Mucho ha llovido desde aquel 7 de mayo de 1962, día fundacional del Conjunto Folclórico Nacional. Con ese acto rotundo se revindicaba la herencia africana en el entramado sociocultural cubano, al tiempo que comenzaba a reconocerse una zona de nuestra espiritualidad que, hasta ese entonces, se marginaba.

Hoy los orichas forman parte de nuestra cotidianidad, pero para alcanzar ese punto hubo que vencer numerosos obstáculos y prejuicios. Los fundadores del Conjunto —Nieves Fresneda, Trinidad Torregrosa, Emilio O’Farrill, Jesús Pérez, Manuela Alonso, Luisa Barroso, Lázaro Ros, entre otros— eran hombres y mujeres de pueblo que aprendieron cantos y bailes en el entorno familiar, y se ganaban la vida como zapateros, albañiles, panaderos, lavanderas, peluqueras, cocineras y estibadores.

De pie, Rodolfo Reyes, coreógrafo mexicano. Sentados, de izquierda a derecha: Rogelio Martínez Furé, María Elena Molinet, Nieves Fresneda y Trinidad Torregrosa.

También el investigador Rogelio Martínez Furé, discípulo de Argeliers León, y el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes, que trabajaba en el Conjunto de Danza Moderna del Teatro Nacional, participaron en la fundación del Conjunto. Los diseñadores María Elena Molinet y Salvador Fernández se sumaron al equipo en temprana fecha.

El Conjunto llenó un gran vacío, porque se desconocían nuestras manifestaciones folclóricas músico-danzarias, y urgía revalorizarlas al calor de las transformaciones que sucedían en el país. El Conjunto fue “el encargado de cumplir esa función en el campo musical y danzario, debiendo seleccionar aquellas formas de verdadero valor artístico para organizarlas de acuerdo a las más modernas exigencias teatrales, aunque sin traicionar su esencia folclórica”.[1]

“El Conjunto llenó un gran vacío, porque se desconocían nuestras manifestaciones folclóricas músico-danzarias, y urgía revalorizarlas al calor de las transformaciones que sucedían en el país”.

La primera función tuvo lugar en el teatro Mella el 25 de julio de 1963. El programa se conformó de la siguiente manera:

– Primera parte: Bailes yorubas, donde se presentan los orichas Elegguá, Obatalá, Yemayá, Shangó y Babalú Ayé. Al final se ejecutó el canto de cierre a Elegguá.

– Segunda parte: Contradanza. Bailes congos. Cantos de Polineros. Bailes de Palo. Cantos de Puyas. Baile de Maní. Baile de Yuka. Makuta. Muana Muana Muana Kene.

– Tercera parte: Conga antigua. Pregones cubanos. Segunda Conga. Rumba. Comparsa de Negros Curros.

Dirección: Marta Blanco. Asesor de folclor: Rogelio Martínez Furé. Coreógrafo: Rodolfo Reyes. Argumento: Rogelio Martínez Furé. Escenografía: Salvador Fernández. Vestuario: María Elena Molinet. Luminotécnico: Ramiro Maseda. Administradora: Marina Eneriz.

Primer programa de mano del Conjunto Folclórico Nacional.

El anecdotario del Conjunto es muy rico. Desde las batallas por erradicar prejuicios racistas, la incorporación a las tareas de un país en Revolución, los viajes por el mundo en representación de Cuba, las contradicciones entre lo religioso y lo escénico, los actos de violencia que pusieron en peligro la supervivencia de la agrupación, hasta las extensas colas en el teatro Mella durante los estrenos. Por todo ello, registrar su trayectoria es de una gran urgencia.

Los 17 jóvenes que se sumaron al Conjunto en 1966 marcaron un punto de giro en la danza folclórica, entre ellos puedo mencionar a Johannes García, Silvina Fabars, Alfredo O’Farrill, Julia Fernández, Juan García y Manolo Micler, su actual director. Casi al mismo tiempo llegó Santiago Alfonso, al que todos reconocen como maestro, quien propició a la compañía mayor rigor técnico.

Dicen que en ese período era habitual el intercambio entre bailarines y teatristas. Para el Festival de Teatro Latinoamericano montaron La tragedia del rey Cristóbal, una obra de Aimé Césaire, dirigida por Nelson Dorr. El diseño de vestuario lo concibió Eduardo Arrocha, y la asesoría musical corrió a cargo de Jorge García-Porrúa. Martha Jean-Claude montó las canciones y bailes haitianos, y Santiago Alfonso coreografió el minué. Bailarines y actores eran parte del elenco: José Antonio Rodríguez, Luis Alberto García, Carlos Ruiz de la Tejera, Eduardo Vergara, Ernestina Linares, Omar Valdés y Carlos Pérez Peña.

Para la puesta en escena de María Antonia, obra de Eugenio Hernández Espinosa, devenida clásico de la dramaturgia nacional, el director Roberto Blanco convocó a bailarines y músicos del Conjunto. La temporada fue un verdadero acontecimiento, se desató la polémica y asistió tal cantidad de público que se instauró una parada de ómnibus en la acera del teatro Mella.

