Ahora, solo recuerdo… Recuerdo… Mis hermanos Camilitos, que están aquí… los Camilitos de Ucrania (mi primera Universidad – Lvov), y por supuesto, el Instituto Superior de Arte, la segunda.

Mi inolvidable profe Tajonera, la Dra. Pogolotti, el Grupo “Salamanca”, Lino Betancourt, Sonia Pérez Biotti… Aquí nacimos —La Colmena—, junto con Vocal Sampling, las Brigadas Serranas y de Arte y Campismo, Alpízar, Penalba y Boada, Raquel Carrió, la Universidad al campo en Nueva Paz, Janet Rodríguez del Sol, Yamél Romero, Pellón, Chupita —era el que ponía el audio en esta y todas las actividades—, inolvidable, los estudiantes le decíamos “Silvio Rodríguez”, porque era una suerte de caricatura de Silvio, en modo más viejito.

Berta Martínez, mi otra Madre…

“Sirvan de abrazo esas palabras hurtadas a un Amigo Mayor, que es quien me ampara; porque no me cura de delirios, ni arrebatos”.

Cuando, por esos pasillos, los iglús de ladrillos rojos de mi Facultad de Artes Escénicas, “Jugábamos a Dios, con tiza, pizarrón y escuela… sin reparar en ser felices… y saltábamos al sol, sin tiempo para cicatrices… sin horas, ni lujos… gigantes… divinos… al aire, y además con trinos… Ahora que se fue el tiempo bienaventurado…Los invito a conocer de nuevo un corazón alado… modesto, gastado, que al volver a verte —Instituto Superior de Arte— ha recordado ser… un dios enamorado…

Sirvan de abrazo esas palabras hurtadas a un Amigo Mayor, que es quien me ampara; porque no me cura de delirios, ni arrebatos.

Y a mi abuelito Raúl, que era el administrador de los cines de Santos Suárez: Mara y Los Ángeles… y me coló a ver, con 8, 9 y 10 años, muchas películas esenciales que me formaron, y que entonces eran “Aptas para mayores de 12 o 16 años”… Y a mis dos niñitas, Camila —hoy directora de una escuela, como yo; pero en Tampa, donde nuestros abuelos hablaron con Martí—; y María, que es junto a Cami, mi artista preferida.

“Y mi recuerdo especial y muy agradecido a mi otro padre: Fidel… y a Raúl, los máximos responsables
de que yo estudiara en esta universidad”. Fotos: Tomadas de Cubarte

Y a Mami —doña Iraida Malberti—, que está sentadita ahí… y a Papi, que está a su lado. Me llamo como Él. “Brotará de la sangre, ternura, inocencia y espejos, donde irán a correr travesuras, nuevos niños y viejos. Servirá de señal, cada huella de las horas felices, se sabrá tanto de las estrellas, como de cicatrices.

Cuando escriban la vida los buenos, al final vencedores; se sabrá que no usamos veneno, como aroma de flores”.

Y mi recuerdo especial y muy agradecido a mi otro padre: Fidel… y a Raúl, los máximos responsables de que yo estudiara en esta universidad… y a Cuba y su tremenda Revolución, porque, como nos esclarece Martí, y me recuerda siempre mi amigo Agustín Lage: “Nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él, su pueblo”.

Ahora mismo, como casi todos saben, La Colmenita anda en una nueva aventura que nos ha cambiado 180 grados, nuestro Camino de Vida… Además de seguir haciendo lo que hacíamos, la Patria nos ha convocado a sembrar y multiplicar nuestra forma de hacer: en cada aula, cada escuela, cada fábrica, cada unidad militar, cada institución… a través del nuevo Movimiento Educativo Colmenero “¡Martí sigue llegando a mi casa!”. Aventura que me acerca más a mi ídolo infantil: Tom Sawyer… y ando con mi Becky Thatcher- Liset… y mi equipo liderado por Huck “el Guille” Finn… para meternos en la cueva…

Cada vez que aparece una cueva, que se nos antoja grandota, nos aparece un texto Elegguá, que casi siempre ha sido de Silvio… pero esta vez fue de un hermano en Martí, villareño, Yamil Díaz Gómez, que se llama “Lluvia”, y que resume todo, o casi todo lo que hemos soñado e intentado con La Colmenita… y lo voy a leer por primera vez a mis niños, en presencia de todos los otros niños, de todas las edades, que ocupamos esta magna sala. Se llama “Lluvia”… Y dice así:

“Escucha: eres el único que falta en nuestro ejército de niños…

¡Silencio! Ten cuidado. Papá y mamá no deben enterarse de tu riesgosa misión. Fíjate bien: que no haya nadie cerca…

Como todo soldado tienes que respetar un reglamento, el nuestro es el siguiente:

REGLA NÚMERO 1

Liberar cuanto pájaro enjaulado aparezca en tu zona de operaciones.

