En el nombre de la timba

Emir García Meralla
24/7/2019

Menos de dos semanas nos separan de uno de los acontecimientos musicales más anunciados desde que comenzó este año: el Festival Internacional de la Timba “Por siempre Formell”, que en su primera edición coincide con la fecha de nacimiento de quien es considerado uno de los más importantes músicos cubanos de la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas de este que corre.

Foto: Internet
 

Quiso la casualidad, y la vida además, que se unieran como incentivos a este Festival la celebración del medio milenio de la fundación de La Habana como una de las primeras siete villas y ciudad capital después, y el medio siglo de que Juan Formell formara su orquesta: Los Van Van, que fue en sus inicios un desprendimiento de la charanga del percusionista guantanamero Elio Revé Matos. Entonces agradezcamos que estos tres hechos —o acontecimientos— ocurran por única vez dentro del universo de la música y la cultura cubana en general.

Sin embargo, la realización de un Festival dedicado a la timba y sus cultores no es la primera vez que se piensa o que se intenta en los últimos tiempos; solo que la maldición del “primer evento” parece regir los destinos de los músicos y los seguidores de este movimiento musical.

En aras de comprender los hechos y posibles criterios a exhibir con relación al evento que nos ocupa, propongo analizar los antecedentes de la propuesta que nos involucra.

“Somos lo mejor de la timba… Team Cuba”

Para nadie es un secreto que el sonido de la timba y las orquestas asociadas a este movimiento tuvieron su mejor momento en la década del 90 del pasado siglo y el primer lustro del presente. Por cerca de 15 años a los cubanos y cubanas solo les interesaba escuchar, tararear e idolatrar a los cantantes y directores de las orquestas de música popular bailable de moda en esos años. Pero había mucho más: existieron y coincidieron un grupo de factores y acontecimientos extramusicales —sobre todo de índole social— que definieron y permitieron este momento de euforia de la música popular bailable cubana, que es considerado el de mayor esplendor y trascendencia para la música cubana posterior a 1959.

“Los salseros cubanos” —calificativo que dieron los medios y las autoridades en aquel entonces al movimiento musical— supieron aprovechar el momento social, y en aras de consolidar el movimiento e impulsarlo más allá de las fronteras unieron esfuerzos y fundaron el Team Cuba de la Timba, al que pertenecieron las siete orquestas más importantes de aquel momento; aunque la definición más cercana a los objetivos propuestos era el índice de popularidad. Nadie dudó entonces que aquella selección estuviera conformada por NG la Banda, Los Van Van, Adalberto Álvarez y su Son, Manolín “El médico de la salsa”, Issac Delgado, Paulo FG y la Charanga Habanera.

El resto de las agrupaciones que gozaban de una popularidad menos notoria —de acuerdo al criterio de selección establecido por los organizadores— no calificaba para ser parte del proyecto; a pesar del desacuerdo expresado por algunos directores, en especial Elio Revé, cuya protesta fue la más escuchada y trascedente. Y no era para menos, pues orquestas como Bamboleo o Manolito Simonet y su Trabuco ya disfrutaban de buenas cuotas de popularidad por la originalidad de sus propuestas.

Constituido el Team Cuba, se organizó para su lanzamiento oficial un gran concierto en el balneario de Varadero, que además sería la plataforma para una publicitada gira por algunas ciudades de Europa; teniendo como colofón un gran festival en la calle Prado muy al estilo de “Papel y tinta”, evento musical de importancia ocurrido en los años 60. De acuerdo a los líderes de las agrupaciones y a los organizadores del evento, los conciertos se repetirían cada año en los dos espacios referidos y serían el anuncio de las giras europeas de las orquestas involucradas, así como su propuesta para abrir las festividades del verano y el final del periodo estival en Cuba. Las fechas anunciadas comprendían la primera semana de junio en La Habana y el último domingo de agosto en Varadero.

El concierto de apertura estuvo marcado por la ausencia de la Charanga Habanera, sujeta en ese momento a suspensión administrativa tras los incidentes ocurridos en un concierto en el Malecón habanero en agosto de 1997. Mas para el concierto de la calle Prado, en la escalinata del Capitolio, ya la tropa de David Calzado logró presentarse.

Pero el Team Cuba se diluyó, entre otras razones, por las diferencias y las contradicciones de tipo económico que le dieron origen.

“Temba, tumba y timba…”

En enero del año 2007 Juan Formell, en su carácter de líder e interlocutor aceptado del movimiento timbero, anuncia que a mediados de febrero se realizaría el I Festival de la timba cubana en la ciudad de Varadero, y que uno de sus objetivos sería incluir en la programación aquellas propuestas musicales que de alguna manera tuvieran puntos en común con la música bailable, para ampliar el espectro musical y lograr que interactuaran no solo generaciones diversas, sino que todos los públicos y gustos musicales se encontraran representados. A nadie sorprendió, entonces, que entre las propuestas musicales estuvieran Los Muñequitos de Matanzas, Los Papines y David Blanco y su grupo; incluso que se programaran en un mismo espacio y que se buscara interacción entre esas dos formas de hacer la música cubana.

