El desarrollo de la museología en las últimas décadas en América Latina, y específicamente en Cuba, no se puede concebir sin algunos hechos relevantes: la Campaña de Alfabetización en 1961, y la restauración y reinstalación de nuevos museos desde comienzos de la década del 60 del pasado siglo; acciones que aumentaron  paulatinamente a partir del programa trazado por la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura. También la aprobación de varias leyes para la protección del patrimonio cultural y otras sobre los monumentos nacionales y locales fueron las bases fundamentales para la creación de los museos municipales en 1977. Asimismo, la puesta en marcha de la Museología Popular para el desarrollo educacional y cultural de la población, y la apertura de los museos municipales y galerías de arte universal fueron algunos de los acontecimientos que propiciaron en nuestro país el desarrollo de la museología social, actividad que se extiende hasta nuestros días.  

“Los museos tienen la responsabilidad de atender las necesidades de sus comunidades”.

En esta misma década, en otros países del continente latinoamericano se iniciaba una nueva visión impulsada por un contexto de cambios sociales, económicos y culturales, y se realizó así la Mesa Redonda de Santiago de Chile, en 1972, conformada por un grupo multidisciplinario focalizado en la región. Por una parte, se invitó a profesionales externos al ámbito de la museología, y por otra, se convocó a museólogos del área para tratar los temas y las necesidades propias del territorio. Frente a los problemas expuestos, quienes participaron consideraron que los museos tenían que asumir un rol decidido y activo en la educación de las comunidades. Junto con esta recomendación, también se solucionó la creación de la Asociación Latinoamericana de Museología, organismo profesional e instrumento de consulta y cooperación entre museos de la región, y se promulgó la Declaración de México de 1976, lo cual propició un decisivo impulso a los museos comunitarios y ecomuseos en Brasil y México.

Las Terrazas, en Pinar del Río, ostenta la categoría de Ecomuseo por constituir una experiencia rural de desarrollo sostenible
en perfecta armonía con la naturaleza, la cultura y el turismo. Foto: Tomada del sitio web de Viajes Cuba

La Declaración resultante de esta reunión, publicada por la UNESCO en 1973, presenta la convicción de que los museos tienen la responsabilidad de atender las necesidades de sus comunidades. Uno de los preceptos planteados fue el cambio de paradigma de un museo enfocado en los valores tradicionales de custodia, conservación e interpretación, a uno centrado en las necesidades de la comunidad. En la medida en que se dé, cada vez más, una participación comprometida de los miembros de la comunidad, nuestros museos podrán adquirir un peso particular dentro de la trama social del desarrollo local.

Los museos tienen el poder de transformar el mundo que nos rodea. Es un lugar que nos pertenece a todos y se fundamenta en la vinculación con sus públicos mediante actividades educativas y culturales que promueven el disfrute estético y la adquisición de nuevos conocimientos, y van más allá del tema central de su exposición. La invitación a imaginar y reflexionar, pero sobre todo a ser parte de las actividades para nuevos públicos, es el mayor aporte de los museos. A través de la historia, dichas instituciones han demostrado la influencia que ejercen para generar cambios positivos en las comunidades, ya sea científica, artística o de grupos sociales homogéneos y diversos.

Este año el Consejo Internacional de Museos (ICOM) ha defendido el lema “El poder de los museos” y nos propone tres enfoques de sumo interés: el poder de lograr sostenibilidad; el poder de la innovación en la digitalización y la accesibilidad y, por último, el poder de la construcción de la comunidad a través de la educación.

En la actualidad los museos municipales cubanos están convocados a convertirse en una herramienta para la interpretación, no solamente del patrimonio expresado a través de las colecciones contenidas en el marco institucional, sino también de la realidad social y de los retos y desafíos que impone la contemporaneidad. Para ello el propio museo debe tomar absoluta conciencia como agente del desarrollo local, ser espacio de diálogo y encuentro entre distintas generaciones, y lograr la sostenibilidad y el conocimiento de las historias locales y regionales en la búsqueda de discursos museológicos más contemporáneos. Más que sitios donde se va a buscar respuestas, deben resultar espacios  de reflexión y generadores de preguntas.

