El Rey de los caramelos

Dora Alonso
19/4/2016

En cierto lugar del mundo hay un país tan pequeño que en los mapas no aparece ni siquiera seña­lado con un punto. Allí los árboles son enanos, los animales parecen de juguete y, por eso, las vacas no dan más que tres dedales de leche. Otra cosa intere­sante es que los niños de ese país no saben llo­rar porque nunca se enferman ni les duelen las muelas.

Durante un día del año, que no se anuncia para que la sorpresa resulte mayor, llega el Rey de los Caramelos entre ruido de música y seguido por bandadas de zunzunes y tomeguines. El rey, en lugar de corona, luce un raro sombrerete de cristal y viste uniforme de raso verde con botones dorados y un manto salpicado de estrellas de papel de chocolate.

El personaje llega marchando y tocando su trompeta: ¡Tararirarí-Tararirarí! Salen entonces los niños a recibirlo y en esos momentos comienza una lluvia de caramelos que brillan al sol como millares de gotas de vidrio de distintos colores. No se sabe si los caramelos caen de alguna nube o si se trata de algún mago contratado por el rey para esa ocasión.

¡Qué alegre es el cortejo! El rey saca el pecho, haciendo sonar su trompeta: ¡Tararirarí-Tararirarí!, y mientras se escucha el toque los juguetes se mueven solos y las gallinas ponen huevos rosados. Hubo una vez en que las flores, al pasar el rey, salieron volando como mariposas. En otra ocasión que todos recuerdan muy bien, la mata de mandarinas de doña Moña —la única persona adulta del país y que está dedicada a contar cuentos— en lugar de llenarse de frutas se cu­brió de cascabeles.

Muchas otras cosas sorprendentes ocurren en ese pueblo tan le­jano y escondido pero son tantas que habría que escribir un libro para contarlas.

Nosotros, desde los territorios cercanos al minúsculo estado, y cada doce meses, hemos podido escuchar el alegre aviso de la trom­peta del rey: ¡Tararirarí-Tararirarí!

Si ustedes logran escucharla, en ese mismo momento se les lle­narán los bolsillos de caramelos.

 

Tomado del libro Cocorioco

FICHA
Dora Alonso: narradora, dramaturga, poeta y periodista cubana considerada como una de las más importantes escritoras para niños. Nació en Matanzas, el 22 de diciembre de 1910 y falleció en La Habana, el 21 de marzo de 2001. Es la autora cubana para niños más traducida y publicada en el extranjero. Es la creadora de Pelusín del Monte, considerado el Títere Nacional. Entre sus libros se destacan: Tierra inerme, La Habana, Casa de las Américas, 1961 (Colección Premio); El valle de la Pájara Pinta, La Habana, Casa de las Américas, 1984 (Colección Premio); El cochero azul, La Habana, Editorial Gente Nueva, 1975; Palomar, La Habana, Ediciones Unión, 1979; Aventuras de Guille en busca de la gaviota negra, La Habana, Editora Juvenil, 1991; Cocorioco, Editorial Capiro, Santa Clara, 2000. Entre otros reconocimientos, mereció el Premio Casa de las Américas por la novela Tierra inerme (1961), Premio Casa de las Américas en la categoría de obras para niños y jóvenes con El valle de la Pájara Pinta (1980), Distinción por la Cultura Nacional (1981), Distinción Félix Varela de primer grado (1988) y el Premio Nacional de Literatura (1988).