El peso enorme de dos islas

Omar Valiño
10/6/2016

Aunque están de moda los espectáculos dirigidos a un pequeño auditorio, a veces hasta para un mínimo grupo de espectadores, ha sido un camino prevaleciente en la poética de Teatro D’Dos confrontarse con un reducido número de receptores. Ahora, a 26 años de trabajo, mantiene el trazo, pero nos extraña, de antemano, al situarnos sobre el escenario con la platea vacía como fondo.

La línea del proscenio se vuelve entonces el borde del acantilado y La pasión King Lear, de Yerandy Fleites, avista en el horizonte, cerca y lejos al mismo tiempo, las costas de Bretaña desde el vórtice teatral de La Habana. Entonces como hoy, sobre una mesa se decide un país.

Escrita, en mi opinión, desde el padecimiento de la generación del autor, el director Julio César Ramírez aúna los cuerpos y las mentes de una triada de jóvenes actores, quienes ponen nuevo rostro a Teatro D’Dos y al sentido de la obra. En un juego de vestimentas se trastocan en los diferentes personajes, mientras retozan con el lenguaje, unos pocos objetos y la inmensidad del canon. 

Sobre los hombros de Shakespeare, a cuatro siglos de su muerte, y su nunca vencida El Rey Lear, y con la operatividad sobre los clásicos que el autor de Jardín de héroes ha naturalizado en su dramaturgia (aquí más próxima a la libérrima estilización de un Abelardo Estorino, a cuya memoria está dedicada y causalmente el poeta dramático preferido de este grupo), Yerandy Fleites nos entrega una excepcional obra de madurez en su todavía joven trayectoria como autor.

A diferencia del paisaje temático más micro-localizado de su tetralogía “Pueblo blanco”, La pasión King Lear recorre por completo los caminos del peso enorme de esta Isla y nos habla sobre el traspaso del poder y las máscaras de la traición. Hasta nosotros llegan los ecos de la soledad y el abandono de algunos grandes guerreros de la patria a lo largo de la historia, así como las confusiones en torno a aquellos que actúan una lealtad fingida, mientras los leales verdaderos padecen el largo desprecio de los poderosos.

Contrastes del teatro de lo humano, profundidad de ideas para descubrir por pliegues tectónicos, brillantes estocadas de la palabra en acción, pleno dominio de una arquitectura de la apropiación que no ceja en devolver un resultado originalísimo, de desafiantes demandas de teatralidad para la lectura y la escena.

Con la fuerza de los trenes de olas en medio de la tormenta, La pasión King Lear ensaya un país con carta de naturaleza entre nosotros. Y nos advierte más a quienes, de forma imaginaria y simbólica, sí estamos entre el mar azul de la platea.