En teatro, creamos en Cuba

Marilyn Garbey Oquendo
4/2/2020

Los merecedores de los Premios Villanueva de la Crítica 2019 expusieron sus razones para hacer del teatro un oficio de vida. Rubén Darío Salazar, Raúl Martín, Carlos Celdrán, Susana Pous, Ulises Hernández y Arturo Soto, en diálogo con el crítico Norge Espinosa, revelaron las singularidades de sus poéticas de creación.

Quería compartir el viaje con los bailarines

Susana Pous, directora de Mi Compañía y coreógrafa de Infinito:

“Hasta Infinito me sentía creadora-observadora. En el momento en que comienzo el proyecto Mi compañía decido hacer una nueva puesta, sabía que marcaría un antes y un después en mi trabajo, sabía que la mirada tenía que ser hacia otro lugar. Era necesario para mí como persona y como creadora. Toda la indagación fue hacia dentro, y comencé a pensar que antes de recorrer otro camino tenía que hacer una pausa para saber más de mí, para entenderme mejor y lograr así entender lo que me rodeaba. Ese fue el principio, sin saber muy bien hacia dónde me dirigía. Casi todos los procesos de creación han empezado así, con una idea, sin tener muy claro a dónde me llevará. Empecé a leer, a compartir con los bailarines la idea que tenía, que era muy personal, pero quería compartirla con ellos para que hicieran el viaje conmigo. Se convirtió en este Infinito que continúa porque creo que lo más interesante para mí, después del proceso de creación, del resultado que se ha visto en escena, es que abrió nuevas vías para seguir.

Infinito. Foto: Néstor Martí. Tomada de Habana Radio
 

“El espacio cambia la obra, y cambia al espectador, porque no es lo mismo ver la obra en la sala Tito Junco, que fue una experiencia maravillosa para mí, que me gusta ver las cosas de cerca, incluida mi obra, aunque se vean más las costuras. Estrenamos en el Teatro Martí, que es un espacio habitual para nosotros. Luego fuimos al Gran Teatro de La Habana; fue distinto porque la distancia te permite ser espectador, el público que va allí tiene otra disposición, la sala García Lorca es como  una escenografía. También fuimos al Sauto de Matanzas —en 21 años que llevo en Cuba nunca había ido—. Fue una muy buena experiencia porque el público cambia las obras, fue sorprendente la energía del público allí, creo que están tan entusiasmados con la apertura del Sauto que hasta gritaban y se reían. El público de Matanzas es muy ávido, les recomiendo que vayan al Sauto. Para mí es muy importante el contacto del público con la obra.

Foto: Ernesto Cruz. Tomada de Radio26
 

“Estaba interesada en trabajar con la imagen, pero que la imagen no fuera externa. Hablé con Sergio Valencia y cuando me mostró su propuesta vi que tenía mucho que ver con lo que yo quería, surgió la magia en escena. Yo estudié danza y cine en Barcelona cuando era muy jovencita, así que esa necesidad de crear imágenes está ahí”.

Es una obra por encargo

Raúl Martín, director de Teatro de La Luna y de la puesta en escena de Ocurre en domingo:

“El título original de la obra es La mayoría de los suicidios ocurren en domingo.  Lo achicamos para no tener la palabra suicidio en los titulares. Es una obra por encargo, pero si no me motiva la obra no puedo asumirla. Hicimos una lectura dramatizada en la librería Fayad Jamís, de La Habana Vieja, y los actores se entusiasmaron con la posibilidad de hacer la obra, y el público asistente también. Me resultó una grata lectura y, desde ese momento, hice conexiones entre lo que dice la obra y la realidad cubana, porque esa tribu urbana que está en la obra, desgraciadamente, está emergiendo en Cuba también, es esa gente para la cual la apariencia es más importante que lo esencial, esa pareja se miente todo el tiempo para mantener un estatus. El tema era interesante, no cambiamos ni una palabra ni la ubicación geográfica de la obra: acontece en Varsovia, pero es un planteamiento universal. Una vez que decidí hacerla, tenía muy poco tiempo para trabajar porque debíamos estrenar en la Semana de Teatro Polaco, fue un montaje hecho en seis semanas. Estrenamos a fines de año, y la gente la vio al año siguiente. Hicimos funciones en la sala Llauradó, y fuimos al Festival de Manta, en Ecuador.

