Ensamblando sueños

Jorge Fiallo
31/10/2017

El taller Juegos y juguetes: miradas multidisciplinarias sobre su práctica social en Cuba, organizado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, aunque duró tres cortos días, sus efectos se prolongan ahora con la compilación para editar en libro las ponencias presentadas por especialistas de tan diversas esferas del saber y el accionar socio-cultural, que al neófito pudiera asombrarle cuánta seriedad exige el tema de los juegos.

Antropólogos, sociólogos, pedagogos, sicólogos, informáticos, teatristas, artesanos… estudiosos e innovadores de todo tipo sumaron experiencias y saberes, desde la inaugural revisión conceptual del MSc. Rodrigo Espina; o el tema de los juegos tradicionales con el que la Lic. Caridad Santos tributara al Atlas de la Cultura Popular Tradicional desde los años `70; O el aporte del juego al enseñar idiomas probado en la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana; o la propuesta de tipología para estudiar el juguete artesanal, de la especialista Raymalú Morales, que ahora da continuidad al empeño con la edición del referido libro y convocando al taller Juguetes tradicionales cubanos: realidades y contextos en los primeros días de octubre.

Lugar memorable ocupa el tema tratado por Manuel Rivero, la identidad en las ciencias naturales, que ilustra con ágil oratoria, por poner un ejemplo, lo absurdo de incluir en dibujos y animados sobre nuestra prehistoria especies que no poblaron el paisaje antillano. Las MSc. Noralydis Rodríguez y Anabel Lozano, de la Escuela Nacional de Salud Pública proponen materiales educativos en la aprehensión del género en infantes. La intersección con las tablas se manifestó con el concurso infantil de juguetes del Teatro La Proa, y una puesta del Teatro de Muñecos Okantomí en juegos imaginativos de ritos, músicas e instrumentos artesanales evocando libremente el conflicto de grupos aborígenes amenazados por la depredación de compañías del Imperio.


Hacen faltan más muñecos que afinquen a los niños con nuestra identidad cultural. Foto: Cubadebate

 

Pero un alerta esencial dieron especialistas del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología: la licencia en su Registro Sanitario de Juguetes se concede con el más riguroso examen para no exponer al niño a nada que lo dañe química, biológica o físicamente. Batalla para que importadores, industriales y artesanos nacionales hagan suyo el propósito, aparte de no admitir materias primas con otro uso previo, recicladas.

Sin embargo la mayor expectativa, apenas descrito el programa del evento, la acaparó el pionero Nelson Ortiz Salceiro del Municipio Caimanera, provincia Guantánamo, que con sólo 14 años vino a presentar su trabajo El ensamblador de sueños. Título de honda metáfora, nada alejada de lo concreto: él dobla y ensambla piezas de papel y cartón en el estilo origami  japonés que un amigo le enseñó y lleva varios años empleando su tiempo libre en ese modo sano, que ahora él promueve entre personas de toda edad, y participar en este evento fue un paso más allá. Habla este hombre-niño con quien se invierte el aforismo: es un niño que lleva ya un hombre adentro:

 [El origami] me  ha  desarrollado mucho más mi imaginación, […] pensar mejor, calcular con  más rapidez, estar más tranquilo, en fin llevar mis sueños a la realidad […]; además he enseñado a mis compañeros a confeccionar algunas piezas  y se comportan mejor en el aula…

…estos juguetes nos ayudan a tener una mejor salud porque los videojuegos son bonitos y nos entretienen; pero afectan la visión, y alteran los  nervios porque la  mayoría son de guerra, carreras de autos que hay que estar sentado varias horas frente a la computadora o table y casi siempre estamos  jugando solos…

A todos nos pone a pensar. Y replica un promotor de buenos videojuegos cubanos: no todos implican soledad ni crispan los nervios, tópico debatido en el mundo.

Sobre el mismo tema aportó la británica Miranda Lickert, quien desarrolla una tesis doctoral sobre el videojuego en la provincia Granma, no desde el gabinete sino andariega por lugares como Bayamo, Bartolomé Masó, Buey Arriba, El Caney, Niquero…; ella opina que con una historia patria tan importante en su territorio, entre los granmenses hay desconocimiento y aunque cierto fatalismo, no solo geográfico, golpea infraestructuras, transporte, que ni el turista llega fácil, sin embargo se mantienen permanentes las colas en los Joven Club de Computación.

Pero un tema planteado generó muchas inquietudes: ante la baja natalidad y el envejecimiento en Cuba, y a pesar de que el refranero sentencia que el niño nace con el pan bajo el brazo, es una quimera para la inmensa mayoría responder a las necesidades de un hijo (aparte del artículo de goma o plástico que incluye la canastilla)… y lo que viene después.  

Desde la sociología la MSc. Eneicy Morejón señaló, como parte del tema Políticas comerciales del juguete en Cuba, lo relativo a sus precios en las tiendas recaudadoras de divisas. Y junto a tan sensible tópico se echa de menos, como apuntó Rodrigo Espina, al muñeco que afinque al niño en nuestra identidad cultural, como dice, un Elpidio Valdés sobre Palmiche, en lugar de Batman, Barbie… También alguien contó, sin más precisión —que la merece—, de algún juguete que en la prensa de otro país leyó cómo se retiró del mercado por dañino y aquí se seguía vendiendo.

Rememoro el reportaje de Yuniel Labacena Romero, Lo que cuesta jugar (I y II), publicado en el Juventud Rebelde digital desde el 27 de mayo, y recomiendo encarecidamente. Admiro ese periodismo de indagación que cuestiona desde ángulos, momentos, personas y opiniones diversas, no con ilusoria “objetividad”: toma partido, el de lo justo, y con persistente empeño.

Sobre la importación de juguetes y sus precios recoge la opinión de Karyna Fernández Ferrer, Directora adjunta de Compras y María Eloísa Cabrera, Jefa del Grupo de Clientes y Comunicación, quienes refieren que “los controles para importar los juguetes son muy rigurosos. Es muy importante ver si el producto puede ocasionar inflamabilidad, toxicidad u otros peligros. Estos trámites, que también deben realizarse en el lugar de origen de los artículos, en ocasiones pueden encarecerlos sensiblemente (negritas mías, JF). En este sentido, dentro de toda la gama de productos de importación, los juguetes quizá son los que más requerimientos tienen que cumplir”.

¡Vaya! pero eso lo hace aquí, como escuchamos en una de las ponencias, el Registro Sanitario de Juguetes del Instituto Nacional de Higiene… cuyas especialistas contaron que en 2016 sus expertos evaluaron 1572 juguetes. ¿Por qué se paga ese servicio en el extranjero? ¿Confiamos más en la prueba que hagan allá, donde alguien está particularmente empeñado en vender algo?

Recuerdo también cómo en 1988 el mismo centro Juan Marinello, bajo la consigna “El arte de empezar temprano”, reunió a empresarios y funcionarios requiriendo soluciones nacionales en la producción de juguetes y medios para la música y la plástica en la enseñanza general. La respuesta que dieron: no podrían cumplir sus planes, menos un extraplan. En esta nueva vuelta de la espiral —28 después—, aquellos no estuvieron, pero se destacó la necesidad de contar con su conocimiento de causa y, si procede, su poder de decisión, porque un debate sólo de especialistas, que puede arrojar mucha luz, no basta para llevar las ideas a la práctica.

Hagamos pronto más talleres sobre juguetes, todos los necesarios y con todos los que puedan aportar enfoques o soluciones porque, como puede verse, ya estos juegos no son de niños.