“El sentido de la vida es mantenerse en vida”

La Ventana
22/11/2016

De una manera hermosa y un poco sorpresiva comenzó Eugenio Barba, este martes en la sala Che Guevara, su clase magistral. El fundador y líder del OdinTeatret se paró ante el público y anunció que traía un regalo, y, seguidamente, felicitó a la investigadora y dramaturga Raquel Carrió por su cumpleaños 65. Pero esta celebración personal forma parte también de un tributo a la amistad entre el grupo danés y Teatro Buendía, del cual Raquel es fundadora junto a su directora Flora Lauten.

Buendía y el Odin han sido por casi treinta años amigos, cómplices, compañeros de lucha teatral y han creado juntos un nido de afecto mutuo. Por esas razones, Eugenio hizo una parada en su charla y la abrió justamente con ese saludo en el cual le entregó a Raquel un regalo “teatral”: un cactus, “con poco agua sobrevive”. Una metáfora de un camino teatral hecho a veces sobre el sacrificio y la resistencia.

De manera similar, la Casa de las Américas ha sido también un espacio creativo donde los “odines” han encontrado un hogar. Presentaciones, clases magistrales, conferencias y publicaciones en las últimas década, según recordó Vivian Martínez Tabares, Directora de Teatro de la Casa y de la revista Conjunto, han reflejado ese profundo vínculo que también es parte de la honda conexión del OdinTeatret con el teatro latinoamericano y caribeño.

“El sentido de la vida es mantenerse en vida”, Julia Varley y Eugenio Barba,
durante su clase magistral en la Casa de las Américas. Foto: Casa de las Américas

La poesía ha sido uno de los ejes que han vertebrado el trabajo del OdinTeatret. Tanto en sus textos como en los espectáculos, la instancia poética ha sido materia prístina – convertida en imágenes, identidades actorales, sonoridades musicales –de su quehacer y de su pensamiento. Leemos un texto de Eugenio y asistimos a una literatura condensada en figuras poéticas que iluminan sus ideas desde hermosas construcciones estilísticas que, como en su propio teatro, crea contrastes, retruécanos que amplifican sus significados.

“¿Qué es un proceso creativo?” Se preguntó Barba. “La trasposición, esencialmente. De los símbolos de las letras en la página a imágenes. Es la creación de otras realidades”.

El oficio del poeta, la sucesión de palabras una detrás de otra, la creación de una cadena de imágenes donde la pasión, la emoción comunican al lector, fue uno de los puntos de partida: versos de Neruda, Blake, Octavio Paz, Borges, Huidobro se dejaron escuchar en su voz.

La trasposición de la eficacia de la palabra poética a la acción dramática, a la acción del actor, fue una equivalencia con la cual Barba explicó el proceso creativo.

“Hay que luchar contra el automatismo, con los clichés, con lo que hemos heredado de nuestros padres, de nuestras culturas”. En su caso, dijo, fue su condición de migrante italiano y su cultura las que le permitieron también reconocer y valorar otras culturas.

Sobre la base del ritmo y la variación que rigen, a su juicio, todo, la naturaleza misma – “la naturaleza odia la simetría”; Eugenio le ofreció una pauta a Julia para que mostrara la trasposición de esa frase a acciones físicas. “Las olas del mar tienen ritmo y variaciones, y la naturaleza aborrece la simetría”, fue este el pie forzado para la improvisación de Julia.

Durante un largo periodo, Varley fue trabajando sobre esa frase, encontrando variaciones, modulaciones, amplificándola, buscando otros sentidos en el espacio y en la gestualidad, incidiendo sobre el ritmo y el desplazamiento e incorporando la música como base para los movimientos.

Según confesó Eugenio, uno de los hallazgos del Odin es encontrar que cada forma tiene información, multiciplicidad de informaciones. Ahí se llega a través de un proceso de reducción en el cual se va contrayendo la acción, se va comprimiendo. Este proceso fue mostrado por Julia en varios ejercicios indicados por Barba.

