“Yo soy un escritor de mi tiempo. Escribo el presente, y una de mis funciones como escritor es tratar en lo que pueda de enriquecer la vida espiritual de mi pueblo e incidir en la problemática de donde yo vivo. No me interesa la posteridad, quiero dejar mi huella ahora”, respondió Eduardo Heras León a la crítica y editora uruguaya Ana Inés Larre Borges en una entrevista publicada en el semanario Brecha, de Montevideo, en 1987, incluida en el libroEduardo Heras León en el aula inmensa de la vida, compilación y selección de Yunier Riquenes García publicada en 2018 por Ediciones La Luz, sello de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Holguín.

Precisamente las huellas de Heras León –el Chino Heras, el autor de libros clásicos en la cuentística cubana, el editor, el periodista, el profesor de generaciones de narradores jóvenes, el fundador, el hombre leal a sus principios a toda costa, el amigo admirado y querido–, pueden rastrearse en las páginas de este libro homenaje en el que se destila, como resumen, como vía crucis y fe de vida, su amor por Cuba, pues “para nosotros, afortunadamente, a pesar (…) de los años terribles que dejaron esas huellas imperecederas (…), las utopías siguen vivas y la historia no terminó, sino que está a punto de comenzar”, asegura.

“Precisamente las huellas de Heras León (…) pueden rastrearse en las páginas de este libro homenaje en el que se destila, como resumen, como vía crucis y fe de vida, su amor por Cuba”.

Este libro compila más de veinte entrevistas concedidas por Heras León a medios cubanos y extranjeros en diferentes momentos de su vida, desde los años 80 hasta nuestros días, y en las que transita –muchas veces manteniendo idénticas líneas de pensamiento– por sus grandes pasiones, y por los momentos que han marcado su vida como escritor y ser humano: el triunfo revolucionario de 1959, las milicias, Girón, la literatura, el periodismo, el ballet, el ostracismo derivado de un complejo momento de la política cultural en los años del Quinquenio Gris, el ajedrez, la fábrica Vanguardia Socialista, la literatura fabril y la honestidad del obrero, el magisterio, Universidad para Todos, el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso… Todo ello, y mucho más, han hecho de Heras León el hombre que es hoy. A todo ello –en dependencia de las peculiaridades de cada entrevista, de los enfoques de las preguntas– podrá acercarse el lector interesado en la vida y la obra, que en este caso se cruzan y complementan, del Premio Nacional de Edición 2001 y Premio Nacional de Literatura 2015.

“Con sus clases Eduardo entró en muchas casas de cubanos de todas las latitudes, entró en el imaginario
de personas que jamás habían escrito una línea”. Foto: Tomada de Ministerio de Cultura

“Los entrevistadores son de distintas formaciones y generaciones, pero el entrevistado cree lo que dice, ha sido consecuente con lo que ha vivido, con la gente que ha conocido y con su país. He podido leer y saber cómo ha sido, lo que ha perdido, lo que ha ganado, lo que ha fundado para los demás; los espacios culturales y políticos en los que ha participado; los debates en los que ha puesto su verbo y acción”, asegura el narrador y poeta Yunier Riquenes en las palabras del prólogo “Cuando la vida de un hombre no es un cuento”, y añade: “Este es un libro que conmueve. Repasa palmo a palmo la vida de un hombre querido por muchos. He disfrutado encontrar, releer, transcribir esta selección de entrevistas (…) Cuando uno lee estas conversaciones con el paso del tiempo, aunque uno no haya vivido prohibiciones, sueños, guerras, uno vuelve a la caminata, se incorpora. Vence los kilómetros que sean necesarios”.

