El videoclip cubano: venturas y desventuras

Marilyn Bobes
4/3/2017

Confieso que prefiero escuchar la música que verla convertida en imágenes; en definitiva, no soy muy amante del videoclip porque me entretiene en la tarea de oír, con su rápida sucesión de historias o efectos especiales.

Pero ello no me limita hasta el punto de no reconocer que los clips hechos en Cuba tienen cada día una mayor presencia en la pequeña pantalla y que los adolescentes y los jóvenes los siguen con un fervor difícil de entender para los que llegamos a los sesenta años.

Las nuevas tecnologías han democratizado la realización de audiovisuales. En la actualidad cualquiera puede tomar una cámara doméstica, filmar escenas y hasta concebir un videoclip que no necesariamente posee los valores artísticos a los que cierto número de sus realizadores aspira.

Y he aquí uno de los peligros de esa manifestación: la libertad con que cualquier persona puede dirigir un audiovisual y proclamarse artista, haciendo gala de una chabacanería inaceptable o recurriendo a lugares comunes muy del gusto de quienes conciben la cubanía como un estereotipo y se regocijan en asociarla con los “almendrones” y las mulatas.

Sin embargo, el equilibrio que Orlando Cruzata, creador de los Premios Lucas al videoclip cubano, ha sabido imprimir a su programa de televisión semanal, nos lleva a un balance más positivo que negativo en lo que se nos ofrece para la promoción de un tema, un artista o una agrupación.

Creo que esta última es la principal función de esta manifestación visual: promover la música; pero si a ello se añade una vocación artística verdadera, el saldo resultará superlativamente superior en el empeño de comunicar. Lo demostró Fernando Pérez, el notable cineasta cubano, con su incursión sorpresiva en este género cuando realizó la Canción fácil de Marta Valdés, con la presencia y la voz de la extraordinaria Haydée Milanés.

La principal función de esta manifestación visual: promover la música; pero si a ello se añade una vocación artística verdadera, el saldo resultará superlativamente superior en el empeño de comunicar.

Como Fernando hay muchos otros. Podríamos citar al propio Cruzata, a Manolo Ortega o a Joseph Ros, algunas de las figuras del clip que en los últimos años se han destacado por una obra cuyos valores agregados al de la promoción satisfaría a cualquier espectador exigente.

Con sus venturas y desventuras, no se puede negar que Lucas ha conseguido calar en la preferencia de los jóvenes y adolescentes cubanos, con una manera fresca y novedosa de hacer televisión, más allá de la presencia de los videoclips que trasmite.

Es cierto que todavía abundan realizaciones mediocres, pero no podemos exigir una excelencia al ciento por ciento a una empresa en desarrollo dentro del contexto cubano y que, a pesar del relativamente poco tiempo con que comenzó a verse en Cuba, ha logrado una evolución que pudiéramos calificar de positiva.


 

Quizás pudiera reprocharse a los actos de premiación de Lucas una suerte de espectacularidad excesiva que recuerda a las que se realizan en contextos foráneos. Pero también se trata de atraer a un público que se identifique convenientemente con lo que se hace dentro de nuestras fronteras.

No se trata de censuras, sino de orientación a esos nuevos realizadores, muchas veces sin experiencia, pero que pueden convertirse, en el futuro, en verdaderos valores del audiovisual cubano.

Por otra parte, muy pocos videoclips estimulan la canción de autor o inteligente, y quizás existan talentos musicales que queden fuera de estos mecanismos. Mucha falta harían divulgar, por ejemplo, a los nuevos trovadores cubanos.

De todas maneras, Lucas trabaja con lo que llega a sus manos y tengo entendido que existe una evaluación previa de todo el material antes de ser trasmitido en el programa.

No se trata de censuras, sino de orientación a esos nuevos realizadores, muchas veces sin experiencia, pero que pueden convertirse, en el futuro, en verdaderos valores del audiovisual cubano.

La preferencia de un público mayoritario que cada año colma el teatro Karl Marx en la gala de premiaciones, y su participación a la hora de votar por lo más popular, son testimonios de la gran influencia que tiene el género en un sector de la población cubana.

Los sesentones como yo tendremos que acostumbrarnos a que, en estos tiempos, la música se ve y no solo se escucha. Y créanme que, de vez en cuando, algún videoclip más que otro suscita mi interés. Quizás ya me estoy acostumbrando a una manifestación que, internacionalmente, es reconocida y hasta estimulada desde los grandes centros de la industria del entretenimiento.

Si podemos hacer videoclips “a lo cubano”, no veo razones para no seguir esta corriente, siempre que asuma una visión auténtica y descolonizada.