En mayo celebramos los 50 años de la Mesa Redonda de Santiago de Chile, evento que trazó pautas para el futuro de los museos de América Latina y el Caribe. Para nuestro país fue una reafirmación de los cambios que se estaban suscitando desde la década del 60 en el desarrollo de la museología. En nuestro contexto, las pautas de esa reunión se materializaron a partir de la Ley 23, que considera el museo municipal o comunitario como una institución que apoya la formación de los valores éticos, estéticos y artísticos, y fortalece espiritualmente a los visitantes al ofrecerles sus propias y significativas experiencias recreativas, así como espacios —dentro y fuera del museo— donde pueda establecerse un diálogo afectivo y significativo con su patrimonio y con su historia.

“En mayo celebramos los 50 años de la Mesa Redonda de Santiago de Chile, evento que trazó pautas para el futuro
de los museos de América Latina y el Caribe”. Imagen: Tomada de Diario de la Universidad Austral de Chile

Esta relación se sustenta en criterios compartidos, donde ambas instancias deben tener la voluntad de propiciar intercambios de saberes y experiencias. Principalmente el museo, desde su posición como agente facilitador y dinamizador de los procesos sociales, tiene que conocer su comunidad y estar consciente de la necesidad de trabajar con el patrimonio local a la luz del concepto de responsabilidad compartida.

Hoy nuestros museos deben orientar su proyección al desarrollo de lazos sociales y de cohesión en el proceso de formación ciudadana; de interacción y reflexión colectiva en temas históricos, sociales, culturales y científicos, así como al respeto a los derechos humanos. Deben tener presente la relación de la sostenibilidad con la memoria social, la recuperación de la memoria, la descolonización, las categorías de género y la construcción de ciudadanías, mediante afectos y emociones presentes en la comunidad a la que se debe.

La Doctora Marta Arjona Pérez afirmó que la creación de los museos municipales en Cuba significó, para el desarrollo de la museología cubana, lo que la alfabetización para la educación en nuestro país. Desde la puesta en marcha el 19 de mayo de 1979 de la Ley No. 23 para la creación de los museos municipales, hasta nuestros días, estas instituciones culturales han propiciado transformaciones positivas en su entorno y han adquirido conciencia de sus funciones como herederos y creadores de lo que les pertenece en cuanto comunidad. Así lo ratifica José A. Rodríguez González, estudioso y conocedor de estos temas:

En Cuba, nuestros museos trabajan con el amparo legal y la voluntad política de protección del patrimonio cultural y natural, pues los valores que portan están permeados por la identidad que nos define como pueblo. La esencia patriótica que tuvo la formación de las colecciones desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el interés educacional e instructivo que tuvieron las que le antecedieron, la conciencia comunitaria de pertenencia y representatividad de las instituciones museables en los territorios en que se encuentran, hacen de estos poderes a los que referimos, herramientas muy útiles para incidir en alcanzar propósitos mayores en lo referente a formular una sociedad más inclusiva, participativa y sostenible.

“Nuestros museos trabajan con el amparo legal y la voluntad política de protección
del patrimonio cultural y natural”. Fotos: Internet

Como bien refiere José A. Rodríguez, estas instituciones museables cubanas tienen la posibilidad de generar parte de su sostenibilidad y el desarrollo de su entorno, ya que ninguna partirá de cero, pues tienen la base de su fuerza institucional, una gran riqueza de contactos y de recursos potenciales, y una imagen establecida y reconocida en la comunidad. La existencia de nuevos escenarios está alertando la tradicional forma de gestión de los museos, abriendo posibilidades y creando nuevas necesidades. Estos deben hacer un uso inteligente, estar actualizados y alertas a los cambios que se están generando; por tanto, deben ser una institución de proyección e integración comunitaria, de imagen, identificación, autoidentificación y participación colectiva. Ellos son garantes de las historias locales y del devenir socioeconómico cultural de los territorios donde están enclavados.

