Cayo Hueso constituyó para la labor revolucionaria de José Martí un elemento clave. Su comunidad se distinguía por su patriotismo, su fervor, su generosidad y su constancia. Ya para 1869, Cayo Hueso contaba con el primer club revolucionario de emigrados cubanos con el nombre de Asociación Patriótica de Cayo Hueso, organizado y presidido por José Dolores Poyo y Juan María Reyes como secretario. Se fundaron, además, la Asociación de Jóvenes Emigrados Revolucionarios “La Juvenil”, la Asociación Patriótica del Sur y, en 1871, la Sociedad el Ateneo después convertida en el Club San Carlos, centro de reunión y propaganda de los cubanos independentistas.

Según refiere Gerardo Castellanos en su libro Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí: “El encanto de la comunidad era la igualdad, el amor, la fraternidad mantenida entre todos y cada uno de sus miembros. Una era la fuente: el tabaco; una la raza; uno el idioma; por idénticos motivos habían sido exiliados; y uno solo era el ideal: la independencia de Cuba.”[1]

Portada de Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí. Fotos: Cortesía del autor

Según el autor:

Cayo Hueso tiene historia curiosa, insertada en la de los Estados Unidos, pero de proyecciones y consecuencias decisivas para Cuba y su independencia. En su seno hubo una medular fundición que influyó en los sucesos que fueron produciendo el definitivo desprendimiento de nuestra Antilla del dominio español; y algunos de sus forzados y transitorios emigrantes dejaron allí escritos, para siempre, ejemplos de virtud, trabajo y cultura.[2]

La lucha independentista entre los emigrados del pequeño enclave de Cayo Hueso constituía un ejemplo de coherencia y rectitud, porque quienes lo integraban, en su mayoría humildes trabajadores del tabaco, se mantuvieron fieles al ideal independentista, sin que el anexionismo encontrara eco entre ellos.

El patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos, quien hizo causa común con los independentistas cubanos, hubo de señalar que los cubanos refugiados en “Cayo Hueso, gentes de modesta condición y los únicos que, en su opinión, conservaban el sentido del deber y el de una cubanía inmune a intoxicaciones anexionistas porque adquieren allí lo que no tuvieron ni en otras emigraciones ni en su patria (…)”.[3]

Martí junto a los líderes de Cayo Hueso, 1892.

Muchos fueron los cubanos que a partir de 1868 lideraron con entusiasmo esta comunidad. Entre todos ellos hay que resaltar la incansable labor de José Dolores Poyo y Estenoz quien, por más de 30 años, incitó la pasión por la libertad de Cuba en el Cayo.

La presencia de Martí en este, la reverencia de los exilados por su obra y su persona, y el anhelo de la comunidad de exilados de contribuir a la creación de una Cuba libre, marcó de manera inestimable el desarrollo histórico y cultural del pequeño enclave.

La disposición y trayectoria patriótica de Cayo Hueso hacía que su incorporación al proyecto martiano fuese imprescindible. La oportunidad para lograr este objetivo se presentó cuando hubo de responder a los elogios de José Dolores Poyo en un comentario publicado en El Yara, con motivo de sus discursos “Con todos, y para el bien de todos” y “Los pinos nuevos”. Con su agudeza innata, le escribe a Poyo:

(…) Ardo en deseos de ver al Cayo con mis ojos, y de respetarle las formas y métodos que se ha ido dando (…).

Pero ¿cómo ir al Cayo de mi propia voluntad (…)? Pues aunque se muera uno de deseos de entrar en la casa querida, ¿qué derecho tiene a presentarse, de huésped intruso, donde no le llaman? (…)”.[4]

Cuando los obreros de las fábricas de tabaco de Cayo Hueso escucharon sobre los ideales de José Martí y de su exitosa visita a Tampa, pidieron a los líderes de la comunidad cubana de Cayo Hueso que le extendieran una invitación a la ciudad para presentarle sus ideas. Martí acogió el gesto con entusiasmo ya que el momento no podía ser más propicio. En recientes reuniones las comunidades de exiliados de New York y Tampa le habían otorgado su respaldo para la lucha contra el yugo colonial español.

El 25 de diciembre de 1891 realizó Martí su primera visita al centro más importante del exilio cubano. Partió de Tampa rumbo a Cayo Hueso en el vapor Olivetti. Llevaba con él a prestigiosos líderes de las comunidades cubanas de New York y Tampa.

La combinación de las fiestas Navideñas y de Año Nuevo y la presencia de Martí hicieron de esas dos semanas un recuerdo inolvidable para sus habitantes. Múltiples encuentros entre Martí y la ciudadanía del Cayo se sucedieron.

“La combinación de las fiestas Navideñas y de Año Nuevo y la presencia de Martí hicieron de esas dos semanas un recuerdo inolvidable para sus habitantes”.

