En Cuba la Democracia baila en las calles

Ángel Martínez Niubó
13/3/2018

Ella se llama Sofía y vive en Buenos Aires. Él se llama Frank y vive en Fomento, Cuba. Estos personajes —de la vida real— no volverán a encontrarse hasta el último párrafo de este texto. Ella, Sofía, es mi amiga en las redes sociales y me preguntó sobre la democracia en Cuba. ¿Cómo funciona la democracia en tu isla?, me dijo. 

Reconozco que yo, poeta acostumbrado a guitarras y tertulias, no soy muy ducho en leyes ni decretos. Los poetas se alegran, se entristecen, padecen o disfrutan de las leyes, pero no profundizan mucho en cuestiones de ordenanzas. Los poetas se distraen demasiado en el amor. Si lo encontramos hacemos fiesta. Si no, la congoja…, incluso los tormentos.

Pero —ante la pregunta de mi amiga— mi primera reacción fueron los conceptos. Los poetas también viven muy cerca de las significaciones y siempre, o casi siempre, la pretensión inicial es buscar una palabra que defina, precise o concrete las vivencias. Reconozco que quise teorizar. Quizás, por un instinto casi inconsciente de seducción, pensé comentarle sobre aquella carta del Che a Carlos Quijano, convertida luego en el libro El socialismo y el hombre en Cuba. Intenté recordar algunas frases de Marx sobre el socialismo. Quise teorizar, o seducir… Quizás las dos cosas a la vez. Pero pensé que mi amiga no iba a entender. Ella necesitaba, quizás, menos teoría y más realidad. Pero el hecho de que Cuba esté bloqueada, y que sea agredida desde diferentes zonas —no solo la económica— hacen el sistema político cubano aún más particular. Las explicaciones debían ser puntuales.

No obstante y procurando un mínimo de precisión, me asomé brevemente a las leyes que rigen el tema entre nosotros. Pensé en la constitución de los Consejos Populares, en la eliminación —hace ya algunos años— de los Comités Ejecutivos a los niveles provincial y municipal. Creí oportuno contarle sobre la modificación del procedimiento de elección de los delegados a las Asambleas Provinciales y los Diputados a la Asamblea Nacional. Me enredé yo mismo en lo que creí oportuno contar o no contar. Pensé en las elecciones, en el delegado que vive a dos cuadras de mi casa. Pensé en la necesidad de defender mi teoría del partido único y pensé, incluso, en Baliño y en Martí. La necesidad de un partido único ante un enemigo poderoso —también con un partido único— es una teoría que defiendo bien. También me queda claro que solo un partido único es capaz de resistir a un enemigo que ha saqueado, despojado, y robado independencia y soberanía por todo el mundo, mucho más en América Latina. Pero mi amiga quería saber de democracia y de mi modo de vivirla o de entenderla en Cuba.

Hice entonces lo de siempre: reposar. Puse a reposar esa respuesta y entretuve a Sofía con algunos comentarios de actualidad. Fui recíproco incluso: Ella me envió unos poemas de Borges, y yo unos de Eliseo Diego. Hablamos de Jerusalén, de Rusia, de las dos Coreas. Sofía me envió una canción de Fito y yo una de Serrat. De cualquier forma, yo sabía que estaba ante una deuda y con esa deuda caminé mis calles.

Así, pocos días después, llegaron los carnavales de mi pueblo. Mi pueblo está de fiesta, le dije en el Chat. Disfruta, —me devolvió—, pero no olvides que me debes tu teoría sobre la democracia en Cuba.

Siempre tengo claro que ese tema —el de la democracia en la Isla— ha sido objeto de calumnias elaboradas y exportadas bajo todas las formas posibles. Pero soy un poeta y mi amiga requería una respuesta que fuera fruto de la poesía. Además, yo quería una respuesta para una mujer.

La democracia baila, danza, canta, camina por las calles del pueblo
 

Así, en deuda, me fui a los carnavales y ahí, en pura fiesta, me llegó “la chispa”. Frente a una de las plataformas que construyen para los grupos musicales, y junto al pueblo que bailaba, estaba Frank, que también bailaba. Estaban su esposa y su hija. Frank es mi amigo. Es de origen campesino y se hizo ingeniero en una de las mejores universidades de la Isla. Me le acerqué y le dije: este es el único país del mundo en donde el presidente del gobierno baila en la calle junto al pueblo”. Sonrió, intercambiamos un abrazo, saludé a su familia  y siguió bailando.  En ese momento interrumpí las fiestas por una hora. Fui a casa y le escribí a mi amiga lo que copio textualmente del chat.

Ángel: Sofía ¿Conoces al presidente de tu pueblo?

Sofía: Claro, lo he visto en la tele y en la prensa. ¿Te referís al presidente del país?

Ángel: No. Claro que no. Me refiero al alcalde, al presidente del pueblo o la provincia donde vives. ¿Lo conoces?

Sofía: Igual, lo he visto en fotos, a veces, cuando hay elecciones se deja ver. ¿Por qué me lo preguntas? ¿No me digas que lo conoces tú?

Ángel: No. Yo no. Lo que sucede es que acabo de encontrar la respuesta sobre la democracia en Cuba.

Sofía: No entiendo.

Ángel: Tú querías saber cómo funciona la democracia en Cuba. Ya sé. Estamos de fiesta. Acabo de regresar a la calle y frente a una de las tarimas, junto al pueblo, estaba el presidente bailando.

Sofía: ¿Qué me quieres decir?

Ángel: Que el presidente sabe que es parte del pueblo, se siente parte de él y que entonces se mueve entre ese pueblo.

Sofía: ¿Estás seguro de que era el presidente?

Ángel: Claro, lo conozco, se llama Frank. ¿Sabes cómo se llama el presidente de tu pueblo?

Sofía: No lo recuerdo…, pero quizás lo recuerde en un rato.

Ángel: ¿Y baila en las calles?

Sofía: Por supuesto que no Ángel. Voy entendiendo lo que me quieres decir.

Ángel: A eso llamo democracia Sofía, a dirigir desde el pueblo, a venir desde un campo, hacerse ingeniero, dirigir un pueblo o un país y seguir siendo parte de ese pueblo.

Sofía: Creo que tienes razón, amigo cubano, sólo que veo un poco de peligro en eso de que el presidente baile junto al pueblo.

Ángel: Esa sería otra definición: una sociedad donde el peligro es escaso y donde es posible que el presidente baile en la calle es lo más parecido a la esperanza, Sofía. A esa conjunción también la llamo democracia.

Sofía: Creo que no terminamos de conocer a Cuba. Por eso te pregunté. Ustedes son una especie de misterio.

Ángel: Cuba es cada día descubierta por Colón, cada día es la isla más hermosa que ojos humanos han visto.

… Y ahí, quizás por costumbre, por “cubaneo”, quizás porque lo tengo en sangre, seguí jugando a seducir, a cautivar. A esa hora Frank —mi amigo presidente—, bailaba por las calles de mi pueblo, y yo —poeta y fantasioso—  intercambiaba con una argentina que quizás nunca llegaré a conocer. Gracias a ellos llegué a la esencia del verdadero concepto de democracia. Quizás no se estudie de esa forma en las clases de historia, pero es así: la democracia baila, danza, canta, camina por las calles del pueblo; o no merece llamarse tal.