El Palacio Brunet, edificado a principios del siglo XIX, alberga el Museo Romántico de Trinidad.

Mediante la implementación de programas de desarrollo local, los gobiernos territoriales facilitan procesos de gestión que hacen de estas instituciones museables órganos vitales en la construcción colectiva de la memoria histórica de la localidad y de la identidad nacional. Trabajar por mantener un funcionamiento adecuado de los mismos es preocupación de la política cultural de nuestro país.

“El museo es comunidad”.

Los museos comunitarios y los lugares de patrimonio cultural son potentes activos del desarrollo local. Pueden inspirar creatividad, impulsar la diversidad cultural, ayudar a regenerar las economías locales, atraer a visitantes y generar ingresos. Además, hay cada vez más pruebas de que pueden contribuir a la cohesión social, a la participación ciudadana, a la salud y al bienestar. En su calidad de espacios públicos pueden resultar fundamentales a la hora de iniciar el debate sobre el pasado, el presente y el futuro de un lugar. Son plataformas en las que ciudadanos, grupos comunitarios, planificadores urbanísticos, arquitectos, etc., se reúnen e intercambian ideas sobre cómo ven el futuro y sobre qué pueden hacer ellos para que dicho futuro se haga realidad.

El museo es comunidad; es un agente activo de la cultura de una sociedad; es una institución de y para la comunidad, lo cual debe generar nuevas lógicas organizacionales y de fortalecimiento de las instancias comunitarias e institucionales. Todo esto conlleva a la creación de políticas públicas que involucran a los diferentes actores (estado, comunidad, sector privado, cooperación internacional), y garantizan que las mismas se desarrollen mediante la construcción colectiva, como un espacio de diálogo permanente entre todos los actores involucrados.

Como ya he mencionado, estas instituciones se han creado para fomentar el conocimiento, y no suelen tener fines lucrativos. Sin embargo, cuando sus colecciones inspiran la creación y el diseño de productos (o cadenas de productos) en diversos medios con fines comerciales (ya sean actividades culturales, regalos, libros o material digital), es perfectamente aceptable que estas instituciones se beneficien de una manera proporcional a su propia aportación. Los museos nacionales, provinciales, complejos históricos, entre otros, ya están aprovechando este tipo de oportunidades, no siendo así en los museos comunitarios, que también pueden explotar estos beneficios.

Desde el Programa de Desarrollo Cultural es necesario proponerse estrategias para lograr otros objetivos. Una de ellas es el intercambio entre diferentes comunidades en torno a un tema común, que puede estar reflejado en algunas partes de las colecciones, de organizar actividades temáticas, de crear conexiones entre y dentro de las comunidades, y tratar tópicos como el envejecimiento poblacional, el bienestar, la prosperidad, la migración, las identidades sexuales y de género, el movimiento LGBTIQ+, entre otras.

Nuestro país cuenta con una red de museos a escala nacional envidiable, sin embargo, es imprescindible que nuestras instituciones museables asuman nuevos retos y enfoques con una visión donde la comunidad pueda mirarse como generadora y portadora de cultura, y asumir una actitud constructiva frente a los hechos de ahora y del mañana.

Por sus valores históricos, artísticos y arquitectónicos, el Museo Emilio Bacardí, en Santiago de Cuba, fue declarado
Monumento Nacional en 1999.

Con un texto muy fundamentado, escrito por la investigadora y museóloga María M. García Santana, ratifico la vigencia en Cuba de la Mesa Redonda de Santiago de Chile:

La proyección e integración comunitaria, de imagen, identificación, autoidentificación y participación colectiva en los museos comunitarios refleja la comunidad con sus mitos y creencias, formas de vida y organización. Su dinámica reproduce la del grupo social en su estructura y confirmación a través de su creación, se ha fundado un modelo de incorporación de las comunidades en las tareas de investigación, conservación y difusión de su propio patrimonio cultural en una relación explícita en la que la comunidad se coloca en una situación activa respecto a su pasado y por extensión frente a su futuro.


Bibliografía

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