Ocurre en domingo. Foto: Buby. Tomada de Cubahora
 

“Hicimos una larga temporada; ahí es donde las obras crecen, donde los actores  saborean las pautas, donde aprenden a disfrutar la partitura. Utilicé recursos que habían funcionado muy bien en otras obras, como la música en vivo. Incorporé a un personaje, Alexa, que fue vital para la relación con el público, es una pianista muy talentosa. Los dos actores son jóvenes y están en un buen momento actoral, ellos son Luis Manuel Álvarez “Bangán” y Yaikenis Rojas. Me comunico muy bien con ellos, también trabajan con Teatro El Público. Ahora los actores trabajan con los directores que les gustan, no es un problema de plantilla. Casualmente se repite en mi trabajo que sea una actriz negra y un actor blanco; en Macbeth los protagónicos son negros, pero también es casualidad, no hay ningún concepto detrás de eso. Se trata de que somos cubanos, que todos caminemos por la calle sin importar si eres negro, blanco o amarillo. Convertimos la contestadora automática en personaje, tenerla es prueba de estatus, no importa que no tengan trabajo, ellos viven de la apariencia. Hay una bonita relación de trabajo entre Yaikenis y Bangán, muy buena energía. La música en vivo se justifica por Alexa.

“También la obra transcurre en una cama, me preguntaba cómo podía tener a dos actores en toda la obra en una cama, porque ellos no tienen nada que hacer. Entonces surgió la idea de la telaraña, que era muy fértil a nivel de imagen y los mantiene parados, y llegó la parte danzada, que es otro de nuestros recursos, y que surge de la improvisación de los actores. No está planificada, es una prolongación del trabajo del actor. En el montaje improvisamos los movimientos para graficar el tedio, para convertirlo en algo visual, que no fuera solo lo que se dice. La obra descansa en el diálogo, había que hacerla atractiva. Usamos los recursos de siempre, como en La primera vez, El dragón de oro, o Matrimonio blanco, que llegan a uno por encargo, pero se convierten en algo nuestro. Nos invitaron al Sauto de Matanzas y al Suñol de Holguín, pero en esos teatros no se pueden abrir huecos en el tabloncillo, y la telaraña de nuestra escenografía hay que fijarla al piso. Tal vez llevemos Macbeth.

Ocurre en domingo es la segunda obra que hacemos de esa autora. En Dominicana hice Hombres al borde de un ataque de nervios, y fe un suceso, es una comedia negra. Estoy feliz de trabajar con este equipo y de trabajar en la sala Llauradó, el equipo de ese lugar es de los equipos raros que  tiene ganas de trabajar. Hay mucha desidia en muchas salas de teatro de Cuba, y allí se trabaja con muchas ganas.

 Foto: La Jiribilla
 

“Desde que hago teatro el exceso de diálogo me molesta, quiero dialogar de otra manera y aparecieron las canciones; tengo actores que cantan muy bien, pudieran grabar un disco. En Ocurre en domingo los actores no cantan, pero está Alexa. Hice Mujeres de la Luna, hice Qué tiras al agua. Para el viaje a Ecuador montamos El amor se acaba, un cabaret íntimo, donde nos expresamos a través de la música. De Macbeth solo hicimos tres funciones; agradecemos a la sala Llauradó, que iba a cerrar y prorrogó el cierre para que pudiéramos estrenar. Esperemos que pronto abra la sala Roberto Blanco, nuestra sede, en la calle San Lázaro”.

Siempre quise escribir sobre Martí

Carlos Celdrán, autor y director de Hierro, montaje para Argos Teatro:

“Buscar a Martí forma parte de la estrategia que hemos aplicado a todas las obras que hemos hecho, que es hablar del presente, de quiénes somos, qué nos está pasando, cuál es la situación esencial de estos tiempos que nos tienen de protagonistas. Siempre estoy buscando vidas, máscaras, situaciones que nos permitan seguir reflexionando sobre ese presente que no nos permite definir qué es. Después de Diez millones, de hablar de mi familia, de mi pasado biográfico, lo que me llevó a ser como soy, como generación, a través de hechos de mi familia que podían funcionar como emblemáticos de muchas familias cubanas; pasé a encontrar la otra familia, la del teatro, mi relación con los maestros Vicente y Flora. Todo está metaforizado: qué es el teatro, qué es el intelectual, cuál fue el debate ético, existencial, estético, artístico que tuvieron esos maestros, que tenemos nosotros. Por eso fui al teatro, para de ahí volver a la realidad, a la pregunta de quiénes somos. Quiero seguir escribiendo porque he encontrado que escribir me ha permitido trabajar en algo más personal en el teatro, y me he esforzado en hacerlo. Siempre quise escribir sobre Martí, es una persona muy importante en mi vida, siempre me ha conmovido y siempre me ha alterado. Es una relación profunda de admiración, a veces cuestionadora, que nos produce ese misterio que es Martí, con una presencia que uno defiende como algo personal, pero que a veces te  imponen. Quise escribir sobre Martí como continuidad de esa saga sobre la familia, de la herencia, del legado, de la sangre, de lo que nos lleva al presente. Por eso la obra habla de hoy. No me interesa hacer una biografía de Martí, quise atrapar en esa figura contradicciones que siguen vivas.

 Hierro. Foto: Sonia Almaguer. Tomada de Cubaescena
 

“Quise investigar en la fisura que veía entre el mundo público y el mundo privado de Martí. El público del héroe, el patriota, el líder, el guía de hombres, el orador; y el mundo disfuncional de su familia, su soledad, sus desvaríos, su errancia, el no tener el hijo cerca, el buscar familias postizas, el vivir en hostales y en casas prestadas, el de sus enfermedades. La enfermedad es lo que se oculta en el mundo privado. Recuerdo que  quedé shockeado cuando en los 80 leí un libro sobre las enfermedades de Martí. Nos habían escamoteado las enfermedades, el dolor de Martí. Siempre me llamó la atención su obsesión con la muerte; yo creía que era algo romántico, pero era algo cotidiano, sufría fuertes dolores físicos. De Martí nos imponen el lado público, que él cuidó mucho en las fotos. El teatro podía atrapar esa contradicción y representar a Martí; hay una gran impotencia para representar a Martí, hay un tabú, no lo concebimos. La estrategia fue convertir a Martí en un personaje, y para que haya un personaje tiene que haber contradicciones, y la más grande de Martí es la que sucede entre lo público y lo privado. Otro tema que me importó tratar lo encontré en Lezama: el de la página arrancada al Diario de Martí, donde se habla del encuentro con Gómez y Maceo en La Mejorana. Leí el Diario buscando esas contradicciones entre ellos, que también las han ocultado; esa diferencia entre el pensamiento civil y el pensamiento militar que venía del año 1968. Ese es otro legado de Martí: la necesidad del diálogo, de la comprensión, la urgencia de que los cubanos superen la batalla contra el que piensa distinto, que superemos la cultura del odio, que era lo que más odiaba Martí. Eso está en la obra.

Foto: Perfil de Facebook de Abel González Melo
 

“Algo importante fue leer la biografía de Jorge Mañach y encontrar el pasaje en que alguien lo quiere envenenar, y cómo Martí, tras larga conversación con el presunto asesino, lo perdona; y luego ese hombre alcanza el grado de capitán en el Ejército Libertador. Ese hecho me conmovió más que los grandes pasajes de su vida. Ahí está encerrada la fuerza de una personalidad sobre la otra, que para mí es un tema en Diez millones con la influencia de mi madre. Me conmueve el estoicismo de perdonar a quien lo hiere. El perdón es un tema, si no aprendemos a perdonarnos nunca construiremos una nación.

“Tuve que estimular a los actores con algunas lecturas de poemas y cartas. Les parecía que ese texto no era la vida de Martí porque era una aproximación muy personal. Recuerdo el día que leímos la carta de Martí a Céspedes, era una contradicción ver que ese hombre tan débil le escribía a un general diciendo lo que pensaba, sin miedo a nada. No hay una frase de Martí en la obra para evitar caer en lugares comunes. Los actores leyeron su poesía, los diarios, el testimonio de gente que lo conoció. Fue muy emocionante el proceso, nos hizo muy martianos”.

