En este 29 de noviembre arribamos a los 20 años de la desaparición física de George Harrison y el mundo se dispone recordar al ex-Beatle desde las miradas más diversas. Algunos medios de prensa harán referencia al momento de la mayor intimidad cuando sus colegas Paul McCartney y Ringo Starr fueron a acompañarlo en la casa donde estaba convaleciente de un cáncer terminal, en Los Ángeles. Harrison no deseaba partir sin verlos por última vez. Se cuenta que Ringo no pudo permanecer todo el tiempo que hubiera deseado debido que le anunciaron que a su hija se le había descubierto un tumor cerebral. Ante esta situación, Paul decide quedarse una hora más, en donde ambos con las manos agarradas, comparten anécdotas de un pasado desbordado de sucesos, hacen chistes y hasta cantan alguna que otra pieza memorable del grupo para entonces, finalmente, dejarse llevar por un llanto inconsolable.

Otros medios, por su parte, se referirán al papel de George como miembro de Los Beatles y abordarán una vez más el tema de la polémica limitación a sus composiciones, al no concederles, tanto John como Paul, una mayor cuota en la discografía oficial del grupo. Si bien es cierto que hay mucha tela por donde cortar al respecto, preferimos abordar semejante situación desde nuestra experiencia personal de cuando aparecía un nuevo disco de Los Beatles.

“Hacer mi propio disco después de la separación fue un motivo de júbilo. Un sueño de ensueños”.

Aunque ahora contemos con una extensa bibliografía que nos permita consultar al detalle la historia individual de cada canción grabada por los muchachos de Liverpool, en aquellos tiempos lejanos ya, no se podía distinguir con facilidad quién cantaba cada pieza en sus primeros discos. Solo tras el paso de los años, y gracias a la mencionada bibliografía especializada, se puede verificar que canciones como “Do you want to know a secret”, “Roll over Beethoven” o “Devil in her heart” habían sido concebidas para que Harrison fuera la voz principal en las mismas. Pero bastó que en 1965 apareciera el disco Help con una agradable canción suya como “I need you”, para que desde entonces prestáramos el mayor interés en la observancia del personal sello de sus composiciones en cada nuevo álbum del conjunto británico. Ahí están famosos títulos del repertorio beatle como “Think for your self”, “Taxman” o “While my guitar gently weeps”, magníficas canciones de Harrison que sin estar uno al tanto del porqué de la reducida distribución de sus canciones en los discos, las esperábamos con especial interés dentro del habitual empaque profesional a que nos tenían acostumbrados. Harrison llega a convertirse en una propuesta inusual para las agrupaciones de rock de por aquel entonces, al contar Los Beatles con el privilegio de tener entre sus miembros a tres notables compositores con líneas estilísticas bien diferenciadas entre sí. Incluso, para nada nos asombró cuando en una entrevista de época, Lennon afirma que “Something”es la mejor canción del disco Abbey Road.

Y por esas cosas de la vida, en estos días también celebramos el aniversario 50 del álbum All things must pass, primer disco de Harrison como solista que, aunque grabado en 1970, las restricciones por la COVID-19 impidieron homenajearlo el año pasado. Dicho disco merece no solo el elogio al racimo de buenas canciones que lo conforman, sino que además se desprenden evidencias que nos hablan de cómo se sentía Harrison al poco tiempo de separarse de Los Beatles. En tal sentido coincidimos con el punto de vista de su hijo Dhani Harrison, cuando expresa que George, al hacer el primer disco triple de la historia del rock con más de 30 composiciones suyas, parecía querer enviar un mensaje claro de que, al fin con el All Thing Must Pass podía demostrar profesionalmente sin presiones de ningún tipo, “este soy yo”. Sin embargo, siempre nos quedaremos con la interrogante de cómo hubieran sonado tales canciones si tanto el productor George Martin como sus colegas Paul McCartney y John Lennon le hubieran pasado la mano como era la costumbre del trabajo colectivo en este equipo estrella. No obstante, Dhani, para esta nueva edición del álbum en el 2020, tuvo en cuenta la preocupación de George por tratar de reducir la excesiva reverberación aportada por el productor Phil Spector, detalle que claramente le molestaba a su padre. Y es cierto que ahora en esta nueva propuesta remasterizada, no solo se disfruta con una mayor claridad la presencia de la voz de Harrison, sino que además se puede discernir mejor el papel de cada instrumento en el contexto de cada obra. Incluso, se han agregado versiones nuevas desde una perspectiva acústica en que sobresale una relajada “My Sweet Lord”, su mayor éxito como solista.

“Harrison llega a convertirse en una propuesta inusual para las agrupaciones de rock de por aquel entonces”.

Si aunamos el respeto con que Paul McCartney habla acerca de su colega George Harrison por una parte, además de confirmar la certeza que el aporte de sus canciones al repertorio beatle equilibró considerablemente el mito del grupo, a pesar de haber estado la balanza dominada por obras de John Lennon y Paul McCartney, entonces con el acto de escuchar después de 50 años al disco All Thing Must Pass revitalizado, con soberbias piezas como la emblemática “Hear Me Lord”, la consolidada creación de “Art Of Dying” o la atractiva “What Is Life”, tenemos los argumentos suficientes para arribar a la definitoria conclusión de que George Harrison, con todo derecho, esté valorado al mismo nivel del talento de sus compañeros John Lennon y Paul McCartney. Concluyamos con esta emotiva reflexión del propio George sobre el disco All Thing Must Pass: “Antes de comenzar, sabía que iba a ser un buen disco porque tenía muchas canciones y yo estaba con mucha energía. Hacer mi propio disco después de la separación fue un motivo de júbilo. Un sueño de ensueños”.