En 1982, con motivo de sus 70 años, René Portocarrero aseveraba: “Yo soy habanero ciento por ciento, la he recorrido a pie palmo a palmo, en la época que no tenía ni el níquel para la guagua. Siempre tuve el sentimiento de que podía revelar plásticamente lo que sentía por las piedras, las casas, las plazas, las calles, la gente… y creo que tuve la suerte de realizarlo mucho después de avanzada mi carrera, al crear esas Habanas multicolores”.

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Catedrales, diablitos, máscaras, ciudades abigarradamente barrocas, floras y otros asuntos quedaron reflejados por el trazo, el ojo y el pincel de este artista de prodigiosa fecundidad.

La barriada habanera del Cerro fue la cuna del pintor; su nacimiento ocurrió el 24 de febrero de 1912, es decir, hace 110 años. Vino al mundo en pleno carnaval, y con posterioridad cada cumpleaños devenía pretexto para que sus tías lo transformaran en jeque árabe, sultán de Las mil y una noches, o un simple polichinela. De ese colorido y de esa fantasía se nutrió el futuro artesano de Floras y Abanicos...

A la Academia de San Alejandro asistió seis o siete meses; no se adaptaba a la rutina, por lo que él mismo se consideró autodidacta. En 1934 expuso su primera muestra personal, en el Lyceum del Vedado; cuatro años después trabajó y aprendió en el Estudio Libre de Pintura y Escultura que Eduardo Abela creó para “hablarles a los alumnos de los materiales y del oficio, pero no para darles pautas a seguir”.

Portocarrero ejerció la docencia en la Cárcel de La Habana (1941-1943). Sobre este período comentaría —no sabemos si en broma: “También tengo influencias de algunos de los presos a quienes di clases de dibujo en el Castillo del Príncipe. Nunca he tenido otros maestros que Víctor Manuel, Amelia Peláez… a los que conocí después”.

He ahí, citados, los profesores que tuvo. Después embarcó a Nueva York, pues el Museo de Arte Moderno de esa ciudad se interesó en su obra. “Nueva York me fue pródiga en todo, menos en dinero. Al sacar cuentas de la venta, casi todo quedó para los empresarios: cincuenta por ciento de ganancias, y de la parte del pintor, deducción de gastos de montaje, inauguración, propaganda”, expresó el pintor.

Su serie de Flores y color de Cuba, pintada entre 1962 y 1963, le dio el Gran Premio Sambra de la Bienal de Sao Paulo, Brasil. A continuación, pintó Flores ornamentales y los 27 Retratos de Flora,muy bien acogidos en la Bienal de Venecia. Su obra fue tan prolífica que expresó: “La Flora se ha hecho muy popular. Al extremo de que cualquier mujer que hago la llaman Flora (…) Dondequiera que voy hay gente que me conoce y me viene a saludar. Son cosas para mí realmente incalificables”.

Con sus Retratos de Flora,el maestro regala al gran público una hermosa muestra de su arte. Sus Floras llegan al más humilde trabajador a través de almanaques, carteles, postales… Igualmente pintó la ciudad, su ciudad, como nombró uno de los óleos más conocidos. La ciudad se multiplicó en cuadros; la ciudad vista desde el exterior y a través de sus interiores. Los Carnavales integraron otra serie de alrededor de 200 obras. Además, pintó murales de gran tamaño. Sin duda, Portocarrero llegó a ser un pintor popular.

Tenía un modo muy propio de aplicar el color, desligado por completo de los dogmas académicos. Él mismo dijo una y otra vez que pintaba todos los días; de ahí su técnica y gracia irrepetibles. El ilustre crítico guatemalteco Luis Cardoza y Aragón expresó sobre su obra: “Hay tanta sabiduría en su inocencia, tanto conocimiento en su libertad, que su tierra y su cielo están en el trazo más leve y distraído de sus pinceles esenciales”.

¿Barroquista?Dejemos que el propio pintor lo aclare:

Se ha dicho muchas veces que mi pintura es barroca. Si se determinara en Cuba una arquitectura barroca, mis ciudades pintadas serían barrocas. Si realmente se evidencia en Cuba un sentimiento barroco de la existencia, mis hombres y mujeres serían barrocos. Si se llegara a la conclusión de que existe en Cuba un alma barroca que lo rige todo, yo también sería un hombre barroco. Y si, como dijera Ramón Gómez de la Serna, el barroco consiste en “un siempre querer hacer”, estaremos viviendo sin duda en un mundo enteramente barroco. Mi pintura quisiera que fuera enteramente pintura.

“Su tierra y su cielo están en el trazo más leve y distraído de sus pinceles esenciales”.

Artista laborioso y personalísimo, de estilo reconocible aun en la variedad temática. David Alfaro Siqueiros lo consideró “el más rico en elementos dramáticos” entre los pintores cubanos, y le auguró en 1943 un porvenir exitoso. No se equivocó. Las obras de René Portocarrero pueden ser apreciadas en importantes galerías y colecciones privadas, así como en las colecciones permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, Museo de Arte Moderno de Nueva York, Museo de Arte Moderno de París, Palacio de Bellas Artes de México, Museo Nacional de Arte de Varsovia, entre otros.

Viajó por Haití, Francia, Italia, Inglaterra, España, Holanda, Polonia, Bulgaria, México, y recibió condecoraciones de algunos de esos países. En Cuba se le confirió la Orden Félix Varela, y en México, el Águila Azteca. Es una de las figuras cumbres de las artes plásticas en Cuba. Murió el 7 de abril de 1985.

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