Martí, a pesar de la gripe y la fiebre que llevaba, no podía estar más entusiasmado con su visita. En el muelle de Cayo Hueso le espera una jubilosa bienvenida con bandas de música y banderas:

El anciano José Francisco Lamadriz se adelanta a saludar al que había sido su compañero de afanes patrióticos once años antes en la Junta de Calixto García, “Abrazo a la revolución pasada”, le dice Martí. “Abrazo a la nueva revolución”, contesta el anciano. Los dos patriotas se estrechan en un largo instante de silencio conmovido. La multitud rompe en aclamaciones, escoltando a Martí hasta el hotel Duval.[5]

Al día siguiente, el médico le pidió reposo absoluto por varios días. Desde el hotel, en cama, recibió a numerosos líderes y políticos de las diferentes agrupaciones con los que sostuvo reuniones informales por varios días. Tras muchas discusiones y cabildeo, logró el respaldo de todas las diversas agrupaciones de Cayo Hueso. Ya sintiéndose mejor visitó diferentes sitios de la comunidad. En particular se presentó en las fábricas de tabaco donde, en algunos casos, tomó la tarima del lector desde donde compartió su prédica revolucionaria. El 3 de enero fue invitado al San Carlos. Esta vez el discurso llevaba la fuerza que le impartía el respaldo recibido en Cayo Hueso.

Un episodio de especial significado para Martí fue su encuentro con los pilares de la Convención Cubana, José Francisco Lamadriz, Fernando Figueredo y José Dolores Poyo; al respecto anotaría:

Y al día siguiente, entraron por la puerta del viajero enfermo un patriarca ya al caer, a quien no podía verse sin deseos de llorar, y un guerrero que se distingue en la paz por su civismo como en la guerra brilló por el valor, y un periodista que no sabe lo que es quebrar, ni desviar, la pluma que juró a la patria: y en nombre de los patriotas veteranos del lugar, ni a discordias ni a recelos ni a reparos dijeron que venían, sino a declarar, por la boca sentenciosa del anciano, que no hay más que un alma entre los cubanos que anhelan la felicidad de su país.[6]

Durante el encuentro se habló sobre la organización de un partido político y la necesidad de que Cayo Hueso produjera un documento similar a los de New York y Tampa. Le fue presentado a Martí el documento preparado durante la Convención Cubana del Cayo, quien, al leerlo, se percató de la formidable labor realizada y exclamó: “Aquí está todo hecho”. Este documento se comenzó a elaborar en secreto absoluto en diciembre de 1889 por estos tres patriotas, junto a otros colaboradores.

De inmediato se reunieron los representantes de Nueva York, Tampa y Cayo Hueso. Martí logró que los tres grupos dejasen a un lado los puntos más divisorios y con gran inclinación hacia el trabajo de la Convención de Cayo Hueso, se redactó lo que serían las bases del Partido Revolucionario Cubano.

El 3 de enero se convocó a la ciudadanía al San Carlos, “la casa de Cuba”, como afectuosamente Martí le llamaba, pues el pueblo allí se reunía y se educaba. Numerosos líderes le antecedieron en la palabra a Martí, después de los discursos patrióticos de Herrera, Bello, Pompéz y Hernández, apenas concluidas las palabras henchidas de gratitud de Martí, Francisco María González dio a conocer las bases aprobadas.

Instituto San Carlos, al que Martí llamaba “la casa de Cuba”.

El día 5 de enero la fiesta de despedida también tuvo lugar en el San Carlos. Para la ocasión, jóvenes escolares recitaron versos. Damas de la comunidad deleitaron con piezas al piano. Varios oradores, todos dirigiendo su palabra en honor al Apóstol, recibieron ovaciones. Sus palabras llevaban el sello de apruebo de las distintas agrupaciones a las bases sugeridas por Martí, para la creación del Partido Revolucionario Cubano.

Al día siguiente partió de regreso Martí a Tampa y New York. Su corazón no le cabía en el pecho. El exilio unido le había brindado su energético apoyo. En New York, se terminaron de pulir las bases del Partido las cuales fueron proclamadas en abril de ese mismo año, 1892.

Además de la unión del exilio y de haberse redactado las bases del Partido, el tercer logro importante de esta primera visita fue el convencer a los tabaqueros que ayudaran a financiar la guerra. Estos comenzaron a aportar un día de su salario al mes. Esta costumbre se fue extendiendo a otras localidades, Tampa, Ocala y a los pocos tabaqueros que existían en Nueva York. Desde entonces, quedó sellado el vínculo de Martí con Cayo Hueso.

“Además de la unión del exilio y de haberse redactado las bases del Partido, el tercer logro importante de esta primera visita fue el convencer a los tabaqueros que ayudaran a financiar la guerra”.