La presencia del maestro Ramiro Guerra, fundador del movimiento cubano de danza moderna, fue clave para el Conjunto y para la danza toda. Llevar a escena tradiciones cubanas fue otra de sus aspiraciones, por eso se dice con justeza que el Conjunto fue realmente nacional a partir del trabajo que Ramiro hizo allí. Trinitarias y Tríptico oriental fueron dos de sus obras.

En el Conjunto se gestó la fundación de tres agrupaciones. El Grupo Folclórico Raíces Profundas fue creado en 1975 por Juan de Dios Ramos, bailarín, coreógrafo y percusionista. La Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ surgió por iniciativa de Johannes García, Juan García y Julián Villa, exintegrantes del Conjunto Folclórico Nacional, y por Perla Rodríguez, primera bailarina de la que es hoy Danza Contemporánea de Cuba.

Obiní Batá se fundó en 1993 por bailarinas capaces de tocar con destreza los tres tambores batá; acción que hasta ese minuto solo podían realizar los hombres por motivos religiosos. Bajo la dirección de Eva Despaigne, sus integrantes cantan, bailan y tocan cajones de rumba, maracas, guayos, claves, tumbadoras, chequerés, bongós y campanas. Por esa razón son consideradas las abanderadas del auge de los rostros femeninos en la percusión en Cuba.

Una de las más prestigiosas folcloristas de Cuba, la Dra. Bárbara Balbuena, ha seguido con atención la labor del Conjunto en la década del 90 del siglo XX y en lo que va del siglo XXI:

En el período de los 90 comienza un esfuerzo de búsqueda por la renovación y del cómo combinar las formas más tradicionales con las visiones contemporáneas del folclor danzario. En esta etapa se destaca la labor creativa del joven bailarín Alexander Varona, quien incursionó como coreógrafo con tres títulos: Oshé (1992), De Cuba, cantos y danzas (1995) y Aikunwa (1998). Precisamente con Aikunwa (Rey de la Tierra), el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba obtuvo el Premio Villanueva, que se entrega cada año a aquellos espectáculos teatrales y danzarios que a juicio de la crítica constituyen estrenos relevantes.[2]

La relación de Fidel con el Conjunto fue muy cercana. Manolo Micler recuerda:

Nosotros fuimos invitados por el Comandante en Jefe muchas veces a realizar actividades artísticas en Cuba y en el exterior, estando de gira en Moscú nos mandan a buscar porque él nos había invitado para que actuáramos en la Cumbre de los Países No Alineados que se estaba celebrando en Argelia, y allí fuimos.[3]

Dicen que el Conjunto es la única compañía danzaria a la que Fidel despidió antes de un viaje. El fotógrafo Korda registró la ocasión.

Crédito al dorso de la foto de Fidel con el Conjunto.

Este 7 de mayo de 2022, el Conjunto arriba a sus 60 años de trabajo, lo cual es un buen pretexto para reflexionar sobre el estado de la agrupación, que dista mucho de su antiguo esplendor. Surgen, entonces, numerosas preguntas: ¿Qué sentido tiene hoy preservar las tradiciones? ¿Cuáles son los recursos escénicos que posibilitan representar nuestras manifestaciones músico-danzarias populares en el siglo XXI? ¿Cómo asumir en escena la renovación de las tradiciones? ¿Cómo influye en la representación de la danza folclórica la condición religiosa de muchos de sus hacedores? ¿Cómo se transmiten los saberes del oficio de una generación a otra? ¿Cuándo se va a escribir la historia de la agrupación? ¿Cuáles son los públicos de la danza folclórica hoy?

Ya se anuncia el estreno de Bara, una obra del joven bailarín Leivan García Valle:

Una investigación coreográfica dirigida a los conceptos filosóficos de las divinidades Eshú y Elegguá. Su peculiaridad radica en una visión desde la práctica cotidiana, más que desde la perspectiva mítico-religiosa, en la cual pretende expresar sus apreciaciones sobre cómo los orichas pueden ser identificados desde escenas de la vida social: la ley, la mendicidad, la inocencia y la sabiduría.[4]

Sueño con el día en que el Conjunto Folclórico vuelva a sacudir el corazón de los espectadores, que en la acera del teatro Mella se aglutinen tantas personas como muestran las imágenes de los años 60 del siglo XX. Espero llegue pronto.


Notas:

[1] Tomado del primer programa del Conjunto Folclórico Nacional, firmado por Rogelio Martínez Furé.

[2] Bárbara Balbuena: “Conjunto Folclórico Nacional de Cuba. Medio siglo de vida”, en Danzar.cu, tabloide para la investigación, promoción y desarrollo de la danza (junio de 2012).

[3] Marilyn Garbey Oquendo: “Manolo Micler: El Conjunto Folclórico Nacional está comprometido con la cultura”, La Jiribilla, no. 845, 2018.

[4] Tomado del perfil de Facebook de Leivan García Valle.

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