En verano… como en todo el año

Yuris Nórido
31/8/2017

Ya se sabe lo difícil que es armar una programación especial para el verano, cuando se supone que buena parte de las familias descansan, disfrutan de sus vacaciones. Titánico esfuerzo, si tomamos en cuenta el diapasón tan grande de demandas.

No se puede hablar de “un” público para la televisión, homogeneizar aquí no tiene sentido: hay casi tantos públicos como espectadores. Y en Cuba, por el momento, mucha gente tiene a la televisión como su principal medio de entretenimiento e información.


Entre los programas humorísticos, ninguno supera a Vivir del cuento. Foto: granma.cu

 

Más en el verano. Al menos los niños, los adolescentes, los estudiantes tienen más tiempo libre. Y el concepto de asueto para no pocos cubanos se reduce a quedarse el día entero frente a la pantalla; así que ya se ha hecho tradición que durante estos meses nuestros canales ofrezcan sus mejores propuestas.

En teoría. Porque la programación de este verano no va más allá (salvo puntales espacios) de una funcional medianía. Hasta el punto de que uno podría preguntarse: ¿qué tiene de especial?

Entre lo mejor: como casi siempre, el cine. Estrenos cinematográficos ha habido muchos… aunque los hay durante todo el año. Es de agradecer ese esfuerzo por mantener opciones disímiles para disímiles gustos.

Hoy pocas televisiones públicas del mundo pueden presumir de programar tanto cine… y mucho menos cine tan bueno y actual, como el que presentan algunos de nuestros espacios especializados, algunos de los cuales se transmiten solo durante esta etapa.

Lo más endeble: la programación dramatizada nacional. Es cierto, hay nueva telenovela cubana en la franja estelar de Cubavisión, pero el estreno tuvo una particularidad: regresó el polémico (y en nuestra opinión desacertado) esquema de alternancia con la telenovela brasileña.

Mezquino parecerá establecer comparaciones entre las dos producciones, así que no lo haremos. Solo insistiremos en algo que con toda seguridad saben los programadores de nuestra televisión: una telenovela (al menos como las asumimos en América Latina) está concebida para una frecuencia diaria. Poner día por el medio alarga demasiado la trama y dificulta su comprensión.

Eso se ha dicho (y se ha demostrado) tantas veces que ya llueve sobre mojado. Se esgrimen problemas de producción y se afirma que no nos podemos permitir la ausencia de una telenovela cubana de estreno en la parrilla, por eso hay que alargar la que se transmite… como si de todas formas no hubiéramos estado varios meses solo con la brasileña.

Unitarios de estreno, muy pocos. La gran mayoría de los teleplays fueron de reposición, una vez más por la incapacidad de la productora.

Sobre los problemas de los dramatizados hechos en Cuba queda mucho en el tintero. No son solamente de recursos, como pudieran pensar algunos: son también de concepto. Tema para próximos comentarios.

Lo que debería ser el plato fuerte del verano, la programación musical y humorística, mostró altibajos. RTV Comercial ha desplegado un verdadero arsenal, que ha incidido positivamente en el estándar de calidad en la factura de los programas que produce.

Ciertamente, la visualidad de todos los espacios está muy por encima de la media de nuestra televisión. Pero no todas las propuestas convencen por sus dinámicas: si bien Sonando en Cuba y La Colmena TV cumplen con buena parte de las expectativas, Somos familia, el tan ansiado “gran show” de los sábados, resulta un tanto tedioso.

Hay un debate sobre la pertinencia de reproducir esquemas internacionales (mercantilistas y frívolos, según sus críticos) cuando hacemos programas de concurso y participación. Ciertamente, se ha copiado mucho, y no siempre lo mejor. Pero el formato no define esencialmente los valores de un programa, sino la manera en que se aprovecha ese formato.

Entre los humorísticos, ninguno supera a Vivir del cuento… El humor cubano en televisión tiene demasiadas deudas acumuladas. ¡Urge una renovación!

Los espacios educativos, de orientación… más de lo mismo. Esas miniseries documentales históricas, por muy necesarias que sean, hay que repensarlas. Desde la realización (por muy vanguardistas que pudieron parecer algunas) hasta el concepto, la manera de narrar.

Más que puntuales acercamientos por efemérides y aniversarios cerrados, la televisión necesita hace mucho un buen programa de promoción y análisis de la historia, que emule en atractivo con los que facturan los grandes canales internacionales (que suelen tener lagunas históricas, por cierto).

Por último, los niños fueron otra vez privilegiados: por falta de “muñequitos” y otros programas infantiles no pudieron quejarse… aunque la mayoría fueron extranjeros.

Nuestra producción de dibujos animados está lejos de cubrir las necesidades… y no abundan programas cubanos para niños que trasciendan el didactismo ramplón o la ñoñería.

A la televisión cubana le han aparecido competidores que hace años eran impensables. El monopolio casi absoluto de la propuesta audiovisual ya no existe. El panorama es complejo. El reto es preservar (o lograr, en algunos casos) la legitimidad ante un público que tiene cada vez más opciones.

El único camino es la calidad. Para nadie debería ser un secreto: hay miles de cubanos que solo ven la televisión nacional cuando hay un ciclón… O en tiempo de Olimpiadas. De ahí que una programación veraniega contundente, inclusiva, atractiva y coherente no sea un lujo, sino una necesidad.