Fue muy ilustrativo observar la construcción de una partitura que se enriquecía por las variaciones y las compresiones que la actriz ejecutaba sobre ella y, de manera especial, por la inclusión de la música. “Con la música la estructura se transforma porque la actriz dialoga con los acentos de la música. La música es parte fundamental que hace que el actor no se quede en sí mismo. El actor siempre reacciona, no acciona”.

Cuando los asistentes llegaron a la sala Che Guevara, encontraron sobre sus asientos una hoja impresa con un poema que Eugenio Barba atribuye a Jorge Luis Borges, aunque su viuda, María Kodama, aseguró que no pertenecía al poeta argentino. Sin embargo, Barba insiste en que es borgeano. El poema fue encontrado en la billetera del cadáver del padre del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince cuando fue asesinado en una plaza pública de Bogotá. Abad, al reconocer el cuerpo, encontró en la billetera, que aún conservaba dinero, de manera que descartaron un robo como motivo del homicidio, un pequeño papel doblado, según contó Barba, con el poema y decidió viajar a Buenos Aires para confirmar si era de Borges.

El poema en cuestión, titulado “Aquí. Hoy” fue un material que le sirvió a Julia para construir otra improvisación en la cual como base trabajaría a partir de un verbo inspirado en palabra, frases o versos del poema. Para ello, Julia se apoyó de una actriz del público quien le fue aportando los verbos. Sobre ese diálogo, fue modelando los nuevos movimientos, las nuevas imágenes que repetía y reconstruía según indicaba Eugenio.

Eugenio recordó lo que siempre le decía un maestro suyo en la escuela de teatro de Varsovia: “¿contra quién actúas?”. Y es así, dijo Barba. “Siempre actúas contra algo, contra alguien, contra el suelo, contra el suelo limpio, contra el suelo de mármol, contra el suelo de madera. Porque el actor siempre reacciona, no acciona”, insistió.

Eugenio en esta parte se refirió a lo que él denomina dramaturgia orgánica porque trabaja a nivel atómico, con pequeñas acciones que ofrecen la imposibilidad de que el espectador pueda anticiparse a lo que sucederá.

Al finalizar, Barba confesó: “esto es una ficción pedagógica” ante las risas del auditorio. Se refirió a que ese era el método de Stanislavski, “en el Odin no se trabaja de esa forma.”

Para nosotros la esencia es la biología, el estudio de la vida, los procesos del organismo, porque, añadió, el espectáculo es un organismo vivo, como el ser humano. “¿Cuál es el sentido de la vida? Es mantenerse en vida”, aseguró.

En el caso del Odin, el sentido también es transformar la vejez, la pérdida de lo que algunos también llaman ideales, en algo eficaz y pragmático. Las identidades que los actores van construyendo durante tantos años, es también una jaula y un cliché. “Hay que transformar esos materiales en algo estructurado, en un sentido para los espectadores.”

Se refirió también a los grandes maestros del siglo XX que no se dejaron domesticar por las grandes ideologías que les dieron de comer. Ellos transformaron los edificios no teatrales en teatros. Se construyeron su propia casa sin que la época se los comiera, una casa para ser libres, para mantener un idioma propio. Pero en esas casas dejaron huecos en el techo para poder ver el cielo, “sino la época nos come, sobre todo cuando uno llega al final de su vida y hace cuenta”, dijo.

Su despedida fue cargada de esperanza y de misterio; el misterio de la creación y de la sabiduría compartida: “ustedes se pueden ir con nuestras verdades oscuras”.

Mañana concluyen las presentaciones del OdinTeatret en la Casa de las Américas con la demostración de trabajo Casi Orfeo, el actor músico, a cargo de JanFerslev, a las 11:00 a.m. en la sala Che Guevara. Odisea OdinTeatret: de vuelta a Cuba continúa ofreciendo talleres y funciones teatrales hasta el 25 de noviembre en el Complejo Cultural Bertolt Brecht, el Complejo Cultural Raquel Revuelta y la sede de Teatro Buendía.

Tomado de La Ventana