechados.

De alguna manera la recordación de un Fidel vivo, enérgico, persuasivo, seguro del triunfo y las potencialidades de los pueblos para superar cualquier escollo, confirmó los postulados que sustentan al Foro de Sao Paulo, como espacio de extraordinario valor en la concertación de estrategias desde la izquierda. Impresiona apreciar cómo diferentes líderes políticos, con formación y trayectoria diversa, incorporaron el acervo fidelista a sus luchas.


De alguna manera la recordación de Fidel, confirmó los postulados que sustentan al Foro de Sao Paulo.
Foto: Internet

 

Los debates a lo largo del Foro ratificaron con elocuencia diversos aspectos que revisten especial calado y que nadie debe desconocer. Entre ellos, el rechazo a la teoría del fin de ciclo progresista en la región. Aceptar la peregrina formulación, que los poderosos pretenden afianzar, sería algo así como haber asumido, a comienzos de la última década de la centuria pasada, el “fin de la historia” de Fukuyama y otros trasnochados como verdad incontrastable. La respuesta a aquellas elucubraciones, entre muchas, fue precisamente la creación del Foro de Sao Paulo como trinchera para levantar las banderas que otros arriaron.

Asimismo se hizo énfasis en la validez de las diferentes formas de lucha existentes y las posibilidades de alcanzar la unidad respetando las singularidades de cada cual. Fidel fue reconocido como referente ético, capaz de entender las diferencias y consagrarse a unirnos en las temáticas estratégicas. La impostergable articulación que debe existir entre partidos políticos, movimientos sociales y otras plataformas de lucha fue otra de las conclusiones.

Adquiere particular connotación que, justo en un momento de envalentonamiento de la derecha hemisférica, se reconociera la influencia y aportes del Foro de Sao Paulo, en las batallas emprendidas durante estos 28 años. La convicción de no cesar hasta que Lula quede libre fue otro de los pronunciamientos vigorosos de la cita. Las posiciones antiimperialistas y antineoliberales de los asistentes, en esta línea, subrayó el carácter del Foro desde su fundación.

Tuvo gran impacto la propuesta realizada por los presidentes Evo Morales y Nicolás Maduro, acerca de que un espacio como este debe sesionar no solo una vez en el año, sino con una mayor periodicidad, a partir del laberinto de provocaciones que se ciernen sobre el continente. Esta idea recibió la aprobación entusiasta del auditorio, lo cual es otra evidencia de que no existe repliegue ni se pide tregua.

Se puso de manifiesto que existe una gran expectativa derivada de la elección, mediante el éxito electoral categórico, de Andrés Manuel López Obrador en México. El triunfo de la coalición “Junto haremos historia” —de la cual formaron parte el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el Partido del Trabajo (PT) y Encuentro Social—, es una demostración nítida de cuánto se puede avanzar si se definen y ejecutan proyecciones adecuadas de trabajo con las bases. Lo que ocurrió allí debe estudiarse a profundidad, en tanto insufla aliento, el cual desborda los límites de la hermana nación azteca.

Con independencia del análisis crítico sobre las limitaciones y errores de las diferentes experiencias de trasformación revolucionaria, que tuvieron lugar en los últimos años, el Foro asumió que nunca han existido tantas condiciones favorables para la victoria como ahora. No se trata de un atrincheramiento festinado, sino de la seguridad de que es pertinente —e imprescindible— continuar desbrozando los marasmos  que impone el capital monopolista transnacional.

Tomando igualmente como eje la idea de que los enemigos no están con los brazos cruzados, hubo una denuncia a las nuevas formas de agresión, llevadas a cabo por la derecha. El empleo de argucias y mecanismos judiciales, con el afán de desprestigiar y devaluar a presidente de gobiernos progresistas y líderes revolucionarios, recibió el más potente rechazo.

Las políticas injerencistas de Estados Unidos, puestas en práctica por la administración de Donald Trump —enfiladas a desplegar en toda su ignominia los preceptos de la Doctrina Monroe—, fueron condenadas con exactitud. Pertrecharnos con el ideal bolivariano y martiano, que toma cuerpo desde la Carta de Jamaica de 1815 o la definición de Nuestra América, en 1891, son dos de las mejores corazas para detener la embestida del águila imperial.    

Al final, resultó especialmente hermoso constatar, entre hombres y mujeres curtidos de aquí y acullá, que la resistencia de la Revolución Cubana inspiró al resto de los procesos que se han desarrollado. Cuba y Fidel se identifican como la antorcha que no se apagó, capaz además de compartir lo que tenía, expresión imborrable de verdadera solidaridad. Esa certeza es un premio especial para quienes no dejaremos de colocar nuestros pies en el barro de la revolución.  Continuar nutriéndonos de la savia que nos sustenta, enriquecida desde el bregar cotidiano, es también voluntad acendrada.