REGLA NÚMERO 2

Juntarte al menos una vez por semana, con el resto de tu escuadra, para ver a quién pueden hacerle un Bien.

REGLA NÚMERO 3

Traer siempre, entre tus manecitas de hombre fuerte, una flor para tu amiga… y viceversa…

Si has aceptado el reglamento, podemos explicarte la Misión… O mejor, empecemos por el principio.

Había una vez —hace muchísimos años— un niño que se llamaba José Julián, y le decían Pepe.

Su papá, lo quería mucho y lo llevó a pasar una temporada, en un lugar conocido como Hanábana.

Pepito era más o menos como tú, aunque en aquellos tiempos no existía ningún ejército de niños. Tenía un gallo fino y —cuando cabalgaba por la comarca— era feliz… y hablaba con la lluvia.

Aunque eso sí, no olvidaba a su mamá, doña Leonor, quien se quedó en La Habana. Por eso le escribió aquella cartica, donde le decía: “Todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo… y engordarlo como un puerco cebón… ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado, para que marche más bonito”.

Pero, ni lo imaginas, hay una cosa terrible que le ocurre a casi todo el mundo. Llega un momento en que uno se rompe en dos. Una mitad se llama Niño y queda en El Pasado, mientras la otra… sigue andando por ahí.

Casi siempre sucede por culpa de uno que no tiene fe en su tierra.

Esa cosa tan triste le ocurrió a Pepe en Hanábana. Aquel villorrio estaba lleno de seres sin fe. Seres que andaban por la Tierra con su látigo y su cepo.

Pepito vio una vez un bocabajo… ¡Ay!, cada latigazo picaba en dos mitades a Martí. Tanto que, cuando don Mariano regresó a La Habana, el que iba a su lado era ya, casi casi, un hombre triste. Es que la otra mitad se quedó para siempre… en aquel rinconcito de El Pasado.

La Patria nos ha convocado a sembrar y multiplicar nuestra forma de hacer: en cada aula, cada escuela, cada fábrica,
cada unidad militar, cada institución, a través del nuevo Movimiento Educativo Colmenero
“¡Martí sigue llegando a mi casa!”

José Julián se fue entonces por la Tierra. Por todas partes halló seres sin fe que hacían cosas terribles, y —por eso— los niños se partían en dos.

A él, esos sin fe en su tierra, lo mandaron a la cárcel y lo echaron de la Patria. Sin embargo, Martí nunca, nunca… olvidó su otra mitad.

Así fue por el mundo y, cada vez que conquistó a una novia, oyó cantar a un gallo fino. Y cuando se sentaba, pluma en mano, y escribía horas y horas sin levantar la vista del papel, oía… el trote de ese caballo suyo, que quedó en El Pasado.

Y, cuando daba un discurso, sus palabras se convertían en una especie de alazán desbocado, al que no había modo de enfrenar…

¡Pobre Martí! Se extrañaba a sí mismo.

Por si un día Pepito regresaba, escribió las historias de Nené Traviesa, y de Pilar, y de Bebé y del señor Don Pomposo… Pero ¡qué iba a volver, en este mundo lleno de seres, sin fe en su tierra!

Por eso organizó —poquito a poco y en silencio— aquel ejército suyo, para que todos los mambises recuperaran su mitad perdida…Y se montó en un bote, y regresó a la Patria. Y trajo en su mochila un mapa de El Pasado, para buscar a Pepito y ser feliz el resto de los días.

¡Ay!, volvieron entonces los seres sin fe, le dieron tres balazos y le robaron su valioso mapa…

Hoy, dentro de una caja de metal, entre un ramo de flores y una bandera, están guardados los huesos de Martí.

Pero —no se lo vayas a decir a nadie—, él no está en esa tumba.

Lo que te vamos a confiar ahora es un alto secreto militar: Martí vive en la lluvia. Siempre que llueve sobre Cuba, en cada gotica, cae Martí…

Es que viene buscando su mitad perdida…

Por eso se nos ocurrió lo del Ejército de Niños. Secretamente planeamos la Misión. ¡Solo nos faltas tú!

“Sin embargo, Martí nunca, nunca… olvidó su otra mitad”.

En cuanto rompa el próximo aguacero, sal al patio, sin que papá te vea.

En un lugar de la lluvia estará Martí, mirándote…

Tú serás uno más en este Ejército.

Así que ya lo sabes: si liberas cuanto pájaro enjaulado aparezca en tu zona de operaciones; si te juntas una vez por semana con tu escuadra, para ver a quién pueden hacerle un bien; si traes siempre, entre tus manecitas de hombre fuerte, una flor para tu amiga, Martí será tu otra mitad.

Y escucharás cantar a un gallo fino. Y cruzarás la lluvia. Y andarás a caballo… Pero eso sí: no olvides enseñarlo a caminar enfrenado… para que marche más bonito”.