Periodistas y escritores como Odette Alonso Yodú, Fernando Butazzoni, José Antonio Michelena, Magda Resik, Dean Luis Reyes, Manuel García Verdecia, Marilyn Bobes, Yoe Suárez, Antonio Herrada y Rafael José Rodríguez Pérez, escudriñan diferentes momentos de la vida del autor de La guerra tuvo seis nombres (Premio David 1968) y Los pasos en la hierba (mención única del Premio Casa de las Américas 1970), libros iniciadores –junto con la obra de esos años de Norberto Fuentes y Jesús Díaz, “una generación frustrada en lo literario” y “atrapada en el vórtice de los años duros (…) con todas sus contradicciones, complejidades, victorias y derrotas, aciertos y errores– de la llamada literatura de la violencia, en la que “la Revolución entraba a la narrativa con gente humana, creíble, con aciertos y errores, con vicios y miserias”, escribe Fernando Beramendi en su entrevista, y en los que se abordan –junto con A fuego limpio, Acero y Cuestión de principio, La dolce vita, entre otros de sus libros– “temas como la guerra revolucionaria, la construcción de la sociedad –en todos sus matices–, la lucha contra las resistencias del pasado, el mundo de las fábricas y también, el amor y el desamor” (con un lirismo que sorprendió a Cortázar). “Tenemos que quitarnos el fardo de la historia para lanzarnos a la aventura de la imaginación”, respondería en esta misma entrevista Heras León.

Momentos especiales en este amplio diálogo que es Eduardo Heras León en el aula inmensa de la vida resultan los sostenidos sobre el proyecto Universidad para Todos, cuyo primer curso, dedicado justamente a las técnicas literarias, otra de sus pasiones, impartió por televisión. Y, además, a ese sitio único, que ha ayudado a la formación de centenares de jóvenes escritores, y promotores y lectores, como bien afirma, que es el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. “Desde allí renovó la literatura cubana desde 1998. Incentivó a la escritura del cuento en el país. Cuba dejó de ser tierra de poetas. Y luego, con el Curso Universidad para Todos de Técnicas Narrativas por la Televisión, dio inicio a muchos otros cursos. Por aquellos años se comentaba, incluso por los pequeños pueblos, el minicuento El dinosaurio, de Augusto Monterroso, que Eduardo analizó en la pantalla chica. Con sus clases Eduardo entró en muchas casas de cubanos de todas las latitudes, entró en el imaginario de personas que jamás habían escrito una línea”, resume Yunier Riquenes y añade otras derivaciones del Centro Onelio como el Premio César Galeano, la Beca Caballo de Coral, la revista El Cuentero, la editorial Caja China, el Encuentro Internacional de Jóvenes Narradores en 2008, el voluminoso libro Los desafíos de la ficción, el concurso de minicuentos El dinosaurio…

“Este libro compila más de veinte entrevistas concedidas por Heras León a medios cubanos y extranjeros en diferentes momentos de su vida, desde los años 80 hasta nuestros días”.

Amigos, la universidad, la edición, la pasión por el ajedrez y el ballet, la literatura y las nuevas generaciones, a las cuales conoce muy bien, desde su papel de profesor y cómplice, los escritores que admira, a muchos de los cuales llegó a conocer y compartir, una novela inconclusa, las memorias que muchos esperamos, ese amor llamado Ivonne Galeano, eje de su vida y alma del Centro Onelio…, discurren en las páginas de este libro, con edición de Luis Yuseff, diseño de Frank A. Cuesta, imagen de cubierta de Linet Sánchez, y corrección de Mariela Varona (curiosamente casi todos salidos también de las aulas del Centro Onelio J. Cardoso).

A manera de anexos, Riquenes tuvo la acertada idea de añadir materiales complementarios, que hubieran quedado sin recogerse en las páginas de un libro, como las palabras al recibir el Premio Nacional de Edición 2001, el Maestro de Juventudes que entrega la AHS, la réplica del Machete de Máximo Gómez, la Medalla Alejo Carpentier al Centro Onelio y el Premio Nacional de Literatura 2015, además del necesario texto –por abarcador y por exponer el tema como en ninguna de las entrevistas– “El Quinquenio Gris: testimonio de una lealtad”, conferencia leída en 2007 en el Instituto Superior de Arte como parte del ciclo “La política cultural del período revolucionario: Memoria y reflexión”, organizado por el Centro Teórico-Cultural Criterios.

Somos tantos los que le agradecemos a Eduardo Heras León si no nuestros primeros pasos en la literatura, sí el hecho de enfrentarnos a ella con seriedad, con sacrificio y también con amor. Somos muchos sus lectores, y los graduados del Centro Onelio –sitio que le cambió la vida, no hay duda de ello, a varios jóvenes hoy esparcidos en toda la geografía insular y en varias partes del mundo– que lo admiramos como ese padre espiritual que nos incita a escribir, a leer. Sirve este libro, además, como homenaje agradecido de todos al Chino Eduardo Heras León.