Me alegra que la gente de teatro se encuentre para dialogar

Oficio de isla. Foto: Tomada de Cubaescena
 

Arturo Soto, integrante del equipo creador de Oficio de isla:

“No había participado en un encuentro como este, entre críticos y creadores. Eso no pasa en el cine cubano, por eso me alegra que la gente de teatro se encuentre para dialogar. Nosotros hicimos una puesta en escena en la que el público debe seguir la acción como si estuviera en una cancha de tenis. Me alegra haber escuchado a Carlos Celdrán hablar de Martí porque Martí está muy presente en Oficio de isla. Me ha sorprendido ver a tanta gente joven entre los espectadores, los jóvenes actores de la obra no conocían la época en que se desarrolla la obra. Tuvimos encuentros con estudiosos del tema, como Víctor Fowler. Tenemos una visión maniquea de ese momento histórico, son años convulsos, de muchas contradicciones. Hemos tenido rebotes de todo tipo, ha habido muchos intercambios, los espectadores han sido muy activos intelectualmente, y eso es bueno. Estamos invitados a Mayo Teatral, a Traspasos escénicos, iremos a Holguín, a Bayamo, a Matanzas, a Pinar del Río, e iremos al Festival de Teatro de Camagüey.

“Silvio [Rodríguez] vio la obra y, por suerte, le gustó la forma en que interpretamos su canción, es una habanera muy difícil y tuvimos que bajar el tono porque no todos los actores del espectáculo cantamos bien”.

Foto: Tomada de Cubaescena
 

Queremos que la música se mezcle con el teatro

Ulises Hernández, del Lyceum Mozartiano de La Habana, es el director general de La clemencia de Tito:

“Hacemos el Festival Mozart en La Habana, que no solo se dedica a Mozart,  pero su figura es un pretexto porque para todos los instrumentistas Mozart es una gran escuela. A partir de ahí, diseñamos el Festival. Unirnos a otras disciplinas artísticas ha sido siempre de gran interés para nosotros, que la música se mezcle con el teatro es un deseo. La clemencia de Tito es, realmente, la última ópera que escribió Mozart; la música tiene toda la madurez de ese compositor que murió joven, toda su genialidad está en esa obra, motivo suficiente para presentarla en escena. La Fundación Mozarteum de Salzburgo quería hacerla en coordinación con nosotros. Hacer una ópera en Cuba es difícil, es un género que está muy débil entre nosotros, no está en su mejor momento, por eso hay que aunar esfuerzos: cantantes, instrumentistas, directores artísticos, guionistas, bailarines y diseñadores.

La clemencia de Tito. Foto: Enrique (Kike) Smith
 

“La obra tiene como tema el perdón a la traición, tema muy inquietante para abordarlo hoy porque es una inquietud universal, es un asunto humano. Quisimos darle un toque cubano porque el proyecto nació en Cuba, era parte de la complejidad del proyecto. A la música de Mozart le incorporamos temas de los cubanos Jenny Peña, Guido López-Gavilán y Calixto Álvarez, porque venía a colación aterrizar ese argumento en nuestro contexto. Nos acercamos a Carlos Díaz para que, con esa manera que tiene de ver el teatro, de jugar con la visualidad, colaborara a aterrizarlo en Cuba. Incluimos la coreografía de Norge Cedeño. Vimos otros montajes más atrevidos que el nuestro, y lo hicimos a partir de nuestras condiciones de trabajo. El asunto de unir tantas disciplinas exige un gran presupuesto, la ópera es un arte caro. Para el vestuario llamamos a Celia Ledón, quien hizo un gran aporte al montaje. A partir de la propuesta de Carlos Díaz y de la música recreamos los aportes africanos a nuestra cultura. Norge Espinosa, desde el guion, cubanizó muchos términos de la obra para que se comprendiera mejor, también hizo algunos cortes en los recitativos que se convirtieron en textos para ser hablados. Los cantantes eran como estatuas, entonces los bailarines interpretaban las coreografías.

Foto: Tomada de Habana Radio
 

“Llegamos al Gran Teatro de La Habana para el estreno en plena coyuntura con el combustible. Había que parar a las 11 de la mañana. Entramos el martes para estrenar el viernes, pero había voluntad de trabajar y estrenar. Todo el mundo puso el extra, hubo apoyo para comprar las telas. El estreno fue el ensayo general, salió bien porque todo el mundo tenía ganas de trabajar. Agradezco al colectivo del Lyceum Mozartiano de La Habana. Queríamos que el público conociera la música inmensamente hermosa de Mozart. La orquesta tuvo un lugar protagónico: habitualmente se coloca en el foso, pero esta vez estaban situados en el escenario. Todos fueron protagonistas. Hay que agradecerle a los coros, al del ISA y a la Schola Cantorum Coralina. Todo fue pensado para que sucediera en Cuba en el siglo XXI. La ópera fue muy fuerte para los cantantes, dura dos horas y media.  Ellos cantaron tres días seguidos, cuando deben descansar un día. Tenemos muchas expectativas por ver cómo nos recibirá el público del Kennedy Center con este concepto de ópera hecho en Cuba”.