Martí visitó Cayo Hueso en nueve ocasiones en cada una de ellas recibió igual recepción, obsequios, manifestaciones de respeto. Durante los días de su estancia en el Cayo, la ciudad permanecía especialmente engalanada: banderas y carteles por doquier, bullían los talleres y los hogares, y la esperanza que iluminaba los rostros del pueblo anunciaba que algo extraordinario sucedía. Las familias se disputaban su cuidado. Ya en su segunda visita podemos advertir queno era únicamente el obrero de Cayo Hueso quien con música y banderas acogía en medio de las efusiones del cariño más sincero al viajero ilustre, sino que, al hombre civil, al deportado que llevó el grillete y sufrió los dolores y las amarguras del presidio lo recibían en sus brazos consagrados en la lucha épica de los diez años los generales Roloff y Sánchez. Era bello el espectáculo de aquella unión de almas”.[7]

Visita obligada por el Apóstol durante su permanencia en Cayo Hueso era a la manufactura de Eduardo Hidalgo Gato. Su decoración interior sorprendía: retratos de los grandes hombres de Cuba, alegorías de la independencia, atributos de la guerra. Se respiraba allí un ambiente patriótico. Hidalgo Gato fue un poderoso auxiliar de José Martí desde el comienzo de sus trabajos revolucionarios, con sus abundantes contribuciones monetarias y como emisario del Partido en la Isla, labor que realizaba con bastante frecuencia amparado por sus viajes de negocios. Además de los donativos hechos en privado, se estima que este hombre dio para la guerra de Cuba más de cuarentaicinco mil pesos. Su taller fue, a la vez que manufactura, un lugar donde encontraban seguro asilo y constante trabajo los que profesando el arte del tabaco estaban al servicio de la revolución.[8]

“Martí visitó Cayo Hueso en nueve ocasiones en cada una de ellas recibió igual recepción, obsequios, manifestaciones de respeto”.

Su presencia en el noble Cayo servía de acicate para incrementar el tesoro de la patria; conmovedor fue el ofrecimiento del señor Hopkins, un estadounidense, torcedor de tabaco de menor categoría, de entregar hasta el último peso de su bolsillo para la causa cubana, o de la señora Paulina Pedroso, que resolvió dar, una vez por semana, la utilidad íntegra de su establecimiento, o la declaración de otro ciudadano estadounidense, el señor Lang, cuando expresó: “La prensa americana de la localidad os ha llamado el Patrick Henry cubano; pero yo, después de haberos oído hablar de la equidad y justicia que a todos los hombres ofrece la república de Cuba, os llamo el Abraham Lincoln cubano”.[9]

La presencia de Martí y la trayectoria patriótica de Cayo Hueso hacía que su incorporación al proyecto martiano fuese imprescindible. El movimiento independentista en el heroico peñón, tantas veces lacerado por los fracasos anteriores, experimentó un resurgir vigoroso gracias a la constancia y vehemencia con que Martí sembró el proyecto del Partido Revolucionario Cubano.


Notas:

[1]Gerardo Castellanos García: Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí, La Habana, Impr. Alfa, p. 86, 1944; Cf. La Habana, Edición del Centro de Estudios Martianos, pág. 37, 2009.

[2]Ibídem, págs. 25-26.

[3]Eugenio Ma. De Hostos:”Los de Cayo Hueso”, Nueva York, Obras Completas, en Temas cubanos, vol. IX, p. 251, 31 octubre de 1874; Cf. La Habana, Ed. Comercial, p. 127, 1939.

[4]José Martí: Carta a José Dolores Poyo, Nueva York, 5 de diciembre de 1891, Obras Completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, t. 1, pp. 275-276, 1975; Cf.Yaliemny Pérez Sardiñas: “Las visitas de Martí́ a Cayo Hueso en las crónicas de Patria”,Anuariodel Centro de Estudios Martianos, No. 35, pág. 98, 2012.

[5]Jorge Mañach: Martí, El Apóstol, Madrid, Colección Austral, Espasa-Calpe S.A., pág. 196, 1942.

[6]José Martí: “Discurso en Hardman Hall”, (Nueva York, 17 de febrero de 1892), Obras Completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, t 4, pp. 298-299, 1975.

[7]“Desde Cayo Hueso”, en Patria, Nueva York, no. 20, 23 de julio de 1892, p. 2, col. 2. Cf.Yaliemny Pérez Sardiñas: “Las visitas de Martí́ a Cayo Hueso en las crónicas de Patria”,Anuariodel Centro de Estudios Martianos, No. 35, pág. 98, 2012.

[8]Manuel Deulofeu Lleonart: Martí, Cayo Hueso y Tampa. La emigración, ob. cit., p. 32. Cf.Yaliemny Pérez Sardiñas: “Las visitas de Martí́ a Cayo Hueso en las crónicas de Patria”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, No. 35, pág. 98, 2012.

[9]“El patriotismo ejemplar”, en Patria, Nueva York, no. 41, 17 de diciembre de 1892, p. 2, col. 1-3. Cf. Yaliemny Pérez Sardiñas: “Las visitas de Martí́ a Cayo Hueso en las crónicas de Patria”,Anuario del Centro de Estudios Martianos, No. 35, pág. 98, 2012.