El plato fuerte se reservó para el Anfiteatro, donde se presentarían las orquestas “de primer nivel”, que incluían a la Orquesta Aragón y a una debutante Havana D´ Primera. De acuerdo con Formell y sus colaboradores (entre ellos Clave Cubana y ARTEX), este evento era la punta de lanza de uno similar, e incluso de mayor alcance, que se pensaba realizar cada año y ya se habían cursado las invitaciones correspondientes a tal fin a importantes músicos de todas partes del mundo.

Durante tres días muchos compatriotas recordaron aquellos festivales que en los años 80 definieron la vida nocturna del balneario más famoso de Cuba, solo que ya no eran aquellos tiempos ni los espacios e intereses coincidían. De hecho, en algunos de los sitios elegidos para las presentaciones ignoraban el programa que debían presentar, o simplemente se limitaban a cancelar las actividades —como le ocurrió a Los Papines en un espacio destinado a la rumba—, a partir de prejuicios y criterios economicistas simplones.

Pero a pesar de estos incidentes nada detuvo la voluntad de bailar y vivir la música cubana a plenitud, como lo habían asumido los más importantes músicos cubanos del momento. Terminado el concierto de clausura con la música de Los Van Van, nunca más se volvió a mencionar o a hablar de una segunda edición de este Festival de la timba.

Curiosamente, aunque estas propuestas pensaban en acercarse y en acercar al mundo a la música cubana —en especial a la timba— nunca se anunciaron o publicitaron como “internacionales”; todo indicaba que la mirada endógena era más que suficiente para que los de afuera se interesaran en compartir con los de adentro. De hecho ya habían ocurrido interesantes acercamientos de músicos reconocidos internacionalmente con el género timba, desde el año 1994, y esta relación se estaba fortaleciendo.

Los cueros callaron por más de un lustro y de la timba nadie pareció acordarse, aunque siempre ha estado ahí, agazapada en estos últimos tiempos, y a la defensiva ante otras propuestas, algunas menos interesantes.

“Anda, camina Juan”

La cuenta regresiva para el Festival Internacional de la Timba ha comenzado. Como siempre ocurre, las expectativas de los organizadores son bastante altas, por lo que es menester destacar que han puesto interés en cuidar todos los detalles posibles. Honestamente, creo que esta es la última oportunidad para que la timba se abra espacios nuevamente dentro del gusto popular y deje de ser la cenicienta de la música cubana.

Es por ello que el programa presentado y propuesto apuesta a tomar como primer acto de justicia dedicar el evento a la figura de Juan Formell y su impronta dentro del universo de la música cubana; es justo decir que su trabajo fue más allá de hacer bailar a los cubanos de todas partes del mundo y de desatar una legión de seguidores de su sonido en todos los lugares posibles.

El Festival está dedicado a la figura de Juan Formell y su impronta dentro del universo de la música cubana.
Foto: Tomada de Granma

 

Con este as triunfador a nadie sorprende que los organizadores se ufanen de volver a reunir en el corazón de la Rampa habanera a los bailadores, para revivir el concierto fundacional del año 69, o que se organice un gran encuentro con los fundadores de la orquesta que aún viven y que sean invitados a participar de este acontecimiento. Reconocerles es también una forma de respetar a quienes con mayor o menor peso formaron parte de la leyenda vanvanera de siempre.

Lo mismo ocurrirá con el resto de las presentaciones y conciertos previstos para estos tres días de fiesta, que todo indica podrán ser una parte importante del verano cubano en un futuro.

Solo dos preocupaciones: la primera es la definición de "tambor timba" que han hecho pública los organizadores; pues con ese nombre no aparece registrado en ningún estudio conocido esa familia de tambores; de haber sido así ya lo hubiera mencionado Don Fernando Ortiz en alguno de sus tomos de Los instrumentos de la música afrocubana; o hubiera sido recogido en estudios posteriores. Tal juicio se presta a confusión.  

El segundo punto a reflexionar: ¿no es más útil y coherente tener un festival que sea netamente cubano, que hagan grande los cubanos y que el resto del mundo sienta la necesidad de incorporarse a él? Creo que así pensó siempre Formell: tener un evento en Cuba que, además de ser fuente de empleo para nuestros músicos, abra las puertas de nuestra música al mundo, pero desde casa. Es por ello que definirlo como internacional me asusta, pues puede hacer depender de terceros la continuidad del evento.

Personalmente me gustaría que en la ceremonia de apertura se escuchara la introducción que escribiera Chucho Valdés para el tema “El guayo de Catalina” y que ejecutara con su grupo Irakere. Si ello ocurriera, entonces realmente estaríamos entrando en timba o, como solía decir el finado Papín Abreu, estaríamos en clave y el asunto marcharía sobre tambores.