En mi sala, el público verá teatro de arte

Rubén Darío Salazar, director de Teatro de Las Estaciones:

“Cuando el grupo cumplió 15 años estrenamos las obras Federico de noche, (Lorca), Una niña con alas, Dora Alonso y Por el monte Carulé (Bola de Nieve). Cuando cumplimos 20, hicimos Cuento de amor en un barrio barroco, con William Vivanco y la Orquesta Faílde; El paseo de Buster Keaton, de Lorca. A los 25 años se abrió la Escuela Carucha Camejo, me nombraron director del Guiñol Nacional, que es un teatro en ruinas, y volvieron a elegirme como representante de la UNIMA en Cuba.

Foto: Sergio J. Martínez Villalonga
 

“Tengo un grupo de actores con edades que oscilan entre 19 y 60 años. ¿Cómo hacer una obra donde converjan todas las generaciones y que se corresponda con lo que quiero hacer? Tenía una historia muy personal con Teresita Fernández, pero no pudimos aterrizar nuestros deseos. Una vez fuimos a visitarla en su casa de la calle Clavel, cuando salimos,  al Lada en que fuimos le habían llevado las gomas. Le dije que quería llevarla al Sauto y se asustó: a mí no me gustan los grandes teatros, prefiero cantar en espacios naturales. No fue al Sauto, pero luego fue a Matanzas y cantó en el Seminario Evangélico. Entendí que era así y así la disfruté. A los 25 años de Teatro de Las Estaciones quería volver sobre Teresita Fernández. En las calles de Matanzas se hacían competencias de niños bailando reguetón. Hice una investigación para saber cuántas veces se pone a Teresita en la radio.  Solo se pasó cuatro veces; 40 Liuba María, 80 Rosa Campos, y 110 Lidis Lamorú. Teresita habla de cosas de las que ya los niños no hablan, deberían estudiarla en la primaria. Llamé a Elvira Santiago para que hiciera los arreglos para un quinteto de cámara: piano, oboe, chelo, violín, guitarra. Teresita es un clásico, y le vino como anillo al dedo a Zenén, que hace rato quería hacer teatro con la basura. Durante seis meses la mesa de trabajo de Zenén estuvo llena de basura, de donde salían los personajes. La temporada duró cuatro meses, con mucho público.

Todo está cantando en la vida (Un recital de afectos para Teresita Fernández). Foto: Sergio Jesús Martínez.
Tomada de Juventud Rebelde

“Grupos como Argos Teatro o Teatro de La Luna son reductos espirituales, espacios que debemos preservar para que el público sepa que allí encontrará otro tipo de música, otras propuestas estéticas, otros planteamientos éticos. Hace poco Leo Brouwer dijo: cuando se cansen de toda la vulgaridad, volveremos a la cultura. Quiero esperar ese momento trabajando, con un público que sepa que en mi sala verá arte. Ahora mismo trabajo con Rochy Ameneiro en un proyecto de música contemporánea para niños. El niño necesita otra sonoridad y otra visualidad, por eso el vestuario de la obra es bordado a mano. Teresita tenía en su casa un busto de Martí y una foto de Jesucristo. Me dijo: “¿Sabes por qué los quiero? Porque no cobraron derecho de autor”. Tenemos una sala, un grupo, un público, y compromisos artísticos, sociales y económicos que cumplir. En agosto haremos un evento para indagar qué sueñan, qué piensan, qué quieren los niños cubanos para la literatura y el teatro, y reuniremos a los autores  contemporáneos más importantes.

“Los Camejo llevaban al Guiñol Nacional, en agosto, a los mejores espectáculos del país. Los grupos trabajaban para estar en el Guiñol. Era la manera de compartir con los maestros, de presentarse en una sala con todas las condiciones. Cuando se restaure la sala no habrá compañías allí. Se rescatará para que allí se presente lo mejor del teatro de figuras del país. Tendrá objetivos pedagógicos, será museo. Quiero que sea un lugar de referencia como lo fue con los Camejo”.