El Premio Nacional de Literatura para Silvio

Guillermo Rodríguez Rivera
9/12/2016

Uno, que se cree que no los tiene, está lleno de prevenciones y prejuicios, que muchas veces no son más que inconsecuencias. Tengo que agradecer a la Academia Sueca que me lo haya hecho ver con el merecido Nobel de Literatura que acaban de conceder a Bob Dylan.

Soy uno de los primeros que en Cuba entendió y escribió sobre la significación poética de la Nueva Trova, que es decir también, su significación literaria.

Para que no me acusen de anotarme la carrera en solitario, voy a convocar una cohorte de muy pocas personas para que compartan el mérito: en primerísimo lugar a dos poetas hermanos que vieron lo mismo hace medio siglo. Hablo de Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras, que muy tempranamente comprendieron lo que venía a hacer Silvio dentro de nuestra generación y, en especial, dentro de la poesía cubana. Pero, enseguida, voy a convocar a Roberto Fernández Retamar, que hace ya años escribió sobre una “guitárrica” que venía a poner al día la centenaria lírica. Curiosamente, quisiera recordar que también fue Roberto quien primero me recomendó a su tocayo Dylan como poeta.

Finalmente, desde el más allá o donde quiera que estén, convoco a Haydée Santamaría y a Alfredo Guevara, que lo sacaron del anonimato —casi el sepulcro— donde sus enemigos lo querían. Sin ellos no hubiera existido el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, con el sabio maestro Leo Brouwer al frente.

A Silvio Rodríguez, el guajirito de San Antonio de los Baños, le correspondió vivir y actuar en una época maravillosa, pero también difícil, como lo son todas las maravillas. Había gentes que actuaban como si supieran qué era lo bueno y qué lo malo, qué era lo revolucionario y qué lo reaccionario, y estaban seguras sobre lo que debía haber en la más íntima conciencia del artista.

Silvio hacía lo que quería. Parecía haber modificado, a su manera, aquella máxima católica que se atribuyó a San Agustín: “Ama a la Revolución, y haz lo que te dé la gana”.

Entre las cosas que hizo fue componer decenas de canciones, que el país de canciones que es Cuba guardará mientras viva en su memoria.

Entre las cosas que hizo fue demostrar que la tradición y la ruptura deben darse la mano para perdurar.

Entre las cosas que hizo fue mantener y renovar la belleza de la palabra cuando hubo muchos poetas que no podían hablar.

Entre las cosas que hizo fue convocar a ese inmortal joven latinoamericano que va a escucharlo siempre, donde quiera que cante.

Como yo también amo a la Revolución y hago lo que me da la gana, aunque nadie me haya autorizado, lo estoy proponiendo para Premio Nacional de Literatura.