El XXXV Salón Oscar Fernández, convocado por el Consejo de las Artes Plásticas de Sancti Spíritus cada dos años, constituye uno de los más importantes eventos celebrados en territorio espirituano, junto a las bienales Fayad Jamís y Amelia Peláez organizados por la Uneac. En esta oportunidad se presentaron a concurso una veintena de obras de diferentes tendencias, técnicas y temáticas que enriquecieron las artes visuales espirituanas. Nuevos talentos lidiaron con diversas generaciones en pos del premio único de diez mil pesos otorgado a Álvaro José Brunet por el conjunto de las obras presentadas. Se asistió a un gran convite permeado por la originalidad de las propuestas, cierta risita del Dedalus lezamiano y una reflexión significativa del acontecer cotidiano.

Obra de Omar Fernández (Cuti).

El galardonado, quien conquistó también premio en la pasada Bienal de Pequeño Formato Amelia Peláez, de la Uneac, exhibió tres piezas donde combina lo instalativo, la fotografía y lo performático para develarnos las actuales circunstancias dramáticas de la época contemporánea con su posible capacidad de regeneración. Se trata de mostrarnos los cambios registrados en los tradicionales paradigmas estéticos por aquellos enfoques antropológicos que ahondan en los conflictos cotidianos de quienes sobreviven en un permanente estado de inestabilidad espiritual y material. Una de sus piezas, Temperametum, instalación interactiva, se afinca en el logotipo desdibujado que identifica universalmente al mítico Superman rellenado de arroz para contar la triste historia del vivir suspendidos en la nada absoluta, el vacío existencial que apenas deja la posibilidad de la sobrevivencia espiritual ante las carencias alimentarias. Para los que desean ampliar en la propuesta, el artista incluyó las grabaciones de las voces autorizadas de varios críticos de diferentes temperamentos, quienes ofrecieron sus opiniones sobre la obra.

Desde una perspectiva más cercana a nuestras circunstancias, se presentó la instalación interactiva Soluciones emergentes, de Omar Fernández (Cuti), quien se alzó con una de las menciones del jurado central y los premios colaterales de la Uneac y la Sociedad Cultural José Martí. Aquí se hace referencia a las limitaciones del vivir cotidiano a través de un rústico tablero con planchas metálicas, a la usanza de su familia planchadora, en la que el público podía participar con la ejecución real del planchado de las ropas exhibidas. Ante la escasez del fluido eléctrico, el creador propone, quizás con cierta picardía, volver a los viejos métodos para alisar la ropa con planchas calentadas con carbón. Tal modesta acción, sacralizada en un espacio galerístico, nos permite apreciar la otra arista de la experiencia personal transferida a la colectividad sumergida en un ambiente de privaciones.

El XXXV Salón Oscar Fernández, convocado por el Consejo de las Artes Plásticas de Sancti Spíritus cada dos años, constituye uno de los más importantes eventos celebrados en territorio espirituano, junto a las bienales Fayad Jamís y Amelia Peláez organizados por la Uneac.

Hubo quien, con óptica vitalista, acudió a un trompo magnificado, de los habitualmente utilizados en los juegos infantiles, para mostrar el ciclo del permanente retorno giratorio de la existencia con sus aceleraciones y ralentizaciones del proceso de cambios infinitos. Con el título Roystonea regia, Emilio Valdivia obtuvo mención del jurado central. A mi entender, es una metáfora del eterno devenir, lograda mediante recursos minimalistas donde la planta sembrada sobre el trompo representa cierta espiral que repite su ciclo, pero se va marchitando con cada nuevo giro producido. Un ingenioso artefacto eléctrico mantiene al trompo en giro permanente, lo cual hace gala de cierta tendencia cinética escasa en el ámbito de las artes visuales espirituano, lo cual potencia la idea central que propugna el artista.

El joven Andy Perdigón presentó, con mención del jurado central, una lienzografía a pequeña escala titulada Travesía, con la cual registra los peligros de los desplazamientos humanos prohibidos a través de la metáfora del barquito rojo atascado en tierras áridas. Si bien la propuesta adolece de consabidas reiteraciones icónicas, la obra resulta válida en un contexto de tanta actualidad dramática y está expresada con un mínimo de recursos morfológicos desde la paradoja del absurdo. Lástima que no fuera diseñada en un mayor formato para que ganase en representatividad visual.

Entre estos manjares de sólida visualidad estética hubo propuestas que, sin abandonar la línea de tendencias y técnicas tradicionales, se destacaron por su originalidad: como se aprecia en las obras abstraccionistas o cuasi abstraccionistas de Luis García Hourruitiner, de impronta gestualista; Antonio Díaz, recreador de un paisaje en tinieblas elaborado con la luz de numerosas velas encendidas; Rafael González, quien propuso en chatarra formas geométricas bien estructuradas; y la de Arley Osorio, suspicaz manipulador de la caligrafía abocetada de Lam. En grabado se destaca la minuciosidad, limpieza y entramado barroco de figuras que narran su accionar laborioso presentada por el joven Ricardo Ramírez, recién graduado de la escuela de arte. En este recuento sobresale el artista Yiosvany Suárez quien, desde un discurso neofigurativo, expone desde el sincretismo personajes maltratados a partir de una postura de inclemencia racial. De igual modo, Luisa María Serrano (Lichi), reconocida por el presidente del jurado central por sus propuestas reflexivas, expuso una vez más aquellas inquietudes acerca del entorno inmediato que la atenaza y asfixia.

Los jurados y especialistas que valoraron el Salón Oscar Fernández Morera coincidieron en que las obras presentadas han tenido un significativo nivel ideoestético al registrar los tiempos actuales de inestabilidad espiritual a partir del enunciado cultural de alerta ante tanta estulticia que corroe la condición humana, necesitada de verdaderos paradigmas en el arte contemporáneo. Así, en esta mesa servida con la prodigalidad de sus exponentes, el público degustó el gran convite elaborado por los artistas espirituanos.

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