Se nos fue Pancho Terry. Esas fueron las palabras con las que se interrumpió la sesión de grabación en el estudio EGREM de la Calle 18 en la habanera barriada de Miramar. De alguna manera todos los presentes estábamos conectados con él y su manera muy personal de tocar el Chequeré; instrumento al que había dedicado los últimos veinte y cinco años de su vida.

Pancho Terry
 

A la sorpresa inicial que provocó la noticia vinieron los recuerdos y las leyendas que acompañan a los hombres y a los músicos en particular. Todos los presentes quisieron hablar a coro, como suelen hacer los músicos cuando quieren que su idea musical prevalezca.

Manolito Simonet le recordaba desde sus años infantiles cuando era violinista de la Maravilla de Florida, de cuando años después le dirigió en esa orquesta y de cómo alternaba el violín con el Chequeré y otros instrumentos poco usados en la música popular cubana por aquellos años. “Pancho Terry” estuvo entre quienes aplaudieron su determinación de probar suerte en la capital en los años noventa.

Para Emilio Vega “Pancho” fue primero el papá de Hiosvany el saxofonista y compañero de fórmula en Diakara junto con Vizcaíno, Julián Fernández, los hermanos Diego y Oscarito Valdés; después sería el utiliti necesario en muchas de sus producciones. Pancho Terry sabía darle al güiro y al Chéquere tremendo swing en las grabaciones “…le sonaba cerrado…”

Hay mucho más para contar. Anécdotas y leyendas.

Personalmente le recuerdo siempre jovial, preocupado por su bigote (ese amuleto que desde su juventud adornaba su cara) y galante con las mujeres hermosas; si porque Pancho Terry, lo mismo que su coterráneo Nicolás Guillén, amaba a las mujeres hermosas y su amor le permitía decir su nombre;  presto a sonar el instrumento donde fuera posible y necesario; justipreciando sus orígenes.

Se nos fue Pancho Terry. Esa fue la frase colectiva que nos devolvió a la sesión de grabación. Hay mucho más para contar y decir; pero será mejor que su instrumento hable por él en este instante.