Enrique (Kike) Martínez: la poesía dibujada

Jorge R. Bermúdez
18/1/2019

Una nueva pérdida han sufrido las artes plásticas y gráficas cubanas: el pasado martes falleció Enrique Martínez. Kike, como le llamábamos, fue uno de nuestros talentosos ilustradores y gráficos de la segunda mitad del pasado siglo. Graduado de artes plásticas en la Escuela Nacional de Arte, perteneció a la primera promoción de artistas formados bajo el signo de la Revolución cubana. A diferencia de la mayoría de sus compañeros de estudios, Enrique encaminó y desarrolló su vocación creadora en el campo de la comunicación visual, en particular, en la ilustración de libros y el diseño gráfico. El momento no podía ser más propicio: corría la década del 70 y el boom de la gráfica cubana alcanzaba el más alto reconocimiento a nivel internacional, en particular el cartel de cine y el político, medio este último al que aportó varias piezas emblemáticas, dentro de la producción auspiciada por la producción de la OSPAAAL (Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina).

Enrique Martínez Blanco, destacado diseñador gráfico cubano. Premio Nacional de Diseño del Libro, 2015.
Foto: Ecured

 

En tanto, el desarrollo editorial iniciado con la creación del Instituto Cubano del Libro (1968), tuvo en él a uno de sus ilustradores y diseñadores de mayor proyección estético-comunicativa. Su original estilo y maestría en la realización, a tenor con una imaginación que, a veces, desbordaba la fantasía propia de los contenidos literarios asumidos, complementándolos y enriqueciéndolos, lo ubican a la vanguardia de lo hecho entonces en la ilustración de libros para el sector infantil y juvenil. Estas experiencias las compartió con las nuevas generaciones de diseñadores, al asumir la condición de profesor contratado en la Escuela de Diseño del Consejo Nacional de Cultura, donde volvimos a compartir intereses académicos y artísticos por espacio de un quinquenio.

A inicios de los noventa, Enrique se estableció en México. Me parece que fue ayer cuando, en una de las visitas que hice a este país hermano, nos hicimos varias fotos al lado de una pirámide prehispánica de la región de Pátzcuaro. En otra, aparecemos con un grupo de diseñadores cubanos de paso por Ciudad México. Para el zoológico de esta ciudad realizó carteles de una indescriptible belleza, donde fusionó ilustración y diseño gráfico, así como particularidades de distintas especies de animales, legándonos piezas únicas en esta temática, como el avestruz con garras de león. Tales carteles me motivaron a escribir un poema que titulé Imposiblemente posible, y cuyos versos finales cito hoy para él: De aquel bestiario de ilusiones, / de sueños, / aún tengo su nostalgia: / un día cualquiera del mundo / el hombre podrá amanecer. [1]

Cartel para exposición de Kike Martínez en la UNEAC. 2015: “Descansa en paz, Maestro. (…)
tu obra tiene un espacio seguro en la historia de la cultura visual cubana de todos los tiempos”.

 

En 2015 nos reencontramos en los jardines de la UNEAC, con motivo de recibir el Premio de Diseño Gráfico Eduardo Muñoz Bachs, que otorga la Sección de Artes Plásticas de dicha institución cultural. El abrazo fue espontáneo, de amigo de viejos y no tan viejos tiempos… Aquella tarde pensé recordarle su interés por ilustrar mi poemario Alma América (Gente Nueva, 1992), cuya primera edición, a inicios del período especial con su escasez de papel, había sido publicado como un clásico “ladrillo”, como suele decirse en la jerga de los gráficos a un libro que pide ilustraciones y termina siendo puro texto, por causas ajenas a la voluntad del autor y del editor. Pero el ambiente festivo, la conversación amena entre colegas, me sugirieron dejar el recordatorio para otro momento. Ni por un segundo me pasó por la mente que no lo volvería a ver.

Descansa en paz, Maestro. En algún momento nos volveremos a ver. En tanto, puedo afirmarte que tu obra tiene un espacio seguro en la historia de la cultura visual cubana de todos los tiempos.

¡Hasta la Gráfica Siempre!

 

Notas:
 
[1] Jorge R. Bermúdez. Las ramas del fuego. Ediciones UNIÓN, 2011, p. 48.